
El centro de Santiago se está moviendo
Si queremos una ciudad más justa y accesible, necesitamos detener este movimiento al oriente y devolverle los servicios y comercios de calidad a sectores de Santiago que históricamente han sido parte fundamental de su vida urbana.
Hace un poco más de dos semanas se anunció oficialmente que la clásica picada “La Piojera” se instalaría en el MUT, en Las Condes, después de más de 100 años atendiendo en Cal y Canto. Este cambio se suma a la reapertura del restaurante “El Hoyo” que históricamente estuvo en Estación Central y ahora se ubica en el Barrio Italia, así como también al cierre de la sede de Plaza Italia de la Fuente Alemana. Estos casos tienen dos cosas en común: la inseguridad de sus zonas que llevó a una baja de público, y que ahora los tres locales están ubicados arriba de Plaza Italia. Pero no quiero discutir sobre eso, finalmente son negocios que buscan ubicarse en lugares donde atraigan más clientes.
Estos son tres ejemplos de una realidad más compleja que está viviendo Santiago: El centro -pensado como el lugar en donde se concentran las actividades y el comercio- se está moviendo hacia el sector oriente. Esto no solo ocurre con los servicios de ocio, los lugares de trabajo también se están concentrando en el sector oriente, con un 54% de las oficinas ubicadas en Las Condes con especialmente en El Golf, Nueva Las Condes y Apoquindo.
Este fenómeno no empezó con el estallido ni con la pandemia, es algo que venía ocurriendo hace tiempo y se aceleró en los últimos años. El 2010, un estudio de Atisba proyectaba que al 2030 el centro iba a estar entre la calle La Concepción, en Providencia y el Parque Araucano, en Las Condes, muy lejos de Plaza de Armas, donde originalmente se encontraba. Esto deja al resto de Santiago, especialmente el poniente, con menos acceso a trabajos y servicios de calidad cerca de sus casas, obligados a pasar más tiempo en el transporte público o comprarse un auto, con todos los problemas de congestión y contaminación que esto genera.
Las causas son múltiples, pero hay dos puntos que son importantes de mencionar, el primero es por qué las empresas se van del centro, las razones son conocidas y las mismas de por qué se fueron la Piojera, el Hoyo y la Fuente Alemana: la falta de clientes y la obligación de cerrar temprano por la delincuencia. Mientras que el segundo punto es menos discutido, pero igualmente importante, históricamente las elites económicas se han ido escapando, primero hacia el oriente y ahora hacia el nororiente. Y con esto, los servicios y los lugares de trabajo las siguen, buscando acercarse a los sectores con más poder adquisitivo.
En Europa, las ciudades están buscando acercar los servicios y los trabajos a la gente y así reducir los tiempos de viaje, incentivando la caminata, las bicicletas y el transporte público. Mientras que en Santiago parece que estamos yendo en la otra dirección, puestos de trabajo más lejos, menos accesibles y más necesidad de tener un auto. Y no se puede argumentar que esto es porque “Santiago es muy grande”, ciudades como Barcelona (con un área metropolitana de 5,5 millones de habitantes), Milán (6,1 millones) y Paris (13 millones) ya han implementado políticas de este estilo, con incrementos visibles en actividad física, aire limpio y calidad de vida.
Si queremos una ciudad más justa y accesible, necesitamos detener este movimiento al oriente y devolverle los servicios y comercios de calidad a sectores de Santiago que históricamente han sido parte fundamental de su vida urbana, como Estación Central y el Mercado Central -que por algo llevan Central en su nombre-. Pero también es necesario detener la expansión urbana descontrolada, mientras las elites sigan escapando hacia la cordillera, más van a aumentar los tiempos de viaje y la falta de acceso a servicios y trabajos en sectores menos privilegiados de la capital.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.