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Ser migrante no te hace femicida: de generalizaciones racistas y otros demonios Opinión

Ser migrante no te hace femicida: de generalizaciones racistas y otros demonios


El 6 de enero de 2020, la PDI detuvo en Valparaíso -¡al fin!- a Igor Yaroslav González, como se hacía llamar el único sospechoso de asesinar a la joven floridana, estudiante de obstetricia de la UDP, María Isabel Pavez, y a otra joven en México, país de origen de González. Se sabe también de él que ingresó a Chile por un paso fronterizo no habilitado y que está vinculado al grupo de ultraderecha “Capitalismo Revolucionario”, fundado por Sebastián Izquierdo, quien ha sido formalizado por lesiones y amenazas y cuyos inicios políticos se remontan al grupo neonazi llamado “Legión 38 de Maipú”.

Es justamente en un departamento, propiedad del padre de Izquierdo, donde fue encontrado el cuerpo de María Isabel Pavez. Evidencia suficiente para afirmar que González ha sido amparado por personas fundamentalistas (antiderechos de las mujeres y de la diversidad), racistas y vinculadas al movimiento neonazi en Chile. Por el contrario, no existe evidencia en la que persona alguna pueda fundamentar insinuaciones en las que se asocie la migración a Chile con el aumento de la criminalidad en el país.

En escenarios sociales heterogéneos por naturaleza, el racismo neoliberal es la única motivación que podrían tener, por ejemplo, funcionarios del Estado, para afirmar que la migración está vinculada con el aumento de la criminalidad en el país o insinuar que los hombres migrantes son potenciales femicidas. Pues ninguna forma de violencia está asociada a la nacionalidad de las personas –ni tampoco a otra condición–, sino a un complejo ensamblaje de vivencias e interacciones impregnadas por la segregación como condición de supervivencia del sistema neoliberal.

Es el neoliberalismo, violento per se, el que engendra ambos: fuerza a la migración incentivando la precariedad y, en su vínculo funcional con el patriarcado, crea feminicidas construyendo escenarios de desprotección e impunidad. Entonces, aunque se pretenda instalar como creencia, es inverosímil afirmar que González es un femicida porque es extranjero. González es femicida siendo un hijo sano del régimen patriarcal, y cualquier otra argumentación va orientada a justificar intereses hegemónicos de las élites económicas y políticas en Chile.

Ni siquiera datos oficiales y públicos del SernamEG y de la Red Chilena contra la violencia –en adelante “la Red”– nos permiten aseverar relación alguna entre la migración y la violencia femicida. En 2020, el SernamEG contabilizó 43 femicidios, mientras que la Red registró 58. Según el SernamEG, los femicidas migrantes son apenas 3 (incluido González). Del mayor total registrado por la Red, 7 son los femicidas extranjeros, un escaso 4,06%, frente al aún más irrisorio 1,29% que reporta el SernamEG.

Podríamos decir entonces que durante 2020 la violencia femicida ha corrido por cuenta de «nacionales». Pero esta tendencia no es reciente. En el 2018, de los 42 femicidios contados por el SernamEG, solo 1 femicida es extranjero; la Red reportó 58 femicidios y, al menos, 52 de ellos fueron perpetrados por chilenos. El año 2019 nos cuenta una historia similar: la Red informa 64 femicidios y el SernamEG 46, de los cuales 8 femicidas son migrantes, en el primer caso, y 5 en el segundo. Puesto en porcentajes, según las cifras de la Red, el 87,5% de los femicidas fueron chilenos y, según el SernamEG, el 89,1%.

Los femicidas son chilenos en su inmensa mayoría, ¿y las víctimas? También. En 2018, solo 7 del total de femicidios reportados por la Red tuvieron como víctimas a mujeres migrantes, 3 de ellas muertas a manos de chilenos; mientras que el SernamEG contó 4 mujeres migrantes asesinadas, el 50% por hombres nacidos en Chile. Igualmente, en 2019, SernamEG registra 9 mujeres migrantes víctimas de femicidio mientras que la Red contabiliza 10.

A partir de estos datos, ¿sería posible afirmar que la violencia femicida se relaciona con el aumento de la migración? Por supuesto que no. Ni son mayoría los migrantes asesinos de mujeres, ni tampoco las víctimas de femicidios son mayoritariamente migrantes. Casi la totalidad de las mujeres asesinadas en Chile –nacionales o no– han muerto por la saña machista de hombres que sí han nacido y vivido en Chile. Cualquier otra inferencia estaría absolutamente sesgada.

Aunque se agarren de un clavo ardiendo para criminalizar a quienes migran, a María Isabel Pavez la mató la violencia patriarcal y femicida que atraviesa toda la configuración geopolítica latinoamericana –desde el Río Bravo hasta la Patagonia–, siendo una de las principales amenazas para la vida de las mujeres y de las disidencias sexuales y de género, más allá de cualquier nacionalidad.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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