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El legado de comunidades chinas Opinión

El legado de comunidades chinas

Mario Ignacio Artaza
Por : Mario Ignacio Artaza Cónsul General de Chile en Nueva York
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La relación de China en el continente americano, en especial con Chile, tiene cimientos sólidos que han perdurado en el tiempo por medio de las lecciones y la entrega de las comunidades chinas que han contribuido, en ocasiones sigilosamente, al desarrollo integral de nuestro país. El 2020 aparece como una ocasión propicia para reconocerles y sumarles con aún mayor vigor.


Hay un antiguo refrán chino, que recuerda agradecer a quien excavó el pozo desde donde uno extrae el agua necesaria para vivir. Es una suerte de invitación a ser humilde y dar una señal de gratitud a quien le ha brindado una mano en tiempos difíciles o, bien, a quien le ha abierto una puerta de oportunidades, contribuyendo así a obtener un empleo, el éxito de una idea o de un emprendimiento.

En las últimas semanas, el continente americano –más allá de la discusión, análisis y embates que ha ido generando la disputa comercial entre Beijing y Washington, DC– ha sido testigo de dos hitos que refuerzan el relacionamiento comprensivo de los pueblos que conforman los países de nuestro continente con la República Popular China.

Estas acciones no han de pasar de largo para Chile, teniendo presente que el próximo año se conmemorarán los 50 años del establecimiento de relaciones diplomáticas y los 175 años desde la apertura de la primera oficina de asuntos comerciales y consulares de nuestro país en Cantón, hoy Guangzhou.

En primer lugar, por medio de una emotiva ceremonia celebrada en el mismo lugar en donde hace 150 años se unieron los rieles del ferrocarril transcontinental, empleando para ello clavos de oro en las durmientes emplazadas en Ogden, estado de Utah, descendientes de los más de 20 mil trabajadores chinos que laboraron con escuálidos pagos por sus labores, conmemoraron los múltiples sacrificios que debieron ser sorteados por sus antepasados para contribuir a unir, con infraestructura y tecnología de punta para aquella época, a Estados Unidos, desde San Francisco, California, en el oeste, a Nueva York, en el este.

Hasta hoy no ha quedado en el olvido que los chinos homenajeados hace poco en Utah, arribaron en un estado de servidumbre o de semiesclavitud, con contratos de arrendamiento, cumpliendo turnos de 12 horas, 6 días a la semana, enfrentando precarias condiciones de seguridad, alimentación, salud y en ocasiones el uso de violencia, por su apariencia o falta de conocimiento del inglés para comunicarse.

Más de un 90% de toda la fuerza de trabajo que se desplegó en la construcción de puentes, túneles (algunos de ellos ubicados a más de 3 mil metros de altura), emplazamiento de rieles y de durmientes, fue de origen chino, principalmente proveniente de las mismas localidades desde donde arribaron a Chile y al Perú los primeros inmigrantes chinos, es decir, desde las hoy provincias de Guangdong y Fujian, y desde las ciudades de Hong Kong y Macao, ubicadas en el sureste de la República Popular China.

La contribución de los trabajadores chinos al desarrollo del ferrocarril en ese país ha sido destacada a nivel gubernamental, empresarial y de entidades representativas de la comunidad en Estados Unidos. Desde el 2014, los trabajadores chinos del ferrocarril han sido homenajeados, ocupando una placa conmemorativa un lugar de privilegio en un salón emplazado en el Ministerio del Trabajo en Washington, DC. Hoy se está en conversaciones avanzadas para la emisión de una estampilla conmemorativa. Asimismo, se trabaja en incorporar las historias que se vienen transmitiendo de generación a generación, a la malla curricular del sistema educacional en varios estados de ese país, con la prestigiosa Universidad de Stanford anticipando una muestra de fotografías y de textos que abordarán la temática.

Ahora bien, el segundo hito ha sido el despliegue organizado en y por el Perú, con motivo de los 170 años del arribo de los primeros inmigrantes chinos a ese país. Muestras de arte, baile, cine, eventos gastronómicos, y la organización de un concurso de escultura, “con el objetivo de evidenciar de manera visual y sensorial, el equilibrio de la unión de dos culturas milenarias, peruana y china”, indica su convocatoria por parte de la Asociación Peruana China, con sede en Lima.  Fueron miles los trabajadores chinos y sus familias, quienes arribaron al Perú luego de una larga travesía por mar, para laborar en la construcción de líneas del ferrocarril central de dicho país, explotación del guano y de minerales o, bien, en la cosecha de la caña de azúcar. Cien mil trabajadores del sur de China y casi todos hombres, fueron contratados entre 1849 y 1874.

