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¿Y si no pudiéramos imaginar? Visibilizando la condición de afantasía Opinión

¿Y si no pudiéramos imaginar? Visibilizando la condición de afantasía

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A pesar de los avances de la ciencia, la afantasía es aún desconocida por el grueso de la sociedad.


En 1880, el psicólogo inglés Francis Galton realizó un sencillo experimento. Le pidió a un grupo de personas que describiera la mesa de desayuno en la que estuvieron aquella mañana, considerando la claridad y tonos de las cosas que recordaban. Para su sorpresa no todos los participantes fueron capaces de realizar la tarea. Uno de ellos declaró una total incapacidad para evocar voluntariamente la experiencia que había tenido horas antes. Galton, sorprendido por el resultado de su prueba, emprendió la búsqueda de nuevos casos. Entre sus colegas científicos halló una inesperada cantidad de sujetos que no lograban visualizar voluntariamente imágenes mentales. Comprobó con nuevos experimentos que muchos no eran capaces de evocarlas a pesar de desear hacerlo. Lo que más le impresionó, sin embargo, fue que ninguno de ellos había sido consciente hasta ese momento de vivir con dicha incapacidad ni que percibieran alteraciones en su vida cotidiana a raíz de ella. Hoy se sabe que esta condición afecta a un porcentaje significativo de la población mundial; gracias a los estudios que se han realizado a partir de 2015, se estima que alrededor de un 3% de ellos la posee en algún grado. El interés que ha suscitado en la comunidad científica y el aumento de investigaciones en torno a ella, se debe en gran parte a los estudios del neurólogo inglés, Adam Zeman, y su equipo. En 2010 Zeman decidió llamar a la condición “ceguera imaginativa”.  Sin embargo, en investigaciones posteriores propuso acuñar con otro nombre la condición; la llamó afantasía. Con afantasía, decía, se reunían bajo una única noción lo que con anterioridad había sido llamado “irreminiscencia visual”, “revisualización defectuosa” o “imaginación ciega”. La propuesta de Zeman, en consecuencia, apuntaba a agrupar en un único concepto lo que una pluralidad de nombres disgregaba y confundía. 

A pesar de los avances de la ciencia, la afantasía es aún desconocida por el grueso de la sociedad. En Chile, no encontramos siquiera casos clínicos relevantes, pues aún no se han realizado estudios contundentes al respecto. Esto deja a las personas que sufren de la condición aisladas, sin explicación médica para una condición que se esconde incluso para ellos mismos. Los estudios de Zeman, sin embargo, han logrado establecer que la afantasía no afecta la capacidad cognitiva ni comprensiva de las personas que la padecen, así como tampoco reduce su capacidad de imaginar mundos posibles u objetos que no existen. En este sentido, la afantasía no es, en realidad, la carencia total de imaginación, sino solo la dificultad para reproducir mentalmente imágenes que son como copias de la percepción. Se asemeja más a una falta de lo que el filósofo alemán Edmund Husserl llamó “conciencia de imagen”, la incapacidad de re-producir al interior de nuestra mente lo que percibimos con los cinco sentidos. 

El grupo interdisciplinario de estudios sobre afantasía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso se ha dado a la tarea de investigar esta condición desde sus complejidades conceptuales. Para ello, desde hace un año han indagado en las referencias filosóficas que los neurocientíficos utilizan cuando dan a conocer los resultados de sus hipótesis sobre la afantasía. El objetivo a corto plazo ha sido identificar y evaluar las consecuencias que el uso de vocabulario filosófico puede tener en las explicaciones ajenas a la disciplina. A largo plazo, en cambio, se busca aportar a la mejora de las prácticas inclusivas al interior de la PUCV. En resumen, se trata de abordar y comprender mejor, desde nuestra universidad y nuestro país,  una condición que encontramos en más personas de las que creemos y que muchas veces se oculta a los propios afectados. Nos proponemos sistematizar sus posibles causas, comprender más a cabalidad cómo afecta la vida de las personas y proponer posibles modos de enfrentarla en un mundo que se vuelve cada día más virtual y que exige de nosotros mayores capacidades de imaginación. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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