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El huevo de la serpiente: Washington ante la victoria de Bolsonaro Opinión

El huevo de la serpiente: Washington ante la victoria de Bolsonaro

Iván Witker
Por : Iván Witker Facultad de Gobierno, Universidad Central
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En su afamada película, el director Ingmar Bergman recrea imágenes de la Europa de los años 20, confrontándose con la idea de un determinado curso de acontecimientos es absolutamente previsible, pese a la negativa de algunos a admitirlo. Son muchos los indicios que apuntan a una convergencia Brasilia/Washington, de la mano de dos líderes políticos fuera de lo común, que han sabido traducir discursos flamígeros en un inmenso caudal de votos y anotarse victorias que casi nadie creía posible.


Varios temas internacionales ayudan a explicar la contundente victoria de Bolsonaro, por lo que los énfasis y las personas que lo acompañarán en su gestión en materia de política exterior serán muy relevantes. Las opciones que tiene sobre la mesa son diversas, aunque es muy probable que brinde un extraordinario golpe político designando como canciller a una mujer, lo que ocurriría por primera vez en la historia de Brasil.

El nombre más recurrente es el de Ana Amélia Lemos, una periodista y senadora desde 2010 por Rio Grande do Sul, que ha dirigido la Comisión de Relaciones Exteriores, militante del Partido Progresista y que, sin dudas, le abriría al nuevo presidente electo un amplio espacio de apoyo político, aminorando de paso las críticas de misoginia que le han hecho. Lemos ha destacado por sus críticas a la mano blanda del lulismo en el combate al crimen organizado y ha mantenido por años una buena relación con Bolsonaro.

Otras voces que le aconsejan designar una mujer, se pronuncian por Maria Luiza Ribeiro Viotti, de vasta trayectoria en la ONU y jefa de gabinete del Secretario General, o por Maria Nazareth Farani Azevêdo, representante de Brasil en dicho organismo internacional.

En el entorno de Bolsonaro hay otros que privilegian la idea de crear un núcleo presidencial fuerte y de confianza total en las principales carteras y, por eso, se sugiere como canciller al diplomático Ernesto Fraga Araújo, actual jefe de la Dirección EE.UU./Canadá en la cancillería y principal promotor de la candidatura de Bolsonaro en el ministerio.

[cita tipo=»destaque»]Es dable anticipar que no será una retórica nacionalista o gestos unificadores de índole doméstica los que medirán el éxito de Bolsonaro. Él gana en una coyuntura muy distinta a la de sus predecesores, por lo que su test de éxito se medirá por otras variables. De Cardoso se esperaba que ordenara el país. De Lula, por su origen y trayectoria, que diera señales de no tirar por la borda el plan real instaurado por Cardoso, mientras que en Bolsonaro jugará un papel relevante lo que haga en términos estratégicos y al parecer es muy consciente de ello. No en vano, siendo candidato, dijo sin titubeos que avanzará en estas materias con la administración Trump, incluyendo cuestiones no exentas de polémica como el traslado de la embajada brasileña en Israel hacia Jerusalén y, como sería lógico, pasos enérgicos frente al drama venezolano.[/cita]

En esta misma línea, otros consideran que el nombre adecuado es Luiz Philippe de Orléans e Bragança, diputado electo por el PSL, descendiente de la casa real y por años colaborador de Bolsonaro, reconocido como acérrimo crítico del Mercosur, tema en que el presidente electo aún no tiene definido qué tipo de reestructuración aplicará. Orléans propugna su transformación en una zona de libre comercio, lo que tendría durísimas consecuencias en el comercio exterior argentino, especialmente la venta de manufacturas y automóviles, razón por la que Bolsonaro se puso en contacto varias veces con el mandatario trasandino, Mauricio Macri, durante la semana pasada.

Finalmente, también circula el nombre de Luiz Fernando Serra, cuya designación debiera interpretarse como mensaje de acercamiento a países BRICS y una cierta continuación de lo construido hasta ahora en esa línea.

Considerando que los generales que acompañan a Bolsonaro –el llamado Grupo de Brasilia– son determinantes, lo más probable es que canciller termine siendo Lemos o Fraga Araújo, pues ellos –igual que el presidente electo– fueron formados en la escuela geopolítica brasileña de Terezinha de Castro –quien ofreció algunas conferencias en Santiago en 1997–, Golbery do Couto e Silva, Meira Mattos y Mario Travassos, para quienes la proyección de poder de un país se mide según la convergencia/divergencia que exista entre las políticas exterior y de defensa.

En Defensa estará el general Augusto Heleno, por lo tanto, el trasfondo geopolítico más el contexto global y el necesario contraste con las prioridades que tuvo el lulismo, indican que ahora la relación con Washington y la Casa Blanca será absolutamente prioritaria. Por eso, Bolsonaro y especialmente el general Heleno, tienen claro que la proyección internacional del país requiere de ajustes importantes y, entre otros, está dejar atrás los desvaríos inconducentes de los años previos, como las aventuras en favor de Irán, el apoyo a Gaddafi en Libia, el respaldo al Foro de Sao de Sao Paulo, cuyas estridencias son del todo incompatibles con la visión que se ha impuesto de manera tan categórica.

