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Mía de mi alma Opinión

Mía de mi alma

Pablo Flamm
Por : Pablo Flamm Periodista deportivo
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Mía no fue mi mascota, fue mi compañera. Ella llegó a nuestra familia porque el destino lo quería. Una fuerza más que comprensible, hizo que esta preciosa bulldog francés, nacida el 17 de abril del 2014, fuera una alegría enorme en nuestras vidas.

Tuvo títulos y galardones, de los cuales nos enteramos mucho tiempo después, pero nunca nos importó eso. Solo queríamos darle una mejor calidad de vida y todo el amor posible. Ella fue una guerrera especial, porque a los tres días de apoderarse de nuestro hogar, una piometra violenta la tuvo entre la vida y la muerte. Pero resistió la operación y tenía ganas de vivir. Quería regalarnos su mejor versión, aunque estuviera complicada en su corazón y riñones.

Me cuesta mucho explicar en palabras todo lo que implica hablar de ella. Solo puedo decir que Mía se robó nuestros corazones, con su mirada angelical y sus pocas travesuras o gracias que estaba dispuesta a hacer. Una de ellas, es que cada vez que me tocaba ir a trabajar, se subía al raquetero, algo muy incómodo para dormir o esperarme. No era atlética y menos llena de energía, fue más bien una perra guardiana y territorial, con instinto materno en todo lo que hacía. Con su mirada protectora, escuchaba las voces de Martina y Josefa y quería estar siempre cerca de ellas.

Su regalo era parar sus puntiagudas orejas y mantenerlas por un tiempo en señal de que aquí estoy. Se devoraba sus platos de panitas o pollo. Siempre con hambre y esperando que Canela, la otra perrita de la casa, dejara algo para ella aprovechar la oportunidad. Otras veces, esperaba que el Tata Víctor se sentará a tomar desayuno, para colocarse sigilosamente debajo de la mesa y esperar la mano de él con algún trozo de pan o jamón.

Durante meses y tras su operación, las visitas a la clínica para inyectarle suero, controles, radiografías e inyecciones, fueron parte de su rutina. Sé que no le gustaba, pero jamás se negó. Era una jefa, una girl boss como le decían las niñas. Fue una luchadora de y por la vida. Esa es la gran enseñanza que nos dejó la Mía. 

Un tumor en su espalda, de muy mal pronóstico, le provocó insensibilidad en sus patas traseras. Fue perdiendo la movilidad y masa muscular. Operarla era un riesgo demasiado grande y después de consultar a algunos veterinarios, todos coincidieron. Mía no volverá a caminar. Necesitará asistencia. Así surgió la idea de buscar quien pudiera hacerle un carro a su medida, hasta que lo encontramos. No le gustaba, pero cuando se lo colocaba, lograba volver a desplazarse por algunos metros. Claro, si no había un poco de pollo, no se movía. Era muy inteligente y pícara. 

El cáncer hizo su trabajo y, este miércoles 12, la Mía ya no pudo más. Había hecho un esfuerzo gigante, colosal y enorme durante un año, batallando contra sus molestias e inconvenientes, pero jamás dejó de regalar su mirada tierna y llena de vida. Partía acompañada de quienes la amamos y cuidamos. Pudimos despedirnos y decirle gracias. Gracias por todo. Gracias por tu mirada. Gracias por tus pequeños ladridos. Gracias por tus gracias. Gracias por ser Mía. Gracias por ser especial.

Sus ojos se cerraron y con ella se fueron casi tres años de amor, preocupación y generosidad. Su vacío es inmenso y su silencio aún más profundo. Fue campeona de la vida, una ganadora de los sueños y anhelos. Fue un obsequio de la vida, imposible de olvidar jamás.

Por eso, la experiencia de la adopción es maravillosa. Es un acto para comprender mejor a estos seres que pasan a ser uno más de la familia. No son mascotas. Son familia. Son quienes incondicionalmente nos entregan todo. Por ello, quienes puedan y deseen hacerlo, tomen la iniciativa y vívanla. Nos ayuda a ser más humanos y empáticos. Nos enseñan lo simple y sencillo de la vida. 

La Mía nos dejó eso como legado y estamos eternamente agradecidos.

Buen viaje, Mía de mi corazón.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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