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Las confusiones de Mañalich sobre el sistema de salud Opinión

Las confusiones de Mañalich sobre el sistema de salud

Álvaro Besoaín
Por : Álvaro Besoaín Kinesiólogo, Académico del Departamento de Kinesiología, del Núcleo en Desarrollo inclusivo (Universidad de Chile) y de la ONG Observatorio cité
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El debate entre el Ministro de Salud y un humorista, se ha instalado. “Quisiera corregir al gran humorista chileno Stefan Kramer en el sentido de que él sostuvo en su show, que yo no dije que tuviéramos el mejor sistema de salud del sistema solar, no, tenemos uno de los mejores sistemas de salud del planeta Tierra. Eso es lo que yo he dicho y lo sostengo y lo repito”. ¿Qué lleva a nuestro Ministro de Salud, a enfrascarse en aclaraciones con el humorista?

La férrea defensa del sistema de salud chileno que hace el célebre ministro, basado en el reporte Bloomberg del 2017 sobre la eficiencia de los sistemas de salud, es por lo menos extraña. Recordemos que dicho indicador asocia expectativa de vida en el país con gastos totales de salud, ubicando a Hong Kong y Singapur en la cima, mientras que Estados Unidos, Brasil y Rusia se encuentran en las últimas ubicaciones. Nuestro octavo lugar (https://www.elmostrador.cl/mercados/2017/09/04/inesperado-chile-es-top-ten-en-eficiencia-de-la-salud/) en dicho ranking suele ser el foco de las cartas a los diarios que han defendido la frase del Ministro. En ninguna de las cartas defensoras, hacen referencia a las críticas del mismo indicador, por ser una aproximación reduccionista de la salud, ignorando elementos de estilos de vida, calidad de vida o bienestar. Pareciera una férrea defensa corporativa del ministro más que del sistema de salud.

 

De ser tan clara la evidencia, ¿Por qué la población no “le hace caso” a la emérita autoridad? Existen diversas voces, pero me parece que las siguientes confusiones son claves para entender el descontento.

Primero, el ministro confunde el sistema de salud con la red de prestadores de salud. Si nos basamos en definiciones básicas de un sistema de salud, como plantea la Organización Mundial de Salud,  éste  se define por la suma de todas las organizaciones, instituciones y recursos cuyo objetivo principal consiste en mejorar la salud. Un sistema de salud necesita personal, financiamiento, información, suministros, transportes y comunicaciones, así como una orientación y una dirección general (https://www.who.int/features/qa/28/es/).

Es decir, en esa primera confusión, el ministro mezcla el subsistema público con todos los subsistemas existentes (privado, fuerzas armadas y fuerza de orden). Esto es relevante, ya que en Chile, la salud se vive segmentada, con la red pública cubriendo el 78% de la población del país y abarcando a más del 50% de la población desde el I al IX                      decil socioeconómico (http://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen-multidimensional/casen/docs/Resultados_Salud_casen_2017.pdf). Si bien, las redes públicas heredan los principios del Servicio Nacional de Salud de 1952, tales como contar con diversos mecanismos de organización y articulación de las redes locales (atención primaria de la salud) con los centros especializados de atención (secundarios y terciarios),  éstas siguen precarizadas ante la ausencia de financiamiento y mecanismos efectivos que apoyen la integración de la red.

Esto daña profundamente la integralidad y sentido de oportunidad de la atención de salud, dado que el ministerio de salud en vez de corregir y dar dichos incentivos prefiere enfrascarse en debates televisivos o en medidas de gestión administrativa. Por ejemplo, insisten en la protocolización de procesos administrativos de la rehabilitación de personas con un accidente cerebrovascular, sin embargo, no generan mecanismos efectivos de coordinación entre los equipos de salud en la rehabilitación, no amplían el abordaje de salud mental que necesitan las personas que han vivido cambios tan grandes a sus vidas, ni se hacen cargo de un abordaje con perspectiva de género y territorial de las necesidades de las personas. Al final, dicho foco en la estandarización administrativa transforma en actos épicos cada esfuerzo de los equipos de salud por entregar atenciones de salud integrales y oportunas. Por eso, la confusión del ministro es profunda, ya que lo que es verdaderamente eficiente, es la capacidad de la red pública de abarcar a prácticamente la totalidad de la población con un aporte público muy bajo. La eficiencia ante la precariedad a la que la expone el Estado de Chile.

