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¿La derecha chilena sigue bailando por Donald Trump? Opinión

¿La derecha chilena sigue bailando por Donald Trump?

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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De acuerdo con esos argumentos esgrimidos por algunos dirigentes políticos del sector, que tienen en la base el miedo, los países deberían bajar la cabeza y guardar silencio para evitar ser tocados por una potencia con la cual tenemos, por lo demás, un Tratado de Libre Comercio (TLC).


María José Hoffmann (UDI) se acomoda en la silla y señala con convicción “absolutamente sí”, en respuesta al periodista de CNN, quien le pregunta respecto a que si viviera en EE.UU. votaría por Trump. Camila Flores (RN) prende la cámara de su celular y comienza a danzar el peculiar ritmo de YMCA que le conocimos al presidente estadounidense durante la campaña. Además, en su cabeza luce un vistoso jockey rojo hecho en China, por supuesto con la inscripción “Make America Great Again”.

Axel Kaiser, en medio de sus declaraciones destempladas contra todo lo que se mueva por la izquierda, y mientras comenta su libro Parásitos mentales que tiene en éxtasis a la extrema derecha argentina, afirma que “todo el mundo sabe que Trump no ha sido diseñado por la derecha, sino que es una criatura de la izquierda desquiciada”. Una frase tan críptica como extraña.

José Antonio Kast (republicano) se regocijó con el triunfo de Trump “ha ganado la libertad”, dijo en 2024. Johannes Kaiser, el libertario, no solo ha expresado su admiración explícita por el presidente de Estados Unidos frecuentemente, también ha valorado las expulsiones masivas de migrantes y aplaudió con energía cuando Trump anunció que no se permitiría el ingreso de personas transexuales a las Fuerzas Armadas. “Me identifico con él en lo que está haciendo en materia cultural”, concluyó el diputado.

No cabe duda, una parte importante de la derecha chilena más dura que hoy lidera el sector se identifica ideológicamente con Trump. Sin ir más lejos, las propuestas de Kast, Kaiser y también Parisi parecen un copy paste del programa con que Donald Trump llegó al poder: uso de la fuerza para combatir la migración, retrocesos en materia cultural, rebaja de impuestos a los más ricos, eliminación de beneficios sociales a los más pobres, desprecio por la cooperación internacional –odian a la ONU y la OMS y desregulación.

Sin embargo, pese a la admiración inicial por Trump, una parte de la derecha chilena Chile Vamos comenzó de a poco a desconcertarse con algunas medidas tomadas por el mandatario estadounidense y que golpean en el corazón del modelo económico, por lo menos desde la concepción impuesta por los Chicago Boys: el mercado es el principal garante de la libertad.

Cognitivamente, para el mundo liberal, las regulaciones y el proteccionismo han alimentado siempre la caricatura de los países comunistas y los gobiernos de izquierda. Sin ir más lejos, hace poco, el Estado chileno intentó salvar a CAP de la quiebra, luego que la empresa siderúrgica sucumbiera ante las medidas de protección con que China distorsiona el mercado del hierro a nivel mundial.

Y aunque una parte de la derecha chilena sigue identificándose con Trump, especialmente por su combate a la cultura woke, la imposición de aranceles de manera unilateral es una medida que no calza con el marco ideológico del sector.

Sabemos de sobra que el presidente norteamericano es por sobre todo un negociador. Cuando anunció los primeros aranceles, incluyó prácticamente a todos los países del mundo 10% para toda Latinoamérica–; el segundo paso esperable era iniciar negociaciones a partir de lo que en este proceso se denomina anclaje. Usted pone un precio para que la otra parte se vea obligada a jugar en su cancha. La señal del poder y rol que quería Trump cumplir en el mundo estos cuatro años no podía ser más clara.

Sí llamo la atención el silencio de la centroderecha y derecha cuando Trump puso condiciones que, sin duda, podían afectar fuertemente la economía chilena, especialmente la fruta. El mundo empresarial, en cambio, levantó la voz y pidió el respaldo de la Cancillería chilena para iniciar negociaciones.

Lo que vino después ha sido una avalancha. Ni siquiera me voy a referir a la agenda del presidente estadounidense en los conflictos del Medio Oriente, deportaciones, Musk y disputas con distintos países. Sin embargo, cuando ya parecía que Trump había desviado su atención hacia otro lado con los temidos aranceles, a través de sus redes sociales, los chilenos nos enteramos de que impondría, a partir del 1 de agosto, un 50% de arancel al cobre, industria gravitante de nuestro país. Un golpe duro, una señal de proteccionismo que ni el Gobierno chino se atrevería a implementar.

La doctrina Trump pone en jaque dos pilares del relato de la derecha chilena. El primero, vinculado a la regulación, que cuestiona de fondo el modelo económico de libre mercado. Y el segundo, el miedo, constructo asociado a la libertad que suele ser parte de su relato.

Cuando uno esperaría que todos los sectores políticos se unieran frente a esta decisión de EE.UU. que no es contra Chile, es contra una industria mundial y se buscara un frente común de defensa, dirigentes de la derecha más dura salieron a responsabilizar al Presidente Boric por este arancel. Argumentaron, infantilmente, que si el Mandatario chileno no hubiera condenado el genocidio en Gaza o asistido a la cumbre de los BRICS, “esto no habría ocurrido”. De una ingenuidad total.

La decisión de Trump involucra a todos los países productores de cobre, como Canadá, Australia, Perú, Brasil, Colombia. Y para demostrar lo poco que le importa lo que hagan o no hagan otros países, el sábado pasado, el presidente de Estados Unidos anunció un 30% de aranceles a la Comunidad Europea y México, pese a las intensas negociaciones que tuvieron por meses.

De acuerdo con esos argumentos esgrimidos por algunos dirigentes políticos del sector, que tienen en la base el miedo, los países deberían bajar la cabeza y guardar silencio para evitar ser tocados por una potencia con la cual tenemos, por lo demás, un Tratado de Libre Comercio (TLC). Eso, además de indigno, es falso. Basta recordar que Argentina también fue incluida en la lista de los primeros aranceles, pese a la admiración de Milei por Trump.

El miedo es la antítesis de la libertad. Y el poder es un arma que despoja a los países de libertad. Mientras en Chile las organizaciones empresariales se unen para enfrentar esta imposición y se reúnen con el Gobierno para intentar un bloque común, la centroderecha ofrece sus equipos técnicos para colaborar en la emergencia no entiendo por qué algunos en la izquierda lo rechazaron, los representantes de la derecha más dura han tenido una posición tibia e intentado utilizar políticamente la decisión del presidente Trump para golpear al Gobierno.

Estos son momentos en que los países deben unirse aunque estemos en campaña de elecciones para enfrentar una situación que podría traernos consecuencias muy negativas para nuestra economía. Y digo podría, porque el hábil negociador de seguro tiene como estrategia buscar un acuerdo, pero sobre la base de que arancel tendremos sí o sí.

A lo mejor es el momento de que las empresas mineras, con el apoyo del Estado este Gobierno y el que venga aprovechen de buscar nuevos mercados para eso sirven las giras, como la que Boric hizo a India y China y, claro, también el momento para que algunos de los admiradores de Trump en Chile, que bailaron el clásico YMCA de Village People con el gorrito rojo de la campaña, se replanteen si el proteccionismo calza con el modelo económico liberal que los inspira acá o, de lo contrario, que los que son parlamentarios, como Camila Flores, vayan preparando una gira a EE.UU. para ir a convencer a Trump de que no nos apliquen el 50% de arancel. Por supuesto, siempre que no viajen estando con licencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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