Señor Director:
La tarea del docente en la escuela es estratégica, pues “Su función es mediar el encuentro entre el proyecto político educativo, estructurado como oferta educativa, y sus destinatarios, en su labor que se realiza cara a cara”. (Fierro, 2007:17). Un clima de aula favorecedor del desarrollo personal de los estudiantes, es aquel en que perciben apoyo y solidaridad de parte de sus pares y profesores, se sienten respetados en sus diferencias y falencias, así como identificados con el curso y su escuela. Además, sienten que lo que aprenden es útil y significativo (Ascorra, Arias y Graff, 2003).
En la sala de clases se aprecia un clima de aula positivo cuando el profesor considera que los estudiantes tienen la capacidad y potencialidad de aportar de manera significativa; que su diversidad es un recurso y no un problema; cuando percibe que es posible superar con ellos las dificultades; que ellos están motivados por adquirir conocimientos; que su inquietud puede ser canalizada como recursos para aprender y crear; entre otras (Valoras UC, 2008).
Junto con ello, se ha estudiado que las expectativas del docente juegan un papel central en el rendimiento del niño, el cumplimiento de tarea y en su imagen personal, a la vez de ser un fuerte inductor de su comportamiento (Arón & Milicic, 1999).
En un clima social positivo, la relación profesor-alumno se caracteriza por un alto grado de respeto, apoyo, cuidado, calidez, confianza y responsabilidad; una relación como ésta aumenta el sentido de pertenencia a la escuela y la autoestima de los estudiantes (Milicic, 2001); junto con ser considerada como uno de los factores de mayor impacto sobre el rendimiento escolar y desarrollo personal de los estudiantes. El buen uso del tiempo junto a las jefaturas es otro aspecto funcional que debe ser analizado para acompañar mejor a los estudiantes. A su vez, potenciar el trabajo de acompañamiento a profesores jefes del área de Convivencia Escolar, relevando aspectos tales como resolución de conflictos, trabajo en equipo, herramientas autoconocimiento según la etapa evolutiva de cada curso, relación padres hijos, entre otros, puede facilitar la tarea del profesor jefe y hacer más significativos los procesos de los cursos en sus horas de jefatura.
Granja Palacios, (2013), señala que actualmente la comunicación entre los alumnos y el docente se ha perfilado como un proceso sistemático donde las intervenciones de los alumnos y el docente se dan de forma separada. Lo que en definitiva implica que la comunicación alumno-docente es deficiente. Es por esto que se sugiere potenciar en los colegios las instancias de comunicación pedagógica, caracterizada por las funciones afectiva, reguladora y socializadora, donde el diálogo es una de las formas de comunicación (Granja Palacios, 2013).
La interacción docente-alumno se entiende como el encuentro de dos saberes o discursos, o de dos verdades, es decir, un diálogo, una interlocución, o una continua interpelación entre los portadores de la relación educativa. Los esfuerzos deben potenciar la mejora de la comunicación pedagógica entendida como el intercambio de mensajes, ideas y conocimientos entre el docente y el alumno, a partir del uso del lenguaje y de aquellos recursos personales, psicológicos y educativos, para expresar emociones y sentimientos, aprender a manejar el diálogo, donde se tienen en cuenta los factores que intervienen en la relación dialógica, en la cual se promueve la socialización a través de una óptima interacción de los actores (Granja Palacios, 2013).
El aprovechamiento de instancias tales como el Programa de Orientación, la clase de Consejo de Curso, las instancias formativas de Convivencia Escolar, salidas pedagógicas, formación de líderes, tutorías para estudiantes con bajo rendimiento académico, jornadas de curso, instancias pastorales, y sobre todo las entrevistas docente-estudiante, pueden servir de marco para un programa de formación que fomente la relación docente estudiante y ayude al crecimiento integral de los alumnos y a la formación continua de los docentes.
Finalmente, y a modo de reflexión profesional, la práctica docente refleja un sinfín de características, habilidades y prácticas que deben desarrollar los profesores al interior de un establecimiento educacional, decantando en una carga laboral significativa que muchas veces no logra ser llevada con éxito, debido a las múltiples tareas que se deben desarrollar al interior del aula, con los otros profesores y también con el equipo directivo. Es por ello, que los actores principales de la formación de niños, niñas y adolescentes, deben actuar sinérgicamente para entregar las herramientas necesarias que los estudiantes logren desarrollar habilidades personales, vocacionales y profesionales acorde a sus inquietudes y proyecciones, conviviendo además en un ambiente educativo íntegro capaz de entregar valores que repercutirán posteriormente en los distintos planos de sus vidas. Los cambios en educación deben considerar el tiempo de aula que los proyectos educativos otorgarán a la formación ciudadana, a la organización interna del curso, a los espacios formativos y de participación dentro de la escuela, y cómo las asignaturas van dialogando con los desafíos de nuestro tiempo y desarrollan efectivamente las habilidades del siglo XXI.
Denisse Salazar Campos
Profesora y Magíster en Liderazgo y Dirección educacional UC