Para muchos la primavera es una estación donde la vida vuelve a florecer, donde el regreso de temperaturas más templadas energiza y permite que las personas nuevamente se vuelquen a los espacios públicos para disfrutar del aire libre. Sin embargo, se estima que un 15% de la población no ve con los mismos ojos este cambio de temporada. Una vez más la invisibilización de los trastornos asociados a la salud mental nos quita la alerta hacia quienes padecen de Trastorno efectivo estacional.
Falta de motivación, alteraciones del sueño y dificultad para sentir placer por situaciones que habitualmente sí lo eran, son algunos de los síntomas que podrían experimentar las personas que se ven afectadas por la conocida depresión estacional que afecta a parte de la población otoño y primavera producto del cambio de luz natural y que requiere, al igual que otra serie de patologías, del conocimiento y empatía del entorno.
Lamentablemente la falta de educación de materia de salud mental no sólo ha permitido que muchas personas no detecten en lo inmediato que sus cambios anímicos en esta época tienen respuesta en la medicina, sino que –por consecuencia- no reciben el tratamiento adecuado para abordar sus síntomas y que esto no se transformen en un trastorno mayor que pueda ver reflejado en el triste aumento de cifras de suicidio que se da en este periodo del año.
Cansancio extremo, desesperanza, sensación de estar vulnerables, aumento de peso en corto tiempo, insomnio recurrente, incluso deseos de desaparecer o dejar de vivir, no deben ser descuidados, ya que existen cuadros que pueden requerir incluso asistencia médica.
Sea la “primavera gris” u otro trastorno, lo cierto es que le problema de fondo es que en nuestro país seguimos al debe en materia de salud. El silencio, el estigma, la falta de información, la escases de horas en el servicio público y la falta de acceso transversal a apoyo médico nos seguirá pasando la cuenta perpetuando una sociedad enferma que le pone una doble carga a quienes padecen alguna enfermedad mental.
Se nos viene una nueva primavera donde cargamos los resabios de un estallido social y los efectos de una pandemia que nos tiene recién viviendo un pequeño recreo, por lo que más que nunca hay que poner atención en las señales que nos da nuestro entorno, empatizar y prestar el apoyo que sea necesario a quien lo requiera, visibilizar y dejar de estigmatizar a quienes en este periodo requieren de una mano.
De manera paralela, debemos exigir que la educación entorno a la salud mental y el acceso- ya sea desde la medicina convencional o complementaria – sea una prioridad y así podamos disminuir las cifras que nos dejan la paradojal primavera.