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A propósito de Marcela

Por: Claudia Leal


Señor Director:

A veces me parece que el sufrimiento injusto de las mujeres es, al fin y al cabo, algo como así como el calentamiento global; algunos creen que existe de veras, otros no, muchos luchan por ofrecer pruebas científicas de su existencia, y todos sufren sus consecuencias, todos, especialmente los miembros más frágiles de nuestra sociedad.

Como dice J. M. Coetzee: “Sé que hablar de este tema polariza a la gente, y los argumentos fáciles únicamente empeoran la cosa. Quiero encontrar una forma de dirigirme a mis congéneres humanos que no resulte acalorada sino serena, que no sea polémica sino filosófica, que aporte luz en vez de intentar dividirnos en justos y pecadores, en salvados y condenados, en ovejas y cabras.”

Al cabo de una durísima batalla de diez años, hoy en Chile las víctimas masculinas de abuso sexual en contexto eclesial son creíbles, su voz es legítima, y finalmente parece razonable – y necesario – brindar a ellos un espacio al interior de nuestra comunidad moral donde puedan compartir sus experiencias de abuso, aspirando a que dicho acto tenga consecuencias públicas, no sólo judiciales y penales, sino también en el sentido de ser parte de una memoria que sirva como plataforma para construir nuestro futuro.

En estos días comienza un nuevo episodio en esta trama, que tiene que ver con la legitimación de las víctimas femeninas de abuso sexual en contexto eclesial. No sabemos cuántos años hemos de tardar, sabemos que serán muchos, pero el camino ya ha comenzado y no hay vuelta atrás.

No basta con dejar de ser machistas, es necesario abrir paso – individual y socialmente – a la empatía. No basta con distribuir de manera equitativa los derechos que históricamente han gozado los varones, es necesario revisitar los estereotipos que la cultura ha usado para asignarnos – a tod@s! – unos determinados roles que – a veces – nos han hecho felices pero otras veces nos han aplastado la dignidad y, especialmente, es el momento de guardar silencio para escuchar de veras lo que ellas comienzan a narrar. Escuchar con atención a las mujeres – creerles – es abrir una compuerta a nociones éticamente relevantes para la sostenibilidad del mundo.

Claudia Leal

Académica Facultad de Teología UC

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