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Universidades regionales, rankings y calidad de vida Opinión

Universidades regionales, rankings y calidad de vida

José Antonio Abalos
Por : José Antonio Abalos Director Ejecutivo Agrupación de Universidades Regionales de Chile AUR
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Es frecuente que a fines y comienzos de año en el contexto de las pruebas de selección universitaria, algunos medios publiquen ranking con datos del quehacer universitario. Si bien, estos instrumentos no agotan todas las áreas de actividad de las instituciones académicas, entregan algunas señales que conviene analizar, en tanto intentan orientar a quienes aspiran a iniciar su formación universitaria.

Una primera observación es el mejoramiento sostenido de la calidad del trabajo de las universidades en particular las regionales que integran el Consejo de Rectores (CRUCH).

Un ranking que mide el desempeño de las universidades chilenas publicado recientemente por un medio nacional, registra 7 regionales ubicadas entre los 10 primeros lugares. El número sube a 13 entre las 20 primeras del ranking, que considera dimensiones de docencia, investigación y vinculación con el medio. Cada una de ellas, sustentada en varios indicadores y ponderaciones asignadas.

Un segundo ranking incluye 5 planteles regionales entre los 10 primeros y 12 en el ranking de las 20. Este considera percepción de calidad del mercado laboral, calidad de la gestión, calidad de los académicos, calidad de los alumnos y calidad de la investigación.

Es interesante consignar que a pocas décadas de su creación, varias universidades estatales o católicas ya alcanzan lugares destacados a nivel nacional.

Una segunda observación es que, en varias dimensiones e indicadores las universidades regionales, de menor tamaño institucional y con entornos de más bajo desarrollo relativo, alcanzan lugares superiores a aquellas metropolitanas y de mayores recursos.

En el área académica estos resultados sobresalientes se explican pues varias instituciones regionales han incrementado significativamente el número de académicos con grado de doctorado, un alto porcentaje de académicos tienen media jornada o más, exhiben una baja sobre duración de las carreras y un alto número de académicos cada 100 estudiantes.

En el ámbito de la investigación algunas destacan por publicaciones en revistas de prestigio internacional, artículos ampliamente citados por la comunidad científica nacional y mundial o por el alto número de publicaciones por académico. A anterior habría que, agregar el elevado número de programas de magister y doctorados que ofrecen las universidades regionales y el alto porcentaje de ellos que cuentan con acreditación.

Finalmente, en vinculación con el medio las instituciones regionales dominan ampliamente los primeros lugares. Esta es una actividad que nutre los procesos formativos de pre, posgrado e investigación, y también es la expresión más evidente de su inserción y compromiso con el entorno.

A diferencia de muchas entidades metropolitanas, las universidades regionales procuran abordar todos los instrumentos posibles: desde televisión abierta, digital o YouTube, una amplia extensión artístico cultural, contribuyen con servicios comunitarios, participan en políticas públicas –como ha sido su contribución por el Covid19-, se articulan en iniciativas con municipios y gobiernos regionales; o dan apoyo a gremios y agentes productivos en temas de innovación tecnológica, entre otros.

Una tercera observación es que estos rankings tienen datos debatibles o que deben ser complementados con otros para ilustrar mejor a quienes postulan a las universidades. Lo primero sería agregar en futuros trabajos a dos universidades de creciente desarrollo e incidencia en sus regiones: la de O´Higgins y Aysén.

Hay indicadores que escapan a la gestión de las universidades y que gravan más a las regionales. Es el dato de la “calidad de los alumnos”, medida por las notas de enseñanza media y por los puntajes de la prueba de transición (PDT) en comprensión lectora y matemáticas. Como es obvio, estos dan cuenta de los procesos formativos de básica y media, que evidencian fuertes brechas entre Santiago y el resto del país, y no reflejan la gestión universitaria. Otro es considerar proyectos con financiamiento FONDECYT, ámbito en el que se reconocen sesgos históricos institucionales, territoriales y de género.

Asimismo, la percepción del mercado laboral –encuestas a ejecutivos- puede contener importantes sesgos en contra de universidades regionales, de menor tamaño y tradición, favoreciendo así a las más grandes, metropolitanas y con mayor capacidad mediática.

Todos estos rankings e indicadores probablemente cambiarían si se evaluara la “calidad medida en el contexto”, es decir considerando la realidad en el que se desempeña cada universidad: socio-económica, brechas de escolaridad, pobreza regional, entre otras-

También hay que agregar el valor de los aranceles de las carreras -principal fuente de costo de las familias y de ingreso de muchas casas de estudio- que son sustancialmente más bajos en regiones que en Santiago, estimándose en un 30% aproximadamente.

Finalmente hay una cuestión trascendente que los rankings no consideran. La calidad de vida y las oportunidades de desarrollo personal y profesional que se abren a una juventud, especialmente metropolitana, que puede acceder a comunidades y territorios ricos en cultura, patrimonio, paisajes y una calidad de vida difícilmente alcanzable en Santiago.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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