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Todos somos miopes

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Por: Amanda Alfonso Herrera


Señor Director:
Nos choca la funa a la ministra Cubillos en pleno cementerio, pero no la lucha de años de los profesores por condiciones laborales y jubilaciones dignas. Se nos recoge el corazón con los niños emigrantes muertos, pero no por los miles de niños que trabajan en condiciones de esclavitud haciendo nuestra ropa. Nos sobrecoge la imagen del oso polar desnutrido en el zoológico descuidado, pero no la extinción masiva de especies causada por el cambio climático. ¿Qué tienen estos hechos en común? Nuestra limitación de ver más allá de lo palpable. Ser miope es parte de la condición humana. Nuestros cerebros evolucionaron por miles de años para identificar relaciones causa-efecto directas e inmediatas: si encuentro comida sobrevivo, si el puma me alcanza, muero. Pero este cerebro prehistórico no ha tenido el tiempo suficiente para lograr adaptarse a esta nueva realidad altamente compleja, con más interacciones que las que podemos entender, y cuyas consecuencias se expresan en individuos anónimos, al otro lado del mundo o dentro de 20 años. La misma miopía que nos hizo tremendamente exitosos como especie, hoy nos ahoga como sociedad. Simplemente no podemos ver la lucha de los profesores, la carencia de los niños del tercer mundo o la extinción masiva de especies, a menos de que se simplifiquen, se individualicen, se hagan inmediatos. ¿Qué hacemos al respecto? Seguir reaccionando ante los casos específicos, pero siempre conscientes del sistema que se encuentra detrás, y que dicho sistema es de una magnitud inconmensurable comparado a su expresión puntual. Una tarea extremadamente exigente para nuestro cerebro aún prehistórico, pero necesaria. Recordemos que solo aquellos que logran adaptarse sobreviven.

Amanda Alfonso Herrera
Bióloga Ambiental y Magíster en Ciencias Ambientales

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