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Ni neosocialismo con Boric, ni neofascismo con Kast: será capitalismo autoritario Opinión

Ni neosocialismo con Boric, ni neofascismo con Kast: será capitalismo autoritario

Fernando Araya
Por : Fernando Araya Profesor de Derecho Universidad Diego Portales
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Si atendemos a la literatura sobre variedades de capitalismo y al trabajo del economista y experto en desigualdad Branko Milanovic, es errado adelantar que el país seguirá un derrotero neosocialista tras un triunfo aplastante de Apruebo Dignidad; o bien uno neofascista en caso de triunfar el Frente Social Cristiano.

Las infinitas variedades de capitalismo hoy podrían subsumirse en tan solo dos grandes categorías: capitalismo liberal o capitalismo autoritario. Y, lo que parece anticipable, es que el tránsito será desde el primero en dirección al segundo, en cualquiera de los escenarios mencionados. Por cierto, pensar en formas de organización socioeconómica alternativas sería parte de un imaginario místico que hoy invade el debate local, pero que en el mundo tiene no menos de treinta años de obsolescencia, salvo contadas excepciones en actual experimentación y que, hasta ahora, no figuran entre las propuestas.   

Así, se podrá contrastar el capitalismo autoritario de la dictadura en Chile con el capitalismo liberal desde el regreso de la democracia en adelante; o bien, el capitalismo autoritario en China hoy con el capitalismo liberal neozelandés. Los rasgos de unos y otros están claros en la literatura. 

Las propuestas programáticas de las referidas candidaturas presidenciales en materia de actividad empresarial son ilustrativas del contraste entre el capitalismo liberal de hacer las cosas bien y el capitalismo autoritario de hacer las cosas mal. Por el lado del programa del candidato de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, abunda la creación de nuevas empresas de propiedad estatal: eléctricas, sanitarias, farmacias, internet, pensiones, litio, bancos, construcción, inmobiliarias, fundiciones, medios, ferreterías populares y empresas municipales.

A su turno, en el programa del candidato presidencial del Frente Social Cristiano, José Antonio Kast, ha sonado fuerte la incorporación de capital privado en la propiedad de la minera estatal CODELCO.

Un capitalismo liberal se esforzaría en tener buenas respuestas para las siguientes preguntas:

Primero. En el caso de las nuevas empresas públicas, ¿por qué en esos mercados? ¿cuál es el mal funcionamiento de esos mercados que una empresa de propiedad estatal o municipal lograría corregir?; y, en el caso de CODELCO, ¿por qué esa empresa y sólo esa y no otras con grados importantes de ineficiencia y captura hoy en propiedad estatal? Es decir, se trata de las preguntas básicas para un diagnóstico apropiado, basado en buena evidencia.

Segundo. Una vez claro el diagnóstico, vendrían las preguntas por el cómo: ¿qué objetivos tendrían las nuevas empresas de propiedad pública? ¿cuáles son las buenas prácticas que regirán su gobernanza? ¿qué garantías de neutralidad competitiva evitarán que la industria privada en esos mercados sea objeto de discriminación arbitraria? Y, en la vereda opuesta de la privatización de empresas públicas, ¿de qué manera se asegurará un proceso competitivo en la adjudicación a privados de la propiedad de las compañías, a fin de evitar que los amigotes compren a precio huevo y el resto de los mortales con sobreprecio?

Es relevante responder estas preguntas porque, así como un oligopolio eventualmente estable sí puede tener por solución la creación de una empresa estatal (con un objetivo bien definido, buena gobernanza y sometida a neutralidad competitiva) , una empresa estatal eventualmente sujeta a la captura en los hechos por sindicatos y mafias de proveedores sí podría beneficiarse de la fiscalización adicional que podrían brindar inversionistas privados desde el mercado de capitales. 

Pero un diagnóstico tal debería ser fundado y, luego, proceder a hacer las cosas bien. Y, en este sentido, en materia de gobernanza de empresas públicas, neutralidad competitiva y privatización de empresas estatales, existen hoy abundantes recomendaciones internacionales de buenas prácticas que actuarían como diques de contención frente a un capitalismo autoritario. A diferencia del liberal, un capitalismo autoritario no se suele guiar por dichas buenas prácticas. Y, hasta aquí, tristemente, de ellas nada hemos escuchado de parte de los equipos programáticos de las candidaturas. 

En un capitalismo autoritario se da una lógica de distribución del poder más bien arbitraria: no es por mérito, sino que por necesidad. Pero no por la necesidad del gran número de los más desposeídos, sino que, por la necesidad de los mejor posicionados en las redes del poder lo que, en realidad, no suele ser necesidad, sino, codicia.

Si los diagnósticos fueran los correctos -la evidencia que conozcamos lo confirmará o descartará- los instrumentos para evitar un capitalismo autoritario están. De lo contrario, el tránsito que aquí anticipamos en dirección hacia este último será inevitable. Y, no será ‘hermoso’, ni aun cuando muchos de ustedes se ‘atrevan’.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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