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El aborto: la vida y la muerte Opinión

El aborto: la vida y la muerte

Ibán de Rementería
Por : Ibán de Rementería Miembro de la Corporación Ciudadanía y Justicia y Vicepresidente de la Red Chilena de Reducción del Daño.
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Seguramente esta propuesta en contra de la interrupción del embarazo no será aprobada, como no lo será el conjunto de la Constitución que se va a proponer a la nación el 17 de diciembre próximo, pero ha planteado una nueva oportunidad para desconocer los derechos inalienables de las mujeres a decidir autónomamente sobre su cuerpo.


El desapacible debate constituyente ha adquirido recientemente una cierta notoriedad con el tema del aborto, en lo específico por la amenaza que significa para la ley que permite la interrupción del embarazo por tres causales –violación, feto inviable o amenaza a la vida de la madre–. El cambio de la norma constitucional que se propone para la autorización de la interrupción del embarazo, consiste en sustituir la frase “al que esta por nacer” por “a quien está por nacer”, la mera cosa biológica por la persona humana.

Ya en lo discursivo el debate está mal y equívocamente planteado, porque la interrupción del embarazo no se propone realizarlo cuando el nonato esta por nacer, sino cuando el feto en formación no ha constituido aún su sistema nervioso central, es decir, antes de las catorce semanas de gestación; no se trata de matar un ser humano sino de eliminar un conjunto de células en proceso de organización que aún no se constituyen como un ser humano, por carecer de un sistema nervioso central completado, de un cerebro.

Desde su inicio y en toda su bimilenaria historia en el cristianismo se ha sostenido un debate teológico entre quienes afirman que el alma entra al cuerpo en el momento mismo de la concepción y quienes sostienen que entra después durante la gestación, se le suele llamar el debate entre la animación inmediata y la animación retardada, de la vida en el cuerpo, en lo concreto: ¿cuándo entra el alma, la vida, al cuerpo humano?

Veamos un poco de historia, para Aristóteles (siglo IV a. C.) el alma humana entraba al cuerpo cuando este ya era reconociblemente humano, algo así como a los cuarenta días para los hombres y ochenta para las mujeres, ¡vaya distinción! A inicios de la cristiandad, San Agustín (siglo V d. C.) opinaba que el alma entra al cuerpo luego del tercer mes, cuando el feto ya tiene forma humana. Luego, Santo Tomas de Aquino (siglo XIII d. C.), el más grande teólogo de la Iglesia católica en su período de consolidación, afirma que el alma se une al cuerpo para conformarlo solo cuando este ya es reconociblemente humano, no desde la concepción, cuando aún no tiene una forma humana. Dante Alighieri (siglo XIV) en su magistral relato del mundo humano desde el infierno, en la Divina Comedia, describe el conocimiento de su época sobre el asunto, así: “… En cuanto la articulación del cerebro del feto es perfecta, el Primer Motor [Dios] se dirige placentero hacia aquella obra maestra de la naturaleza, y le infunde un nuevo espíritu, lleno de virtud, que atrae a su sustancia lo que allí encuentra de activo, y se convierte en un alma sola, que vive, y siente, y se refleja sobre sí misma”.

Por así decirlo, estos fueron los más destacados partidarios de la animación retardada, pero, también tenemos importantes pensadores partidarios de la animación inmediata del alma en el cuerpo, como fue el caso Leibniz (siglo XVIII) en la Monadología. Este debate se mantendrá hasta el siglo XIX cuando el Papa Pío IX, en el año 1868, emite su encíclica Apostolicae Sedis, donde afirma que el alma entra al cuerpo en el momento mismo de la concepción y, por lo tanto, se constituye en un ser humano que debe ser protegido, haciendo en consecuencia del aborto un homicidio. 

Es claro que esta dogmática eclesial no reposa en ningún conocimiento científico de la embriología, de lo que se trata aquí es de una afirmación tardía de la dominación de las mujeres por los hombres mediante el poder del Estado, no se trata de un tema científico sino que de un asunto político. Bien podemos decir, que en términos reaccionarios el Papa Pío IX y la Iglesia católica fueron unos adelantados en cien años al profundo cambio cultural, social y político que significaron los movimientos juveniles de 1968, así como a la revolución feminista que se está consolidando durante el siglo XXI.

Es en este conflicto de poder por la liberación de la mujer que los republicanos y los partidos de derecha proponen y defienden esta modificación desde el que está a quien está por nacer, de la cosa biológica a la cosa vital. Seguramente esta propuesta en contra de la interrupción del embarazo no será aprobada, como no lo será el conjunto de la Constitución que se va a proponer a la nación el 17 de diciembre próximo, pero ha planteado una nueva oportunidad para desconocer los derechos inalienables de las mujeres a decidir autónomamente sobre su cuerpo. En el ámbito de la pérdida de los derechos de la mujer que pretende esta nueva norma constitucional, es un complemento de la supresión de la paridad de salida para las mujeres en las elecciones de autoridades representativas, cosa que se había ganado luego del estallido social de octubre de 2019 y durante las reformas constitucionales que hicieron posible el proceso constitucional en el cual aún nos encontramos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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