
La fantasía de la crisis moral
Contrario a la creencia de Beatriz, la evidencia indica que los humanos modernos, en promedio, demostramos día a día un comportamiento moral y un trato considerablemente mejor entre nosotros que lo que conocemos de nuestros antepasados.
“Make America Great Again”, decía Trump a sus votantes. La gente usó gorros rojos con las siglas “MAGA” y votó por Donald, llevándolo a la presidencia de EE.UU. Asimismo, la recientemente electa presidenta del Consejo Constitucional, Beatriz Hevia, hizo pública su creencia acerca de una supuesta “crisis moral” que estaría viviendo nuestro país. Beatriz no está sola, la evidencia muestra que gente en más de 60 países cree en una supuesta decadencia moral. Esta común idea tiene sus raíces en la percepción de que cada generación es menos moral que la anterior. Sin embargo, la añosa apreciación es un producto engañoso de nuestros “sesgos cognitivos” frente a la incertidumbre que ocasiona el futuro. Se refleja bien en el clásico refrán “todo tiempo pasado fue mejor”. ¿Pero es así realmente?
Los sesgos cognitivos se refieren a desviaciones sistemáticas en nuestro pensamiento que tienen el potencial de afectar nuestros juicios y procedimientos, como la toma de decisiones. Estos sesgos surgen con frecuencia a raíz de “atajos mentales” o heurísticos que empleamos para procesar rápidamente la información. Los heurísticos –conocidos en Chile también como el “ojímetro”– dependen fuertemente de aspectos sociales y culturales, convirtiéndolos en útiles herramientas para el día a día. Dentro de los sesgos cognitivos más utilizados se encuentra el “sesgo de confirmación”, en el que buscamos activamente información que reafirme nuestras creencias preexistentes; las redes sociales han reforzado este sobremanera.
Los sesgos cognitivos tienen un impacto significativo en cómo percibimos e interpretamos el mundo que nos rodea. Pueden llevarnos a hacer juicios y decisiones que no son del todo racionales u objetivos. Es por esto que comprender y reconocer estos sesgos es crucial para tomar decisiones más informadas y lógicas, lo que conduce a mejores resultados en varias áreas de nuestras vidas, incluidas las relaciones personales, los entornos profesionales y –muy relevante para el Consejo Constitucional– la comprensión de los problemas sociales.
Curiosamente, el mismo 7 de junio, la prestigiosa revista científica Nature publicó una pieza llamada “La Ilusión del declive moral”. Los autores (académicos de las universidades de Columbia y Harvard en EE.UU.) sostienen que la ilusión del declive moral se puede atribuir a dos fenómenos psicológicos ampliamente estudiados: la exposición sesgada a la información y la retención sesgada de la memoria. Los autores proponen que los individuos tienden a buscar activamente y prestar más atención a la información negativa sobre los demás. A esto se le suma el hecho de que los medios de comunicación juegan un papel central en el refuerzo de esta inclinación, al resaltar de manera desproporcionada los casos de comportamiento negativo.
Por ejemplo, dentro de los casi 500 mil viajes en auto que se realizan al día en Santiago, alrededor de 65 terminan en un accidente de tránsito. Esto es menos del 0.05% al día. Sin embargo, muchos siniestros se reportan en los medios, entregando una sensación de generalización a hechos que son más bien infrecuentes. Como si esto fuera poco, las personas tendemos a recordar los eventos negativos con mayor claridad que los positivos. Esos más de 499 mil automovilistas que viajaron sin novedades, no serán recordados ni destacados por conducir a la defensiva. Este sesgo cognitivo contribuye a una percepción distorsionada de las catástrofes.
Cuando consideramos estos dos sesgos cognitivos en el contexto de la moralidad de una sociedad, efectivamente podemos comprender la creencia acerca de una disminución de los estándares morales con el tiempo. Sin embargo, cuando miramos los datos y pensamos críticamente, la imagen es otra. En la literatura se pueden encontrar análisis exhaustivos de registros históricos acerca de actos altamente inmorales, como masacres, colonización, golpes de Estado, tortura, esclavitud, subyugación, discriminación, asesinatos y violaciones. Estos análisis proporcionan evidencia convincente de que estas conductas, objetivamente inmorales, han disminuido notablemente en los últimos siglos.
Contrario a la creencia de Beatriz Hevia, la evidencia indica que los humanos modernos, en promedio, demostramos día a día un comportamiento moral y un trato considerablemente mejor entre nosotros que lo que conocemos de nuestros antepasados. Si bien es posible que no existan registros históricos objetivos para medir la moralidad cotidiana –como la frecuencia de ofrecer asientos a personas de la tercera edad o darle indicaciones a alguien que se encuentra perdido–, existen medidas subjetivas disponibles para evaluar estos aspectos. Esos estudios científicos también muestran que las tasas de cooperación se han incrementado entre los años 1956 y 2017.
Entonces, considerando que los ciudadanos y las ciudadanas de Chile y del mundo enfrentamos problemas bien documentados, como el cambio climático, la delincuencia (común y de cuello y corbata), la discriminación y la desigualdad económica, escuchar que una autoridad, como la presidenta del Consejo Constitucional, diga que debemos dedicar nuestros escasos recursos y limitado tiempo a revertir una tendencia imaginaria, es realmente desmoralizante (en el sentido del entusiasmo).
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