Señor Director:
En medio de las nuevas directrices que parecen preocupar a los ámbitos económicos del país, quisiera hacer una aclaración sintáctica de lo más importante: un emprendedor no es solo aquel que comercializa productos, vende servicios a nichos de mercado o genera innovaciones a partir de nuevas tecnologías. También existimos muchos emprendedores que entregamos servicios profesionales y que queremos competir con una oferta diferenciada en cuanto a la calidad, capacidad de ajuste, involucramiento y generación de redes de colaboración permanentes en el tiempo.
Por esto, veo con mucha aprensión el cómo se mueve el sistema político y económico en tanto generación de nuevos proyectos, para los cuales parecen tener un universo cerrado y destinado sólo a las grandes empresas. Este tipo de prácticas permiten que los costos de la miopía generalizada de estos sistemas, los terminemos pagando los emprendedores de servicios independientes pues nos bloquean los espacios para la generación de propuestas de trabajo. Sencillamente, y para su tranquilidad, nuestro afán es que el mundo del trabajo sea un espacio mejor, más justo, de mayor personalización y con una orientación a la generación de resultados útiles, accionables, propositivos y contribuyentes. En otras palabras, el sistema establecido hoy limita la inclusión de nuevos proveedores en la cadena de generación de valor de servicios profesionales simplemente con su accionar.
Para ejemplificar esto, me permito una contextualización de lo que hemos vivido este último trimestre, uno muy complicado para la generación de nuevos proyectos. Las empresas han reaccionado con cautela y han aplazado sus decisiones en virtud de la observación que todos hacemos de los hechos producidos de octubre a esta parte. ¿Qué pasa con los potenciales clientes del sistema público? Poco tiempo atrás, en el marco de un llamado a licitación pública por parte de la Municipalidad de Providencia, realizado a través de Mercado Público, sufrimos un acto de bloqueo sistémico. Al intentar asistir a la reunión aclaratoria de las bases de licitación, nos percatamos que no éramos bienvenidos siquiera a participar de ésta y, por ende, a entregar una propuesta técnica y económica de lo licitado. Solo podían participar de ella un número determinado de organizaciones previamente individualizadas, a saber, las cinco más grandes del rubro.
Una forma de cambiar, o en el caso particular de Chile de instalar de manera sostenible y efectiva un sistema justo, es abriendo e integrando, en base a acciones humanas voluntarias y conscientes que renuncian a intereses personales y ansias de control, a nuevos actores al sistema social, donde vanamente bogamos los emprendedores. ¿Por qué vanamente? Porque con este tipo de prácticas, otras organizaciones, como a la que pertenezco y similares, simple y llanamente no tienen opción de integrarse equitativamente al sistema de generación de valor, por más que prestemos los mismos servicios y compitamos diariamente con estos gigantes.
Me pregunto entonces, ¿a quién recurrimos? ¿Quién apoya a los emprendedores de servicios profesionales si las organizaciones públicas invitan solo a los grandes jugadores del mercado? ¿O es que el poder político acepta sólo a quienes tienen el poder económico? ¿Qué pasa con todos aquellos que quieren insertarse en la cadena de generación de valor y no tienen la membresía que al parecer se debe tener?
En Chile los platos rotos siempre los pagan los mismos, los independientes, los que quieren vivir tranquilos y se desvelan trabajando para construir un mejor espacio laboral y generando proyectos adaptados para cada necesidad particular. ¿Valdrá el esfuerzo?
Abrir los espacios, en igualdad de condiciones, es una gran y básica idea si queremos, entre todos, romper los monopolios que hoy nos subyugan.
Pablo Subercaseaux S.