Lenguaje político y la medida de la verdad
Señor Director:
En plena campaña, los candidatos multiplican discursos, eslóganes y gestos. Pero la verdad no se mide por la intensidad de una promesa, sino por algo más elemental: la adecuación del entendimiento a la realidad.
¿No resulta evidente que muchas palabras políticas se alejan de esta medida? ¿De qué sirve hablar de seguridad, justicia o migración si lo dicho no coincide con lo que la ciudadanía experimenta día a día? ¿Qué valor tienen las apelaciones a la moderación si solo esconden radicalismos calculados?
El lenguaje político es un acto performativo: crea expectativas, moviliza emociones, instala marcos. Pero si no se ajusta a los hechos, se transforma en ficción y erosiona la confianza. ¿Queremos seguir atrapados en la paradoja de promesas que dicen mucho pero cumplen poco?
La política no necesita más palabras que inventen realidades, sino realidades que sostengan las palabras. Solo entonces el discurso dejará de ser un artificio y podrá volver a ser un acto de verdad.
Kênio Estrela
Académico investigador, Escuela de Filosofía, UFT