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El miedo de la Concertación Opinión

El miedo de la Concertación


Gabriel Boric y su coalición denostaron y criticaron durante años la obra de la Concertación. Su juicio con respecto a ese periodo no solo fue maximalista, sino que atribuyó a quienes condujeron el país una intención perversa y egoísta. Los protagonistas de esa etapa —aquellos a quienes el candidato y sus partidarios sentaron en el banquillo de los acusados—, no dudaron, sin embargo, en entregarle su apoyo ‘sin condiciones’ frente a la segunda vuelta de la elección presidencial. 

Este apoyo irrestricto puede deberse a distintas razones. Una de ellas es que los personeros de la ex Concertación vean en José Antonio Kast a una figura que representa un peligro real para la democracia. Sin embargo, se trata de políticos experimentados, que saben que la configuración del Congreso no permitirá que el líder del Partido Republicano pueda inmiscuirse a su gusto en temas demasiado fundamentales. Otra opción, menos plausible, es que el apoyo a Boric responda a una cuidadosa estrategia que tenga por objetivo reinstalarse en el poder en un futuro no muy lejano. Aquello, en todo caso, parece absurdo si se toma en cuenta que, antes de respaldar a Boric, no se esmeraron en demostrar autoridad alguna. Una tercera alternativa, por la que me inclino, apunta al miedo que genera en los líderes de la ex coalición el juicio que toda una generación, la que protagonizó el estallido social y que se inclinó en las urnas por Boric, pueda hacer de ellos. 

Aquel miedo se manifestó con vehemencia por primera vez apenas inició el estallido social. El diagnóstico del Frente Amplio y del Partido Comunista apuntó a que los gobiernos Concertacionistas habían profundizado el modelo neoliberal y, como consecuencia, mantenido indignantes desigualdades y abusos. La ex Concertación se sintió, con toda razón, apuntada con el dedo y, en lugar de defender su legado y explicar las circunstancias que justificaban su actuar, lo que hubiese hecho una coalición valiente, prefirieron sumarse al diagnóstico de sus críticos. Tras algunos meses, el actuar temeroso terminó por convertirse en un hábito para la ex Concertación; al ser atacados nunca fueron tajantes en sus defensas y excusaron su conducción en una serie de factores que, según ellos, escapaban a su voluntad. 

El irreflexivo apoyo ‘sin condiciones’ a Boric también surgió desde el miedo. Según los psicólogos este se manifiesta en una lógica contradictoria: paraliza o genera reacción. Ambas acciones se dan con algún grado de exageración. La ex Concertación, ante el temor de ser tildada de cómplice del ‘fascismo’ de no entregar un apoyo inmediato al candidato de Apruebo Dignidad, se vio estimulada a reaccionar para asegurar su supervivencia. 

Lo que termina de evidenciar la condición en la cual se encuentra la otrora coalición, sin embargo, no es tanto su reacción frente a la situación en la que se encuentran, sino que el modo en que la enfrentaron. Su apoyo a Boric pareció más una disposición al sometimiento, como si, a través de este, estuvieran intentando expiar sus culpas por no haber recorrido el camino correcto. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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