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La ética del vínculo frente a la violencia digital

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Por: Andrés Ossandón Buljevic


Señor Director:

El psicoanalista Otto Kernberg mostró que, en ciertos desórdenes de personalidad, la agresión no es un exceso de rabia, sino un modo de organizar la identidad: se escinde el mundo en “buenos” y “malos”, se proyecta la destructividad en el adversario y se le deshumaniza. Esa lógica clínica hoy se replica masivamente en nuestras redes sociales.

Tres condiciones la potencian: el anonimato, que facilita externalizar impulsos agresivos sin sanción inmediata; el efecto contagio, que multiplica la violencia por imitación y refuerzo colectivo; y la reducción del otro a objeto, transformado en avatar, etiqueta o estereotipo, perdiendo su condición de sujeto complejo.

En tiempos electorales, los bots políticos convierten esta dinámica en estrategia organizada: fabrican enemigos colectivos, normalizan la humillación y cohesionan identidades a través del odio. La agresión deja de ser un desborde espontáneo y se vuelve una perversión política digital que erosiona la convivencia democrática.

Frente a ello, no basta con ajustar algoritmos: se requiere alfabetización ciudadana crítica, compromisos de campañas por una contienda limpia y medios responsables que no amplifiquen linchamientos digitales. La advertencia de Kernberg sigue vigente: cuando la deshumanización se normaliza, enferma la vida psíquica y se fractura el tejido social. El desafío que enfrentamos trasciende lo tecnológico: es, ante todo, humano. Nos exige volver a la ética del vínculo, a esa disposición de reconocer al otro como un rostro y no como un objeto. Solo desde esa mirada podremos cuidar la delicada y frágil trama de la convivencia democrática.

Atentamente,

Andrés Ossandón Buljevic

Director Asociación Ética Empresarial y Organizacional de Chile

Socio Fundador Proqualitas Consultores

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