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Ética pública y educación ciudadana

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Por: Rodrigo Mayorga


Señor Director:

Hace una década, ante numerosos casos de corrupción política, la Comisión Engel destacó la necesidad de que la formación ética estuviera “en el alma” del sistema educativo nacional. Subrayó además la urgencia de incentivos para que la escuela incorporara estos elementos, atendiendo a su trascendencia para el desarrollo humano. Una década después, aún tras varias reformas en esa dirección, casos como el de los 25 mil funcionarios públicos que salieron del país haciendo uso de licencias médicas, revelan cuán lejos estamos de materializar esta aspiración. 

Lo sucedido nos interpela en dos dimensiones educativas fundamentales. Primero, en cómo nos hace falta formarnos en una ética que no se limite a lo individual, sino que adopte una perspectiva colectiva, comprendiendo el impacto de nuestras acciones en el bienestar de nuestra comunidad. Cuando un funcionario público abusa de una licencia médica para viajar, no solo comete una falta personal: erosiona la confianza ciudadana, sobrecarga el sistema de salud y perjudica a quienes necesitan genuinamente esas prestaciones. Segundo, como este caso demuestra, la formación ciudadana ética trasciende las aulas escolares. Si queremos una sociedad donde el servicio público sea sinónimo de integridad, debemos preguntarnos cómo seguimos educando en estos valores también a quienes ya ejercen funciones públicas, así como a la ciudadanía en su conjunto. Ningún sistema de control será suficiente mientras la ética siga siendo vista como un lujo y no como lo que realmente es: una condición de supervivencia democrática.

Rodrigo Mayorga

Director Ejecutivo, Momento Ciudadano

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