Especial daño a la imagen externa de Brasil ocasionó el papel secundario y autocontenido en los asuntos hemisféricos adoptados frente a crisis regionales graves como Honduras 2009 o Paraguay en 2012 e incomprensibles para la estatura estratégica del país. Una actitud de la que Bolsonaro y el Grupo de Brasilia han hecho responsable a Celso Amorim y de la que, además, han aprendido que, si desean aspirar en serio a tener voz determinante en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, tienen que alcanzar previamente un acuerdo estratégico con Washington. A modo de ejemplo, la India comprendió la importancia de esa bilateralidad para obtener reconocimiento a su programa nuclear durante la era Bush Jr. En principio, ese camino se ve menos pedregoso que una salida de la ONU.

Aquí cobra centralidad la última visita a Brasil del secretario de Defensa de EE.UU., James Mattis, en agosto, donde ambas partes fueron explícitas en una cooperación estratégica más estrecha. Por ejemplo, un tema muy sensible para el desarrollo espacial estadounidense es encontrar a la brevedad un lugar donde emplazar un nuevo centro de lanzamiento de naves. Los brasileños tienen subutilizada la base Alcántara, la cual por su localización cerca del Ecuador, resulta óptima para los planes estadounidenses. Alcántara fue tema central de la alocución de Mattis en el Colegio de Guerra de Río de Janeiro durante su visita y, en esa línea, no debe extrañar si designa ministro de Ciencia y Tecnología al comandante de la Fuerza Aérea, Marcos Pontes, el popular astronauta brasileño, formado en el centro espacial Lyndon Johnson, que el 2006 viajó a la estación espacial internacional.

Por lo tanto, la sintonía política y la cercanía tradicional entre ambas Fuerzas Armadas podrían ser el puntapié inicial a una suerte de reparación histórica que, los brasileños sienten no se ha hecho por diferentes circunstancias globales, respecto a su fuerte apoyo en combate y logístico a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Es curioso lo ocurrido, pues en aquellos años la cuarta flota de la marina estadounidense tuvo en Natal su más grande base en el extranjero, en tanto que la fuerza aérea operaba en Recife una base muy importante para sus misiones.

Quizás fueron las ambiciones algo desmedidas de Brasil en las décadas pasadas (especialmente la de desarrollar armas nucleares) y la falta de sintonía política con Washington, lo que los distanció. Ahora, la percepción más realista que predomina en el Grupo de Brasilia será la que lleve a ambos países a una convergencia con bastantes consecuencias para el resto del hemisferio. Hay que recordar que un particular ascendiente tiene hoy el general Heleno, quien en su momento apoyó los esfuerzos nucleares de Ernesto Geisel y hoy sabe que el ascenso de Brasil a potencia mundial no pasa, necesariamente, por los vericuetos del dominio del átomo.

Es dable anticipar que no será una retórica nacionalista o gestos unificadores de índole doméstica los que medirán el éxito de Bolsonaro. Él gana en una coyuntura muy distinta a la de sus predecesores, por lo que su test de éxito se medirá por otras variables. De Cardoso se esperaba que ordenara el país. De Lula, por su origen y trayectoria, que diera señales de no tirar por la borda el plan real instaurado por Cardoso, mientras que en Bolsonaro jugará un papel relevante lo que haga en términos estratégicos y al parecer es muy consciente de ello. No en vano, siendo candidato, dijo sin titubeos que avanzará en estas materias con la administración Trump, incluyendo cuestiones no exentas de polémica como el traslado de la embajada brasileña en Israel hacia Jerusalén y, como sería lógico, pasos enérgicos frente al drama venezolano.

Es curioso lo que se puede configurar ahora en Brasil, donde veremos un Estado más fuerte, a diferencia de la era de Lula, donde la política del país irradiaba a partir de su persona y su partido. Es curioso, porque muchas de las innovaciones en materia externa tendrán como sello a militares y resulta que el único país latinoamericano donde la figura del Estado no la encarna un militar, es justamente Brasil. Es un civil, José Maria da Silva Paranhos, el popular barón del Río Branco, gracias a quien Brasil no solo adquirió la configuración geográfica actual, sino que obtuvo el reconocimiento internacional definitivo de sus vecinos y de las principales potencias de inicio de siglo.

La victoria electoral de Jair Bolsonaro reúne características bien excepcionales en la historia política reciente de América Latina e independientemente de cómo se desarrolle y cómo termine, ya ha generado un hito. Derechas e izquierdas deberán reacomodarse.

El mensaje de los brasileños parece ser una demanda perentoria al nuevo establishment que se gestará en orden a que finalmente “llegue el futuro”, haciendo alusión al escrito de Stefan Zweig, un judío austríaco que llegó a Río huyendo de los nazis en 1940 y escribió Brasil el país del futuro. El chiste por décadas ha sido que “desde entonces lo sigue siendo”.

En su afamada película El huevo de la serpiente, el director Ingmar Bergman recrea imágenes de la Europa de los años 20, confrontándose con la idea de que un determinado curso de acontecimientos es absolutamente previsible, pese a la negativa de algunos a admitirlo. Son muchos los indicios que apuntan a una convergencia Brasilia/Washington de la mano de dos líderes políticos fuera de lo común, que han sabido traducir discursos flamígeros en un inmenso caudal de votos y anotarse victorias que casi nadie creía posible.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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