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Guerra tecnológica y de aranceles: Estados Unidos y China MERCADOS|BLOOMBERG

Guerra tecnológica y de aranceles: Estados Unidos y China

Alexis Guardia
Por : Alexis Guardia Economista. Universidad de Chile. Doctor en Economía. Universidad de Paris IX Dauphine
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En lo que se refiere a las medidas proteccionistas en torno al acero y al aluminio, las universidades de Berkeley, UCLA y Columbia han estimado que los aumentos de aranceles impuestos por Estados Unidos han costado en un año 69 mil millones de dólares a los consumidores de dicho país, que deben pagar más caro por los productos a base de tales metales.


En la cruzada proteccionista en la que se lanzó hace un año el presidente Trump, con el fin de reequilibrar el déficit comercial alcanzado por la economía de Estados Unidos, se hizo uso de un aumento de aranceles, es decir, de los  impuestos al valor de las importaciones de sus socios comerciales, en particular China, y amenazante para la Unión Europea. Sin embargo, no sabemos si ello desestabilizará más el comercio mundial o volverá sobre los problemas económicos internos de la economía estadounidense.

Como es sabido, la secuencia de la denominada guerra comercial comenzó el 1 de marzo del 2018 con el aumento de aranceles de 25% y 10% a las importaciones de acero y aluminio efectuadas por Estados Unidos y básicamente dirigidas a Canadá, México y Corea del Sur.  Poco después siguió un aumento de aranceles de 10% a las importaciones chinas, para posteriormente, el 10 de mayo del presente año, volver aumentarlos a  25%, imponibles sobre 200 mil millones de dólares de productos chinos importados, y a fines de junio habría 300 mil millones de dólares de importación suplementaria a la altura de un 25% de arancel.

La respuesta de la economía china ha sido imponer a 60 mil millones de dólares de importaciones americanas un arancel de 10% y posteriormente un 25%. Naturalmente el gobierno estadounidense se encuentra en una posición de fuerza favorable, pues China no puede replicar al mismo nivel, ya que ellos importan muchos menos bienes que los estadounidenses. Pero, por otro lado, no es menos cierto que el aumento de aranceles en EE.UU. de alguna manera puede repercutir en los precios, generando una presión inflacionaria que sacaría al Banco Central de dicho país de su actual pasividad.

En el mes de mayo se inician las negociaciones en torno al tema comercial entre Estados Unidos y China, con un tema adicional que algunos llaman “la guerra tecnológica”, pues incluye el problema de la propiedad intelectual. Cuestión importante, sin duda, desde el punto de la hegemonía mundial, puesto que China no tiene la intención de renunciar a ser, el año 2025, líder en diez sectores tecnológicos claves.

Según el Wall Street Journal, las autoridades chinas se habrían negado recientemente a comprometerse por escrito a modificar su legislación sobre la propiedad intelectual y el respeto de las patentes, como asimismo las transferencias forzadas de tecnología y la subvención del Estado a las empresas chinas. Particularmente aquellas que están en la punta del progreso técnico. La réplica de Estados Unidos no es menos fuerte, toda vez que recientemente ha declarado al importante conglomerado económico chino Huawei (número dos mundial de las telecomunicaciones, detrás de la empresa coreana Samsung, pero delante de Apple) como parte de la lista de las compañías que amenazan la seguridad nacional. En la práctica esto significa que las firmas estadounidenses deben en lo sucesivo pedir una licencia especial antes de hacer negocios con la empresa Huawei.

En lo que se refiere a las medidas proteccionistas en torno al acero y al aluminio, las universidades de Berkeley, UCLA y Columbia han estimado que los aumentos de aranceles impuestos por los Estados Unidos han costado en un año 69 mil millones de dólares a los consumidores de dicho país, que deben pagar más caro por los productos a base de tales metales.

Pero si nos vamos a la fuente de la cual surge, primero la preocupación y luego la política comercial estadounidense actual, ello nos remite al importante déficit comercial de EE.UU. del 2018, el cual, fuera de los servicios, alcanzo 891 mil millones de dólares, es decir, un alza de 10%, considerado un récord histórico. Sin embargo, este aumento del déficit comercial es también resultado de un importante crecimiento económico de Estados Unidos y que alcanzó el 2018 un 2,9%, y el primer trimestre del presente año un 3,2% en ritmo anual, con una tasa de desempleo que la más baja desde hace 50 años, y un déficit fiscal que se encuentra actualmente en ritmo anual en un 4,4% del PIB.

Sin embargo, no hay que olvidar que la economía de EE.UU. tiene algunos privilegios, pues ellos son los únicos que disponen de la moneda de reserva dominante, el dólar, el que le permite financiar sus déficits por el resto de los países, los cuales colocan sus ahorros en papeles en dólares emitidos por las autoridades financieras estadounidenses.

En consecuencia, el déficit comercial de Estados Unidos no se explica por la deslealtad comercial de los chinos, ni la mala voluntad de los europeos para comprar productos de la nación norteamericana. Si Estados Unidos compra mucho al resto del mundo y no exporta lo suficiente, se debe al privilegio indicado que le permite enfrentar con mayor comodidad sus desequilibrios macroeconómicos de orden presupuestario, es decir, básicamente con un ahorro insuficiente. Todo lo cual le ha permitido dopar a la economía americana vía reducción masiva de impuestos y aumento del déficit fiscal, derivado de un incremento importante del gasto presupuestario, que además en condiciones de pleno empleo y un alza del dólar  favorece el crecimiento de la demanda de consumo, de bienes finales e intermedios, tanto nacionales como importados.

Por cierto, en este contexto el conflicto comercial y tecnológico entre Estados Unidos y China es más amplio que un conflicto aduanero. Se trata de dos economías que tienen modalidades de funcionamiento diferentes en los ámbitos económico y político. Pero ambos tienen en común la impronta nacionalista del logro de la hegemonía mundial.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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