Por otro lado, la segmentación de la población en esta coexistencia de subsistemas de salud, reduce de manera sustantiva la costo-efectividad del sistema de salud, repartiendo la capacidad de pago de cada subsistema de salud, diversificando actores que deciden cómo abordar la salud y desarticulando el desarrollo de los servicios de salud. Casos como el de personas mayores con Alzheimer que no pueden acceder a estrategias de salud comunitaria (del subsistema público) por no existir en los otros subsistemas (como el privado o el de fuerzas armadas), se vuelve parte de los absurdos cotidianos.

Segundo, el ministro confunde eficiencia con satisfacción. Dentro de la misma definición de sistema de salud, se establece que este debe ser capaz de proporcionar buenos tratamientos y servicios que respondan a las necesidades de la población y sean justos desde el punto de vista financiero. No obstante, Chile se caracteriza por ser uno de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), con mayores gastos de bolsillo (35,1% frente a 20,6%), lo que afecta profundamente a personas mayores, con más necesidades de salud y con mayores gastos de bolsillo. Esto ciertamente daña la salud de la población y sus experiencias, principalmente porque transforma el acceso a la salud como un bien de lujo, si lo puedes pagar, podrás acceder a él. Si le sumamos a esto, la precarización del subsistema público, volvemos a tensionar el sistema, ya que dicha red pública debe abarcar a la población que cotizaba a otro subsistema pero que, en esta fase de sus vidas, ya fue expulsada del subsistema privado por no poder pagar las alzas de los planes. Aunque la eficiencia del sistema sea máxima, esta desigualdad y abusos en salud debido solo a la capacidad de pago, difícilmente generará satisfacción con el sistema.

Finalmente, muy en tono al gobierno que representa, Mañalich vuelve a refregar la importancia de la opinión de equipos de expertos, menospreciando la experiencia de las personas, cito: “…y de hecho, en la conferencia que tuvimos hoy con las autoridades de OPS (Organización Panamericana de la Salud) en Washington lo repitieron”. ¿Cómo la opinión de las OPS es capaz de negar los abusos e injusticias que se viven en nuestro sistema de salud? Una acotada demostración de empatía del ministro podría ser de buena ayuda. Su frase sigue en el ojo del huracán, porque da cuenta de la indolencia del sufrimiento del país. Sabemos el esfuerzo que realizan los equipos de salud, sabemos los esfuerzos de las redes de salud, no obstante, la injusticia económica, segmentación y fragmentación de las redes no son resueltos por la “preocupada” autoridad de salud, de hecho, son términos que no aparecen en sus discursos. Esperemos que el problema no sea una defensa del ejecutivo a las ISAPRES y clínicas, como la Clínica Las Condes.

Es evidente la necesidad de aumentar recursos financieros, humanos y tecnológicos en los centros de salud públicos, eliminar la discriminación en los seguros de salud, fortalecer el desarrollo de estrategias preventivas y de promoción de salud y aumentar la valoración de lo público en salud, como se ha estipulado por organismos internacionales, tanto políticos como científicos.

Si el ministro Mañalich, está tan preocupado por el prestigio de sistema de salud, debería detener inmediatamente el camino del FONASA Plus y el Plan Universal de Salud, ya que dichas propuestas sólo giran en torno a la radicalización de la fragmentación de salud, incentivo de privados y daño de nuestra eficiente red pública.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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