Opinión
La crisis climática que hoy vivimos ha hecho que las reglas del juego estén cambiando para las empresas. Y lo están haciendo no solo por lo que demanda la ciudadanía, sino también desde el punto de vista de las regulaciones y estándares que se están exigiendo.
La evidencia científica deja claro para el sector privado que hay cosas que podemos seguir haciendo, otras que tenemos que dejar de hacer y algunas que debemos comenzar a implementar. Al ser actores insertos dentro de un contexto, las reglas tienen impacto directo en la forma de hacer negocios. La interrogante entonces es cómo adaptamos esos modelos de negocio a la naturaleza y a las personas, y no al revés.
Hoy, las compañías enfrentan riesgos que tocan todas las áreas. El aumento de la temperatura genera consecuencias que afectan a nivel productivo, operativo y a lo largo de la cadena de valor. Hay peligros también para los clientes, para los colaboradores y para nuestras comunidades, las que van a sentir el estrés de exponerse a olas de altas temperaturas, sequía y racionamiento de energía, entre otros fenómenos que van a alterar su calidad de vida.
La economía también está expuesta. Aún con un escenario donde nos mantenemos dentro del acuerdo de París y logramos mantener la temperatura del planeta por debajo de los 2 grados al 2050, hay proyecciones del Swiss RE Institute que estiman que el PIB global puede caer hasta -4%, mientras que el PIB de Latinoamérica puede bajar también hasta -4% y el de Chile, hasta -8%. El panorama es aún peor si el mundo sigue en la misma trayectoria en la que estamos hoy, llegando a aumentar la temperatura en 2,6 grados o más: el PIB global puede descender hasta un -14%, el de Sudamérica -13% y el de Chile, -21% en el peor escenario. Así de expuestos estamos como país ante los riesgos que implica la crisis climática.
El sector privado tiene un rol fundamental para prevenir estas cifras. Se trata de crecer, pero “crecer bien”, pensar conjuntamente cómo generamos condiciones para aprovechar las ventajas de costos que están detrás de la crisis climática. Por ejemplo, hace 20 años nadie hubiese imaginado que las energías renovables pudieran competir con las que provienen de fuentes fósiles. Hoy lo son, y eso nos abre la posibilidad de hablar de rentabilidad en los negocios de manera responsable.
Actualmente se está produciendo entre las compañías una corriente de alineamiento externo, todos quieren “estar dentro de la foto” y anunciar planes sustentables y al mismo tiempo rentables. Eso está muy bien, pero donde tenemos que enfocarnos ahora es en la alineación interna, en que todos los miembros de la empresa estén involucrados en las metas climáticas y se sientan partícipes de su cumplimiento. Esto incluye también a la cadena de valor, maximizando el impacto de manera justa, hacia clientes y proveedores.
Estos objetivos externos e internos pueden alcanzarse con soluciones basadas en “6 eses”, a partir de los conceptos claves en inglés: Science, en el sentido de poner la evidencia científica en el centro de las decisiones; Speed, aplicar velocidad en la implementación de políticas sustentables, porque el tiempo corre y es limitado; Scale, para lograr que más negocios y compañías adhieran a esta ambición (ojalá al menos un 20% de cada sector económico); Social, para no olvidar nunca que estamos hablando de personas; Solidarity, porque necesitamos la colaboración público-privada, nacional e internacional para conseguirlo; y Sincerity, hacer las cosas siempre con transparencia e integridad.
Ya sea para obtener menores costos en el futuro, por la búsqueda de mayor valoración de los negocios, por tener capacidad para vender a más clientes con un nuevo set de valores, o por la facultad de atraer y retener al mejor talento, desde las empresas se debe empezar hoy mismo con la transformación de estrategias y modelos de negocios hacia lo que la naturaleza y las personas necesitan.
