Eutanasia y Kafka
Señor Director:
Los últimos meses de vida de Franz Kafka fueron una auténtica tortura. Primero contrajo pulmonía y luego su estado se agravó con un ataque de tuberculosis de laringe, que le hacía muy doloroso tragar los alimentos. En ese período escribió “Un artista del hambre”, que trata de un artista circense que ayuna hasta morir. Sus amigos recuerdan haber visto lágrimas descender por sus mejillas.
En uno de sus últimos días, el sufrimiento era tan intenso que le dijo a un amigo: “Mátame o de lo contrario eres un asesino”. Pero su amigo no le hizo caso. En 1924, la voz de Kafka se apagó para siempre.
Hoy se argumenta que la medicina existe para cuidar y sanar, no para matar. Sin embargo, también podría afirmarse que aquellos médicos que se oponen a la eutanasia –muchos de ellos ligados estrechamente a la religión católica– se convierten, en la práctica, en verdugos de sus pacientes.
No es raro que la etapa final de la vida esté acompañada por un dolor y un sufrimiento que ningún tratamiento logra mitigar.
Siguiendo la línea de Kafka, cabe preguntarse: ¿qué dirían quienes rechazan la eutanasia si un día despertaran en sus camas convertidos en cucaracha, con dolores insoportables e incurables?
Ariel Meller Rosenblut
Ingeniero Civil, Universidad de Chile