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El ígneo panorama de los desertores Opinión

El ígneo panorama de los desertores

Iván Witker
Por : Iván Witker Facultad de Gobierno, Universidad Central
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La historia venezolana indica que muchos conflictos políticos internos suelen terminar en sangrientas guerras fratricidas. Basta mirar el período conocido como “Revolución Libertadora”, que provocó más de 50 mil muertos entre 1900-1903, cuando numerosos caudillos regionales intentaron derrocar a Cipriano Castro (a la sazón, Venezuela era el segundo productor mundial de café), aprovechando que el país, igual que hoy, estaba en la mira de las grandes potencias y había caído en default. Muy recurrido es el dicho que la historia se suele repetir. Pues bien, la explosión de la “Revolución Libertadora” sedimentó hacia 1908 y Cipriano Castro, necesitado de un tratamiento médico, se embarcó rumbo a Alemania dejando en el poder a su compadre (y segundo del régimen), Juan Vicente Gómez. Cuando quiso regresar, ya había sido desplazado y debió partir al exilio, donde falleció.


En muy buena hora se ha producido en nuestro país una suerte de consenso respecto a lo inevitable que es la interacción entre las políticas exterior e interior. Las discrepancias nacionales observadas en torno a Venezuela estaban resultando a todas luces extrañas. Casi como querer tapar el sol con un dedo, pues este proceso convergente se observa hoy en todo el mundo.

Quienes están familiarizados con la literatura especializada, saben que esta imbricación de los dos ámbitos se ha dado desde siempre, aunque ahora, forzado por el fin de la Guerra Fría, el mundo marcha irreversiblemente hacia una sola arena, política, económica y estratégicamente hablando. No es por casualidad que en los 90 haya surgido y expandido el concepto “interméstico”, neologismo a partir de internacional/doméstico, que algunos adjudican al ex canciller indonesio Hassan Wirajuda y otros al muy destacado internacionalista estadounidense James Rosenau, y que condensa esta evidente concatenación entre ambas realidades. Su rápida aceptación habla por sí sola y los argumentos refractarios son prácticamente insostenibles.

Por otro lado, la evidencia empírica muestra abundantes ejemplos de lo importante que resulta evaluar escenarios de riesgo y analizar incluso cuestiones menores o accesorias en los demás países. Tampoco es por casualidad que justo en 1972, cuando esta tendencia convergente apenas asomaba, el meteorólogo E.N. Lorenz haya descubierto que pequeñas perturbaciones en la atmósfera causan grandes trastornos, lo cual llevó en 1987 a James Geick a decir “el aleteo de una mariposa en Brasil puede causar tornados en Texas”.

Luego, todos los gobiernos cuyas economías cruzan el imaginario umbral de los 15 mil US$ de ingreso per capita comienzan a incluir en sus análisis y debates domésticos variables externas muy concretas, como efectos de migraciones, inversiones, comercio, conexiones energéticas, cercanía/lejanía política entre las elites, intereses nacionales, intereses de grandes potencias y muchas otras.

¿Es la litis venezolana una excepcionalidad?

Todas las variables y elementos que se examinen indican categóricamente que no.

Por ejemplo, para Colombia, hasta el más mínimo suceso en Zulia, Táchira y demás estados venezolanos limítrofes, e incluso lo que pasa en la lejana Caracas, son de palpitante interés para su proceso de toma de decisiones. Otro ejemplo es Brasil. Hay muchos que se han extrañado por la relativa mesura del Presidente Bolsonaro respecto a los sucesos venezolanos y olvidan (o simplemente desconocen) que la energía que consume el estado brasileño de Roraima proviene en su totalidad de la represa de Guri, ubicada en el aledaño estado de Bolívar.

O sea, si un día X el gobierno de Maduro resuelve cerrarla, el problema interno brasileño sería monstruoso, pues Roraima es el único estado de Brasil que no se encuentra interconectado al Sistema Interligado Nacional. Ello explica, además, que la delegación brasileña a la cumbre del Grupo de Lima haya sido dirigida por el Vicepresidente, el gral. Mourao, dejando en claro que las FFAA brasileñas están muy al pendiente de las complejidades que tiene el quiebre político en la vecina Venezuela.

Por lo tanto, la lupa interméstica con que se debe ver la disputa Maduro/Guaidó es imprescindible también para Chile, sea por efectos de migraciones históricas y actuales, juego de grandes potencias, temas éticos de las respectivas elites políticas, presencia de Guaidó y su partido en la Internacional Socialista y unas cuantas más, que quizás desconocemos.

Ello es fundamental porque la imbricación interméstica va a adquirir importancia ineludible en las próximas semanas, cuando la tensión geopolítica se agudice y aquel país se asome al espanto de una confrontación armada interna. Tal escenario no va a dejar indiferente a país alguno en la región (eso jamás ocurre) ni a ninguna fuerza política local.

Ahora bien, ¿qué tan viable es ese ígneo escenario venezolano?

Bastante más de lo que parece a primera vista. Si a la tensión geopolítica, a la polarización interna y al fracaso de la mediación vaticana, sumamos la continua deserción de militares y policías maduristas, no se ve varita mágica que pueda revertir. Al contrario, las disputas por los lingotes de oro, CITGO y otros, solo refuerzan esta idea.

Al momento de escribir estas líneas suman ya 600 los desertores y es dable suponer que en los próximos días se llegará a una cifra de 4 dígitos. La experiencia histórica demuestra que los desertores suelen transformarse en una fuerza de mucha reciedumbre. Y existe evidencia empírica de sobra respecto a que su aumento es exponencial cuando los involucrados activos deciden entrenarlos y formarlos como fuerza expedicionaria.

Entre los casos más recientes, el sirio es muy nítido. Nadie que hubiese conocido aquel país de los 90 hacia atrás, habría imaginado la desestructuración y violencia surgidas como volcán.

Por lo demás, la historia venezolana indica que muchos conflictos políticos internos suelen terminar en sangrientas guerras fratricidas. Basta mirar el período conocido como “Revolución Libertadora”, que  provocó más de 50 mil muertos entre 1900-1903, cuando numerosos caudillos regionales intentaron derrocar a Cipriano Castro (a la sazón, Venezuela era el segundo productor mundial de café), aprovechando que el país, igual que hoy, estaba en la mira de las grandes potencias y había caído en default.

Muy recurrido es el dicho que la historia se suele repetir. Pues bien, la explosión de la “Revolución Libertadora” sedimentó hacia 1908 y Cipriano Castro, necesitado de un tratamiento médico, se embarcó rumbo a Alemania dejando en el poder a su compadre (y segundo del régimen), Juan Vicente Gómez. Cuando quiso regresar, ya había sido desplazado y debió partir al exilio, donde falleció.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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