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La «política singular» y la captura de la oposición por el neoliberalismo Opinión

La «política singular» y la captura de la oposición por el neoliberalismo

Es evidente que Chile avanza hacia la precarización de los Derechos Sociales y a una crisis económica. Además, arrastra una incapacidad política profunda en el desafío del cambio climático. Estas materias deberían ser asumidas y abrazadas con ánimo y unidad por la oposición, sin embargo, ha optado por el fenómeno de la “política singular”, en una renuncia al ejercicio de la política colectiva, que era la inspiración clásica de la centroizquierda chilena y latinoamericana.


Hoy duele ver y ser parte de la oposición, errantes en el ejercicio político y en guerras fratricidas que siguen resquebrajando las confianzas del pasado, y en especial las cicatrices de la dispersión de votantes en las elecciones presidenciales.

Es evidente que Chile avanza hacia la precarización de los Derechos Sociales y a una crisis económica. Además, arrastra una incapacidad política profunda en el desafío del cambio climático. Estas materias deberían ser asumidas y abrazadas con ánimo y unidad por la oposición, sin embargo, ha optado por el fenómeno de la “política singular”, en una renuncia al ejercicio de la política colectiva, que era la inspiración clásica de la centroizquierda chilena y latinoamericana.

En un primer momento la oposición optó por tomar un rol fiscalizador, pensando en sus propios errores o flancos en los primeros meses de Bachelet. Así, fue capaz de levantar temas de relevancia pública, como fueron los de conflictos de interés en el nombramiento del embajador de Argentina, los viajes financiados con dinero público del ministro de Hacienda para actividades particulares, la acusación constitucional contra el ministro de Salud, la solicitud de remoción del Fiscal Nacional a la Corte Suprema, entre otros.

Pero ese espacio claramente tenía un fin. Hacer política bajo la negación y fiscalización exige altos estándares éticos y de unidad, para asumir las victorias colectivamente y traspasar la derrota al Gobierno. Sin embargo,  empezamos a divisar la llegada de la “política singular”, en tanto, la propia oposición se encargó de adjudicar la política de fiscalización al Partido Socialista y varios se desmarcaron con el objeto de mostrarse “dialogantes” o “tolerantes” con la nueva administración y, así, resaltar la individualidad.

La “política singular” es el fenómeno generado por el actual sistema económico, es una “ampliación del campo de batalla”, que atomiza y enfrenta a  los líderes de la oposición, generando día a día nuevos actores, nuevos fusibles, nuevas peleas, nuevos sinsabores.

Así, de la simple revisión de los medios cada semana, vemos cómo se levantan nuevas figuras políticas del ayer que estaban “en sueño” como verdaderos mesías que vuelven a remecer a las alicaídas bases partidarias; otros que buscan inspiración en el pasado, pretendiendo traer los bailes de la transición al presente, sin la amenaza de un general vetusto acuartelado en la Escuela Militar; candidatos a Presidente de la República con amplios conocimientos técnicos, pero que asumen su falta de trabajo territorial y de redes militantes; parlamentarios de todos los colores que son capaces de levantar la supuesta suciedad que se encuentra bajo la alfombra de sus partidos, apelando a la conformación de una nueva moral partidaria, olvidando la mugre propia; o actores amateurs que buscan llegar a la Sra. Juanita a través de los vilipendiados pero seguidos matinales.

Todo lo anterior es atractivo para estos miembros de la elite política, al mostrarlos vigentes y con oportunidad de distribuir un poder y una mística que aseguran recuperar para sus adeptos. Pero omiten que se encuentran gravemente capturados o contagiados con la política o economía neoliberal, son la necesaria dispersión de fuerzas que requiere el Gobierno para hacer navegar su atribulado barco.

En efecto, esta forma de hacer política no puede normalizar como algo positivo la exaltación de lo individual por sobre el colectivo. La única manera de que los números o las evaluaciones ciudadanas sean estables y valoren su trabajo, será porque su vocación primera sea lo público y no lo privado. De ahí, que su mayor esfuerzo debiera estar en lograr los acuerdos políticos y sociales necesarios, para lo cual fueron votados, como fue en su época la “Unidad Política y Social del Pueblo” de la que hablaba Radomiro Tomic.

Asimismo, la construcción política en relación con la oposición o destrucción de los pares solo impide centrarse en el verdadero objetivo, que es la satisfacción de las necesidades públicas. Por ejemplo, cada vez que los jugadores de la Selección Chilena se enfrentan con discusiones o gritos en la cancha, nos comemos una boleta de proporciones bíblicas. De ahí, que los problemas se resuelven en el camarín, no por falta de transparencia, sino por la necesaria estabilidad que se debe mostrar en los juegos y trabajos colectivos.

Finalmente, se paga con una gran ingenuidad. El reconocimiento individual de las capacidades del todo hace más fácil destruir el proyecto político. Solo será posible lograr un real posicionamiento social y político, si nos centramos en las ideas y los proyectos, renunciado a la figuración individual. Así, aun cuando pueda cuestionarse largamente la trayectoria de Cristina Fernández, ella renunció a igualar a Juan Domingo Perón y buscar su tercera presidencia por un proyecto colectivo, que tiene al Justicialismo a las puertas de la Casa Rosada, de la Provincia de Buenos Aires y tocando las puertas de una segunda vuelta en CABA. ¿Qué diablos tiene que pasar acá para que comencemos a visualizar un actuar colectivo?

Amplios desafíos tiene la oposición, y no respecto a su contrincante, sino en volver a tener la posibilidad de actuar como un colectivo, renunciando a los lucimientos individuales y centrándose, con silencio, con disciplina y dedicación, en sacar adelante los proyectos de un Chile más inclusivo y con políticas de bienestar social que se requieren y son exigidas con el clamor de los más desposeídos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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