
Una invitación a pensar el futuro
La invitación de este libro es, precisamente, a pensar el futuro, y no a romantizar el pasado sino más bien a aprender de el. Mirar hacia adelante implica comprender los problemas que hoy vivimos en un contexto mundial transformado, con nuevas formas de organización internacional de la producción.
En una reciente una columna de opinión se criticó el programa de la candidata Jeannette Jara citando el recién publicado libro “Apuntes para superar el neoliberalismo”, precisamente porque —según plantea— dicho programa mira el pasado. El autor de esa columna sostiene que, para que Chile vuelva a crecer, debe profundizar el mismo sistema que nos ha regido en las últimas décadas. En esta columna quisiera mostrar brevemente, con dos simples ideas, por qué ese diagnóstico es equivocado: por un lado, por qué la idea de “profundizar el sistema” no constituye un camino viable para enfrentar los desafíos actuales, y por otro, por qué ni el libro ni el programa de Jara suponen una mirada nostálgica al pasado.
Primero, si realmente queremos profundizar el modelo para volver a crecer, nos lleva a la ya antigua y ampliamente discutida pregunta: ¿Podemos crecer en el largo plazo especializándonos en recursos naturales?. El autor señala que Chile ha sido exitoso por ser el principal exportador mundial de, entre otros, cobre, yodo o molibdeno, pero basta mirar la región para entender que las dinámicas productivas de Chile son muy similares a las de otros países, así como también sus limitaciones. La desaceleración económica que hoy experimentamos no es un fenómeno exclusivo de Chile, sino que pareciera ser parte de aquellos países primario exportador. Al comparar el crecimiento promedio del PIB entre los períodos 2003-2014 y 2015-2024 (excluyendo 2020 y 2021, por pandemia y su efecto rebote), no solo Chile disminuyó considerablemente su senda de crecimiento, también Perú pasó de 5,9% a 2,7%, Ecuador de 4,9% a 1,6%, Colombia de 4,7% a 2,7%, o Uruguay de 5% a 1,7%.
Esto tiene, por supuesto, importantes limitaciones en la estructura socio productiva, que son en parte la explicación a la desaceleración. En Chile, la minería representó el 11,7% del PIB el año 2024, sin embargo, emplea solo al 3% de la población. Entonces, ¿Qué pasa con los otros sectores? El comercio es el sector que más trabajo entrega, donde se encuentran el 19% de los y las ocupadas, participando solo con el 8,5% del PIB. ¿Realmente debemos seguir profundizando este esquema? La idea de que por producir comodities puede ser beneficioso a largo plazo no se ha visto, sino que por el contrario, ha construido una gran heterogeneidad interna y una importante brecha de ingresos dentro de estos países. Esta construcción de una economía de enclave y sus limitaciones de largo plazo son bien documentadas en el libro anteriormente citado.
Por otro lado, tampoco es correcto caricaturizar la discusión sobre el cambio de matriz productiva como un regreso al pasado. Referirse, por ejemplo, a la producción de autos en Arica como símbolo de atraso es una simplificación que busca ridiculizar una candidatura que, en realidad, propone una comprensión más completa del panorama económico internacional. La globalización, que se consolidó después de aquella producción de autos en Chile, nos reveló una fragmentación internacional de la producción: las cadenas globales de valor. En ellas, los países no se especializan en productos terminados, sino en procesos y funciones. Justamente aquellos países latinoamericanos y africanos que se insertan en estas cadenas solo lo hacen proveyendo recursos naturales. Asumir este nuevo escenario global implica entender que debemos movernos dentro de estas cadenas de valor para realizar procesos más avanzados, no solo quedarnos atrapados en el eslabón más básico y menos rentable. Persistir en la mera provisión de recursos naturales genera baja empleabilidad, salarios precarios y una concentración de la renta en pocas manos, especialmente en empresas rentistas que dominan el sector primario. Mirando hacia el futuro y hacia el rol del país en las cadenas globales de valor de la electromovilidad, el último capítulo nos invita a reflexionar sobre el rol que pueden jugar los países dueños de los recursos naturales claves para esta transición global.
La invitación de este libro es, precisamente, a pensar el futuro, y no a romantizar el pasado sino más bien a aprender de el. Mirar hacia adelante implica comprender los problemas que hoy vivimos en un contexto mundial transformado, con nuevas formas de organización internacional de la producción. Definir el rol que puede desempeñar un país como Chile en ese mundo es una tarea urgente. Pero para ello necesitamos tener claridad sobre el diagnóstico de nuestro estancamiento productivo y de las dinámicas locales que lo perpetúan. Solo con ese entendimiento podremos pensar en un camino de mayor bienestar que nos permita superar las limitaciones que hasta ahora nos han definido.
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