Este caso es un claro ejemplo de cómo la cultura, en todas sus formas, actúa como un espejo de nuestras divisiones. Nos obliga a enfrentarnos a preguntas incómodas sobre quiénes somos y qué queremos ser.
En las últimas semanas fuimos testigos de un debate que trascendió las barreras de la música y tocó fibras sensibles de nuestras preocupaciones como sociedad. La participación del cantante mexicano Peso Pluma en el Festival de Viña 2024 se convirtió en el centro de una polémica que es interesante y útil analizar, más allá de su frustrada actuación, que finalmente no concretará por razones personales.
El debate se encendió a raíz de una columna de opinión del sociólogo Alberto Mayol, en la que cuestionó la promoción de la narcocultura por parte de los organismos tanto públicos como privados encargados de llevar a cabo el festival
En Datavoz hemos dedicado esfuerzos a comprender las corrientes que mueven la opinión pública. Por ello, la realización de una encuesta sobre la aceptación de Peso Pluma no fue casualidad. Queríamos no solo conocer el nivel de aceptación o rechazo hacia Peso Pluma, sino también qué características o posiciones de las personas estaban detrás de estas posturas.
Los resultados fueron reveladores. Casi la mitad de los encuestados expresaron su desacuerdo con la participación del cantante en Viña (49,5%), opinión que prevaleció entre quienes están preocupados por el narcotráfico y la delincuencia (42,8%). Esta inquietud no es menor y refleja, por cierto, un temor real sobre los mensajes que se difunden en plataformas tan masivas.
Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue cómo este debate se interseca con líneas sociodemográficas y políticas. La edad y la posición política de los encuestados influyen significativamente en su opinión, revelando que nuestras divisiones van mucho más allá de la música o el arte. Son divisiones que se arraigan en cómo vemos el mundo y en lo que valoramos como sociedad.
Notablemente, el desacuerdo sobre la participación de Peso Pluma es significativamente más alto entre quienes superan los 55 años y aquellos que se oponen al Gobierno actual, comparado con sus contrapartes más jóvenes o afines políticamente. Además, quienes poseen un alto interés en política muestran un rechazo mayor que aquellos con un interés menor.
Este caso es un claro ejemplo de cómo la cultura, en todas sus formas, actúa como un espejo de nuestras divisiones. Nos obliga a enfrentarnos a preguntas incómodas sobre quiénes somos y qué queremos ser. La música, como expresión cultural, no es ajena a estas tensiones.
Reflexionando sobre este episodio, no puedo evitar preguntarme: ¿estamos listos para encarar estas divisiones y trabajar hacia un entendimiento común? La controversia en torno a Peso Pluma no solo es una discusión sobre un artista o un género musical; es un reflejo de las fracturas que existen en nuestra sociedad.
Como ciudadanos, tenemos el deber de cuestionar y dialogar sobre estos temas, buscando siempre construir un espacio común donde todas las voces puedan ser escuchadas. La discusión queda abierta y habrá que indagar con mayor profundidad si la diversidad cultural que abre espacios a este tipo de artistas, con su mensaje y letras, contribuye a normalizar o no conductas perjudiciales para la sociedad.