La visita a San Francisco, California, del buque escuela de la Marina de Guerra de ese país, el BAP “Unión”, cuna de la inmigración china al continente americano, particularmente en tiempos de la fiebre del oro en la Sierra Nevada californiana, no pasa desapercibida para quienes recuerdan épocas de grandes veleros surcando el Pacífico, uniendo a Oriente con Occidente. Fue a finales de 1860 que se inició, por medio del tránsito marítimo, el asentamiento de los comerciantes chinos provenientes de California, en el barrio comercial limeño llamado “La Concepción”.

Todo lo descrito anteriormente es útil para Chile, en momentos en que se anticipan, para el 50º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre la República Popular China y nuestro país, actividades artísticas que, por ejemplo, recordarán a célebres compatriotas, como el poeta Pablo Neruda y al pintor José Venturelli, entre muchos otros destacados chilenos y chilenas que, por medio de sus obras y accionar en terreno, contribuyeron a darle alma y musculatura a la relación comprensiva y estratégica que hoy, con el paso del tiempo, nos une y proyecta.

En tal línea, no debiéramos dejar a un lado al momento de conmemorar nuestros lazos de profunda amistad y de una reconocida cooperación Transpacífico, a aquellos miles de chinos cuyos restos mortales descansan en tumbas sin nombre, en cementerios ubicados en Patillos, Guanillos del Norte, Pabellón de Pica, Quillagua, Caleta Lobos, localidades ubicadas en el camino costeño que une Iquique con Tocopilla. Una ruta histórica para rescatar lugares en donde, por ejemplo, laboraron inmigrantes chinos amarrados a cuerdas en acantilados agrietados, o bien bajo un intenso sol, en medio de la pampa, de seguro constituiría un potente gesto de agradecimiento y humildad.

Algunas de las tumbas y camposantos que en esas zonas se emplazan, merecen ser objeto de una intervención por un tema de respeto mayor a quienes, a través de su esforzado trabajo y, en ocasiones un grado no menor de astucia, extrajeron con sus manos la riqueza del suelo y del mar, para cargarla sobre sus hombros y, así, día a día, ir a contribuir a darle forma a nuestro Norte Grande, sin tener jamás la oportunidad de regresar a su tierra natal en China.  

Ello, a diferencia de algunos más afortunados, cuyos restos óseos o cenizas eran enviados como encomiendas selladas, a las cuales se le adosaba una carta o nota para la familia, para ser entregados luego de una larga navegación emprendida por grandes veleros, a representantes de asociaciones de beneficencia tales como el Hospital Tung Wah, ubicado en el área de Sheung Wan, en la isla de Hong Kong.

Un especial aniversario como es el que Chile y China próximamente conmemorarán, sin dudas servirá para recordar historias tales como la de Quintin Quintana (nombre original Leo Shin), quien luego de tener una destacada participación liderando la Legión Vulcano en la Guerra del Pacífico, terminó integrando la sección de pesquisas en la Policía Municipal de Santiago, en donde se le reconoció por su elegancia y habilidades para relacionarse. O bien a destacadas personalidades de la comunidad china de Iquique, como Jou-Lin Fang, quien arribó a nuestro país a bordo del vapor de bandera japonesa “Amoy Maru”, el cual tardó 60 días en cruzar el Pacífico, en 1928. Trabajaría en una oficina salitrera y, durante la Segunda Guerra Mundial, se esmeró por organizar a la comunidad para enviar ayuda a quienes resistieron la ocupación japonesa.

La relación de China en el continente americano, en especial con Chile, tiene cimientos sólidos que han perdurado en el tiempo por medio de las lecciones y la entrega de las comunidades chinas que han contribuido, en ocasiones sigilosamente, al desarrollo integral de nuestro país. El 2020 aparece como una ocasión propicia para reconocerles y sumarles con aún mayor vigor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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