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La naturaleza quemando un cartucho Opinión

La naturaleza quemando un cartucho


Por estas semanas – dicen los que tienen el privilegio – se han visto las mejores postales desde el espacio. El planeta se observa con mayor claridad mientras se desvela en la pausa obligatoria de su producción. Se detuvo la máquina y las especies vivientes – sin contar al deshumanizado humano – decidieron salir a tomar aire fresco. Son muchos los reportes y noticias por estos días que indican y nos ilustran de cómo en distintas partes del mundo se han visto ejemplares que por décadas no se aparecían. Por otro lado, los fríos números son indesmentibles, las emisiones contaminantes se han reducido a grandes niveles. Lo que son las cosas, hace unos meses la comunidad científica con una mezcla de horror y asombro veía in situ al continente Antártico derritiéndose peligrosamente, hoy la comunidad ve a la humanidad sufriendo a un ritmo sin precedente.

El progreso bajo el esquema de vida que adoptó el mundo, tiene la soberbia y la arrogancia suficiente de la irreflexiva producción a toda costa. La codicia, el capital, la explotación, la globalización, llámese como quiera, tiene ineludibles consecuencias y están a la vista. Si en esta ocasión fue un murciélago, o un cerdo, o costumbres culturales poco higiénicas, o cualquier otro procedimiento con algún animal exótico lo que desencadenó la catástrofe, poca importancia tiene a esta altura. Más importante es pensar en lo que existe detrás de esta muestra troglodita de sentir y pensar la vida. Así, pareciera ser que aceleradamente luchamos día a día por cada vez ser más cavernario, y para peor, nos sentimos a gusto con ello. Poco importan la extinción de muchas especies, poco importa la destrucción de distintos hábitat, poco y nada se cuestiona como hemos pulverizado los límites del planeta y sus santuarios naturales.

Frente a la barbarie que hemos causado, al parecer, la naturaleza decide quemar un cartucho. Nos pone en aprietos y nos hace trastabillar. Al parecer el selecto grupo del poder en el mundo todavía creen que el debate que tienen que dar, o los desafíos que tienen que enfrentar, se remontan a qué hacer con los niños en las casas sin asistir a la escuela, o cómo se reactiva la economía y se protege a los empresarios y sus compañías que mueven el mundo. Nuevamente en esa línea se desconoce el debate de fondo y se equivoca el camino. El tema no pasa si estamos preparados o no para una pandemia, como decía el magnate Gates. Esto se trata de no pensar en remedios para las embarradas que como seres humanos seguiremos cometiendo en nuestro paradigma de vida productivo. Esto, más bien, debe convertirse en una oportunidad para un debate serio sobre cómo tenemos que vivir en armonía con el planeta y todas sus especies. Llegó el momento de dejar todo tipo de altanería dogmática y de presuntuoso poder, llegó la oportunidad de reflexionar sobre lo destructivos y autodestructivos que nos estamos convirtiendo, como decía una película, por unos dólares más. Francamente no se ve a los líderes mundiales a la altura de este problema.

Chile vive su propia angustia. Claramente es difícil reaccionar frente a un colosal problema, pero sigo creyendo que las cosas debieron hacerse mejor. El gobierno siempre tardío, atrás dos pasos de los Alcaldes, tanto así que prefirieron entregar “el mando” a las fuerzas de orden. Con las fuerzas amparadas por ley el gobierno tiene más libertad de proponer su plan y no el de los gobiernos comunales. Pequeñas peleas de poder que poco hacen por la transmisión de contagios. Argentina – por dar un ejemplo – con menos de la mitad de los casos de Chile, ya está en cuarentena total. Inclusive antes que el gobierno, el pueblo ya se había organizado en varias provincias. Se debe decretar cuarentena sin vacilación porque de lo contrario más nos lamentaremos. También se debe proteger al trabajador, suspender sus deudas y el Estado debe asumir su rol con fuerza, nos lo debe. El país debe parar.

La naturaleza le está diciendo a la acumulación del mundo y a los especuladores del país, que antes que el bolsillo, está la vida. Estamos a tiempo de entenderlo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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