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Patricio Manns y una época exultante de Vallenar

Por: Hugo E. Marzi Rivera


Señor Director: 

En la medianía de la década de los ’60 -naturalmente del siglo pasado- Patricio Manns nos visitó en Vallenar como integrante del espectáculo de la canción nueva liderado por René Largo Farías, un huasquino pro hombre de radio, que lo conducía y llevaba de modo itinerante a todo el país que había estado en nuestra ciudad en años anteriores.

Pero la ocasión que deseo recordar venía en el elenco Patricio Manns precedido de su éxito “Arriba en la cordillera” que algunos conocíamos por la radio, el Estadio Marañón se vistió de gala y lo recibió a tablero vuelto con sus tribunas y la platea improvisada ante el escenario levantado en la cancha de básquetbol colmadas y con público afuera sin poder entrar.

Digo que se trataba de un momento exultante de nuestra ciudad pues la instalación de las faenas en la mina de “El Algarrobo” se habían consolidado y una importante población había llegado a avecindarse de todas partes del país, de las salitreras decadentes del norte y principalmente de Concepción personal administrativo de la fundición de Huachipato que habían querido emigrar después del terremoto de mayo de 1.960. Se habían empezado a levantar poblaciones en los dos altiplanos: en el norte, donde había una cancha de carreras a la chilena con una tribuna y una majada de cabras y para los 18 se celebraba una pampilla, donde hoy se alza la Población “Hermanos Carrera” y se extendía saltando el Cementerio la Población Gómez y llegaba hasta la Población Polvorera; y, por el sur se levantaba la Población Los Canales camino al aeródromo Y en el plan se había construido la primera parte de la Población “Quinta Valle” a donde terminaba por el oriente Vallenar y comenzaba el camino al interior y en el callejón Ochandía detrás del Estadio Municipal, amurallada en la Quinta Bernabé se había levantado la población de los ejecutivos de la empresa que los vallenarinos denominaron “El Vaticano”.

Redundante es decir que el espectáculo fue todo un éxito y la actuación de Patricio Manns apoteósica, lo hicimos repetir su “Arriba en la cordillera” no un bis sino muchas veces a lo que él accedió de buen grado, generosa y bondadosamente.

No volví a estar físicamente cerca de él hasta más de treinta años después en octubre de 1.997, en un recital que diera en el Teatro Municipal de Valparaíso. Se estaba vendiendo un libro suyo, el que una vez comprado me puse en una fila del foyer donde él los estaba firmando, llegué hasta él, lo saludé acercándole el libro para que me lo firmara, afloró mi ser guasamaco vallenarino y le dije que lo había visto hacía tiempo con “Chile ríe y canta” y me preguntó ¿qué quiere que escriba? le respondí `para un coterráneo de René Largo Farías pero no tan zurdo ¿tan qué? zurdo repliqué y me escribió: Para un coterráneo de René Largo Farías, no muy zurdo pero derecho. De un amigo Patricio Manns 24/10/97”, en la portada de “El corazón a contraluz” , luego entramos al concierto y en medio de su actuación mi hija menor de nueve años se levantó poseída y corriendo por el pasillo central del teatro se fue hasta el escenario, en ese instante confirmé que su memoria estaría bien guardada.

Hoy reencontré el libro y recordé que mi padre me había contado que su abuela le había dicho viendo una actuación infantil de René Largo Farías en Vallenar “ese niñito va a llegar muy lejos” y así fue, locutor de importantes radioemisoras nacionales y difusor por todo el país del canto nuevo, nos encontramos con él unos días antes del Golpe en el Café Cheko en Valparaíso estábamos con Firulete quién había estado en nuestra casa cuando había venido a actuar en el Carnaval de Invierno que se organizaba para la Escuela 2 y él estaba sentado en la barra, lo vi y les dije que lo invitáramos a nuestra mesa, Firulete estuvo medio reticente, ya había tenido el incidente televisivo con Lira Massi, pero me dijeron que lo fuera a buscar y vino a nuestra mesa y tuvimos una grata conversación, supe de él cuando fue conminado por Allende a salir de La Moneda el día aciago y después escuché su relato como había salido caminando y vagado a pié por Santiago de Chile y años después de su retorno de su muerte, en extrañas circunstancias en la capital.

Eso fue lo que me impulsó a que fuera a que me firmara el libro que hoy atesoro y lo agradezco, mi primer encuentro con Patricio Manns ocurrió en una época exultante de Vallenar de pleno desarrollo y gran crecimiento de y en realidad de todo Chile, pues medio país estaba contento con la marea azul falangista y en la otra mitad reconstituyendo la izquierda con empuje, valentía, canto y genuina alegría.

He tenido la fortuna de conocer en mi vida a dos personalidades vastas de grandes prendas intelectuales y morales, dos espíritus libres integérrimos: uno, un penalista liberal que fue presentado al Presidente de la República de México por el Presidente de la República española en el exilio en la transmisión del mando en un momento difícil pues ocurría después de la masacre de Tlatelolco ante el asombro de quién asumía, como una vez doctor y cuatro veces licenciado diciéndole: si, doctor en derecho y licenciado en derecho, filosofía, de regimiento correccional y de prisiones, callando que su liberación había ocurrido después de una condena a pena de muerte impuesta por el franquismo; y, el otro, Patricio Manns, poeta, periodista, novelista, cantautor, ideológicamente en las antípodas, pero ambos amantes de la libertad y autoridades en el sentido etimológico, pues tienen la calidad de autores, pero por sobre todo hombres buenos, consecuentes, consistentes, coherentes y congruentes de principio a fin y los recuerdo juntos hoy pues tienen una coincidencia en su interés por Émile Dubois, el primero de quién era su transportista me pedía que los llevara con sus visitas a mirar la animita de Dubois al Cementerio de Playa Ancha, una vez estando él en el extranjero, vino una psiquiatra andaluza me pidió que le consiguiera una entrevista con el Director del Hospital psiquiátrico “Del Salvador” y la llevara a ver la animita, cuando íbamos en camino le mostré un edificio de la Marina de guerra que después del Golpe le decían el palacio de la risa pues ahí se torturaba, luego pasamos por Las Torpederas y le mostré una roca que le decíamos la Piedra Feliz a lo que ella me dijo extraño sentido del humor tienen los chilenos; y, el segundo, escribió un libro acerca de Dubois.

A los dos los une también la ingratitud del Estado de Chile, por eso yo deseo después que surja un gobierno más democrático y que se instale después de la nueva Constitución, se realicé un funeral de Estado a Patricio Manns en que se trasladen sus restos a un cenotafio que se levante en el Cementerio General de Santiago de Chile, en el Patio de los detenidos desaparecidos no para preservar su memoria, que reafirmo que será perenne e inmarcesible, sino para no olvidar a las víctimas de la tiranía.

 

                                                         Hugo E. Marzi Rivera

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