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¿Estamos frente a una crisis de la lectura?

Por: Natalia Ávila y Diego Carrasco; María Jesús Espinosa y Javiera Figueroa


Señor Director: 

Desde la vuelta de la pandemia, y con especial fuerza las últimas semanas, han aparecido en los periódicos nacionales diversas noticias que alertan contra problemas de aprendizaje de nuestros estudiantes escolares, referidos especialmente al desarrollo de la lectura. Ejemplo de ello es el titular de portada del diario El Mercurio el día 7 de julio: “Alarmante rezago escolar: siete de cada diez alumnos de 5º básico no entienden lo que leen”. Como evidencia, esta noticia presenta un gráfico con datos de una muestra de estudiantes, 126 de ellos en 5to básico, que asisten a un programa de nivelación escolar y, por tanto, es lógico esperar que tengan dificultades con la lectura. Este estudio fue replicado por diversos medios de comunicación, en que se debatía la existencia de una crisis de la lectura.

Sabemos que los medios de comunicación movilizan temas, generan opinión pública y, de ese modo, influyen en la toma de decisiones que afectan a todo el país. Por este motivo, nos parece un imperativo ético y de rigurosidad periodística que la información entregada no lleve a errores de interpretación. Los titulares reproducidos por los medios la semana pasada inducían a pensar que el 70% de la población escolar de 5to básico no entiende lo que lee a partir de una muestra no representativa de estudiantes que pertenecen a un programa de nivelación lectora. El problema que se presenta parece afectar a todo el sistema escolar: estaríamos frente a una crisis sin precedentes. 

¿Cuál sería el problema de actuar precipitadamente a partir de esta conclusión? La adopción de prácticas de enseñanza de la lectura que buscan mejoras superficiales y a corto plazo, pero que pueden ser infantilizadoras, repetitivas y poco desafiantes para los estudiantes. Cuando estas prácticas se instalan en las escuelas, aparecen consecuencias indeseadas como el aumento de la desmotivación y la deserción escolar temprana. Al contrario, necesitamos políticas educativas basadas en un diagnóstico riguroso y evidencia de buenas prácticas de enseñanza, que promuevan aprendizajes profundos y a largo plazo.

Si queremos políticas públicas que contribuyan a disminuir brechas y favorecer el aprendizaje de nuestros estudiantes, es indispensable contar con información que efectivamente sea representativa de la realidad que se desea intervenir. ¿Existen fuentes de información más adecuadas para dimensionar la magnitud del rezago escolar en lectura? Sí. El SIMCE 2022 de Lectura de 4to básico, estudio censal de estudiantes, muestra resultados estables en habilidad lectora, sin aumentos ni disminuciones significativas de las brechas conocidas en el sistema escolar. ¿Tenemos información de una crisis lectora reciente en la población de estudiantes? No. Lo que sí nos indican los resultados actuales de la población escolar de cuarto grado en Chile es que las brechas socioeconómicas se mantienen en los últimos 10 años. Los resultados de 2022 indican que 3 de cada 10 estudiantes obtiene resultados por debajo de lo esperado a su nivel escolar en 4to grado y  que tienen dificultades para entender lo que leen; figura muy diferente a que 7 de cada 10 estudiantes de quinto grado no entienda lo que lee. Los resultados observados no son alentadores e indican la persistencia de la desigualdad social en el desempeño. Sin duda, debemos actuar urgentemente como sociedad para mejorarlos, pero no ayuda exagerar resultados negativos y menos distorsionar la visión del estado de cosas sobre qué pueden y no pueden hacer nuestros estudiantes. 

Estas “narrativas de crisis” son movilizadoras, posicionan esta conversación en la opinión pública, pero pueden tener efectos dañinos. Sobreinterpretar resultados de estudios que no se diseñaron para realizar afirmaciones sobre la población de estudiantes lleva a errores de juicio, y puede inducir a malas decisiones, que no pongan el acento en los rezagos reales y desigualdades educativas que debemos atender.

Natalia Ávila y Diego Carrasco, Pontificia Universidad Católica de Chile

María Jesús Espinosa, Universidad Diego Portales

Javiera Figueroa, Universidad Alberto Hurtado

Investigadores FONDEF ID21I10056

 

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