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Votar por orden de preferencia Opinión

Votar por orden de preferencia

François Meunier
Por : François Meunier Economista, Profesor de finanzas (ENSAE – Paris)
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Confieso mi desconcierto. Se acercan las primarias de la derecha, con cuatro candidatos, todos ellos de gran valor. Pero, ¿por quién votar? Por suerte, hay una buena idea que viene de los E.E.U.U.: la votación por orden de preferencia, el ranked-choice voting, muy común allá para las elecciones locales. (Para decirle al lector todo, soy demasiado nuevo en este país querido de Chile para que se me permita votar. Y no estoy seguro de que votaría en estas primarias si tuviera la opción.)

Mi desconcierto es, imagino, el de muchos que votan por la derecha. ¿Debo votar por convicción, por ejemplo, favoreciendo al Sr. Desbordes (advertencia: los nombres son solo ilustrativos aquí y por nada una recomendación) si veo en él la afirmación de una derecha popular? ¿O, mirando las encuestas, votar tácticamente, por ejemplo al Sr. Sichel, si me parece el más fuerte para pasar a la segunda vuelta de las presidenciales? Pero, ¿qué puedo hacer si quiero votar tanto tácticamente como por convicción, por ejemplo, votando al Sr. Briones por sus ideas que son las mías, pero también al Sr. Lavín como número 2, que me parece el mejor contra la izquierda? De esta manera, envío el mensaje de que la derecha liberal necesita estar mejor representada dentro del bloque de partidos. Es una señal in vivo, mucho mejor que cualquiera encuesta. Finalmente, ¿qué hacer si quiero descartar absolutamente a uno de los cuatro candidatos (aquí, prudentemente, evito dar un nombre)?

En resumen, es una pena que tengamos que votar por un solo nombre, y además, sin una segunda vuelta, procedimiento que también permitiría afinar la expresión de los electores.

Tenemos ante nuestros ojos una solución: las actuales primarias demócratas para la alcaldía de Nueva York. Se llama votación por orden de preferencia. El elector tendría los cuatro nombres en su boleta y los pondría por orden de preferencia, incluso con la opción de no calificar a un candidato. Por ejemplo, una boleta diría: Lavín #1; Briones #2; Sichel #3; Desbordes #4. Otra boleta sería: Desbordes #1; Briones #2; Sichel #3; Lavín no votado.

Podríamos ver así, todavía por puro ejemplo, que, sumando estas dos boletas (4 para el primero; 3 para el segundo, 2 para el tercero, 1 para el cuarto, 0 si no votado), es el Sr. Briones el que recibe el mayor puntaje (3+3), aunque es solo el número 2 de cada boleta. Según varios analistas políticos, este instrumento favorece una relación más estrecha y precisa entre el electorado y sus representantes, y también más consensual, ya que excluye los candidatos que polarizan el electorado.

Sí, lo sé, Condorcet, en el siglo XVIII, en una famosa paradoja, demostró que se puede dar una situación en la que haya más gente que prefiera al Sr. Briones que al Sr. Sichel y al Sr. Sichel que al Sr. Desbordes y que, sin embargo, también prefiera al Sr. Desbordes que al Sr. Briones. Pero este es un caso escaso y tal vez preocupante para la coherencia política del electorado.

El voto múltiple por orden de preferencia coincide con el voto directo a una sola vuelta cuando solo hay dos candidatos, como es el caso de las primarias del PC/FA y quizás mañana del DC/PS-PPD. Votar por un candidato significa que el otro está en el puesto 2. Así que, en cierto modo, el voto por orden de preferencia ya existe en Chile. Hay que generalizar este procedimiento cuando hay más que dos candidatos. Así, el ciudadano tendrá la muy escasa oportunidad de hacer confluir, a la ocasión de su voto, la ética de convicción con la ética de responsabilidad que le gustaban a Max Weber, para una mejor sintonía con los representantes del pueblo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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