El debate por las cifras de empleo
Señor director:
El reciente debate en Frutillar en el que el candidato presidencial José Antonio Kast comparó la evolución del empleo durante las gestiones de Evelyn Matthei y Jeanette Jara durante su rol como ministras del Trabajo llevó la atención pública a cifras que, si bien reveladoras, requieren una interpretación más cuidadosa para comprender su verdadero alcance. Porque lo cierto es que, más allá del intercambio político, es necesario analizar cómo incide la composición del empleo –público o privado– en el funcionamiento del mercado laboral y en la sostenibilidad del crecimiento económico.
Durante el periodo de Jara se registró un aumento relevante en la ocupación, con la creación de más de 500 mil nuevos empleos. Sin embargo, una proporción importante de estos corresponde al sector público. Desde el punto de vista del trabajador, este tipo de empleo tiene ventajas evidentes, especialmente en cuanto a estabilidad y previsibilidad en el ingreso. Pero desde una perspectiva macroeconómica, la expansión sostenida del empleo fiscal plantea interrogantes que deben ser consideradas con cautela.
Es que el empleo público, al estar financiado por recursos del erario nacional, implica un incremento del gasto permanente. En contextos de bajo crecimiento económico o recuperación lenta, como el que enfrentó la administración de Jara, esta política puede cumplir una función contracíclica: impulsar la demanda agregada a través del gasto público y mitigar los efectos de la desaceleración sobre el empleo. No obstante, su impacto de largo plazo depende de un elemento clave: la productividad.
Si los empleos creados en el sector público no van acompañados de mejoras sustantivas en los servicios que ofrece el Estado –mayor cobertura, eficiencia operativa o calidad en la atención–, el aumento del gasto no se traduce en un beneficio neto para la economía. Por el contrario, se transforma en una carga fiscal persistente que puede tensionar las finanzas públicas si no es compensada con ingresos equivalentes o mejoras en la eficiencia del gasto.
En contraste, el periodo en que Matthei ocupó la cartera del Trabajo coincidió con una fase más dinámica del ciclo económico. El empleo creció de la mano del sector privado, que suele vincularse con incrementos en la productividad y una contribución más directa al crecimiento económico. En este escenario, la generación de empleo responde a una mayor demanda por bienes y servicios, lo que permite que el motor del desarrollo se asiente en la inversión privada y en la innovación empresarial.
Ambas estrategias –fomento del empleo público en momentos de contracción y expansión del empleo privado en contextos de crecimiento– pueden ser válidas según el momento económico. Sin embargo, sus efectos no son equivalentes. Mientras una ofrece alivio en el corto plazo, la otra tiende a consolidar una trayectoria de desarrollo más sostenible. La clave está en la capacidad del Estado para calibrar estas políticas, evitando convertir respuestas transitorias en compromisos permanentes que limiten su margen de acción futura.
Es importante considerar que, en tiempos de debate presidencial, conviene mirar más allá de la confrontación de cifras y atender a la lógica económica que las sustenta. La discusión sobre el empleo no se resuelve con un número más alto o más bajo, sino con la calidad, origen y sostenibilidad de ese empleo en el tiempo. Ese es el criterio con el que debiésemos evaluar las políticas laborales del pasado y proyectar las del futuro, y para eso es clave estar informados.
Cristián Troncoso Valverde
Instituto de Políticas Económicas
Facultad de Economía y Negocios
Universidad Andrés Bello