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La composición del Gobierno de Boric: tempo, partitura, metrónomo, intérprete y armonía Opinión

La composición del Gobierno de Boric: tempo, partitura, metrónomo, intérprete y armonía

Francisca Gallegos
Por : Francisca Gallegos Vicepresidenta de RD
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Toda composición musical requiere de elementos que, en su conjunto, permiten asegurar una adecuada armonía. El tempo se conoce como el grado de celeridad en la ejecución de una pieza musical, la partitura es el lenguaje propio o marco de entendimiento de cada nota en cada compás y el metrónomo es una herramienta imprescindible que permite medir y regular cómo se interpreta la pieza. Ningún elemento sirve sin los otros. Esto ocurre en la política, no se puede hacer un análisis sin visualizar la composición completa. Estos días hemos conocido la configuración del gabinete, dando luces de la estrategia del nuevo gobierno. Con esta información parece necesario identificar cuáles son los desafíos para los actores políticos en este ciclo. Acá se presentan algunos elementos para el debate:

 

El tempo. Desde el Gobierno de Allende que una coalición abiertamente de izquierda no gobierna y, tal como el neoliberalismo requirió de décadas para asentarse, su superación difícilmente se alcanzará en cuatro años. Visto así, lo que está en juego en este momento es generar las condiciones para superar el péndulo político de los últimos dieciséis años y abrir un ciclo progresista que asegure la conquista plena de las transformaciones. Sin embargo, esto no está asegurado. El contundente triunfo en la segunda vuelta se inserta en una alta volatilidad ideológica y electoral. Como señalan los resultados del Estudio Longitudinal Social de Chile de COES (2021), cerca de un 53% de las personas encuestadas ha cambiado su posición ideológica en los últimos 5 años, tendiendo a irse al centro más que a la no identificación o a la mantención de sus posiciones. Hoy estamos presenciando el tempo del nuevo gobierno y, tal como en el pasado, no es momento de avanzar sin transar. Por el contrario, para profundizar el proceso que se inicia se requiere que ese 53% se fidelice con este proyecto político. Esto se logra con un código de comunicación y un cambio en la presencia y relación de las instituciones políticas con las comunidades. Para ello, es crucial lograr encuentro, diálogo y confianza entre quienes impulsan el proyecto de gobierno y las diversas formas en que la ciudadanía gestiona colectivamente sus vidas comunitarias, en miras de producir una nueva asociatividad.

 

La partitura es el programa de Apruebo Dignidad y tiene en su centro alcanzar cohesión social de largo plazo y condiciones de igualdad que se experimenten en un mejoramiento de las condiciones materiales de vida de las personas con la mayor celeridad posible. Con un parlamento equilibrado y en pleno proceso constituyente, el Gobierno y la coalición requerirán producir las condiciones para ello. Para este propósito, el primer paso es culminar el momento constituyente con un texto progresista que habilite las transformaciones y asegure la realización de derechos y bienestar que son tan evidentes en el resto del mundo como ausentes en nuestro país. La tarea en este campo es construir acuerdos amplios con las condiciones para un nuevo pacto social en que las instituciones democráticas estén al servicio de las personas y sus anhelos, sin cerrojos ni amarres de grupos particulares. Y, en términos de sustantivos críticos, asegurar una real distribución del poder, con un acuerdo socioecológico y feminista que ponga en el centro la sostenibilidad de la vida.

 

Y el segundo paso, será implementar reformas que detengan la precarización de la vida de las personas. Algunas señales van en esa línea cuando el presidente electo establece que las crisis dejarán de ser financiadas por retiros y que avanzaremos en la recuperación de empleos y en su formalidad. También lo es una reforma tributaria cuando las personas más ricas

pagan el 6% de sus impuestos en vez del 35% que les corresponde (Dataigualdad, 2020). Y, por cierto, cuando se suma al equipo político al Ministerio de la Mujer. Asimismo, será relevante que las próximas señales aborden la batalla cultural que está en juego, identifiquen los adversarios que van a querer perpetuar sus intereses privados y, por cierto, que la política para enfrentar la crisis climática desborde la cartera de medio ambiente y sean entendida como la disputa más relevante del siglo.

 

En esta composición, los partidos políticos de la coalición debemos servir de metrónomo y aprender a ser oficialistas. Esto se traduce concretamente en alcanzar una lealtad sin obsecuencia, comprendiendo que su agencia no se agota en el ejecutivo y que se maximiza en la territorialización sin vaciamientos. Los partidos políticos oficialistas debemos desarrollar y dotar de estabilidad a un sistema democrático que tiene una oportunidad histórica de perfeccionarse y alcanzar mayor profundidad. Por ello, requerimos leer el momento político y recordar que somos instrumentos para las transformaciones. Esto es: construir las condiciones para perdurar en el tiempo y producir una identidad ideológica que logre mantener viva la esperanza en que la política es un vehículo que puede permitir justicia y dignidad. Los partidos políticos deberemos tener la capacidad de prospectar escenarios y ser enfáticos con el presidente electo cuando anticipamos que las acciones emprendidas van en la línea equivocada. Un metrónomo que no marca bien el tiempo destina al intérprete a obviar errores que pueden costarle el concierto. Complementariamente, es relevante que identifiquemos los diferentes grupos de apoyo y sus diferentes carácteres. Partidos de larga trayectoria, partidos jóvenes, organizaciones políticas informales, grupos de independientes, etc. Una de las principales tareas es construir ese metrónomo reconociendo esa realidad, evitando reduccionismos o posiciones dicotómicas y desde ese mapa de actores avanzar en equilibrios democráticos que, a nuestro juicio, son los que pueden generar los partidos/organizaciones políticas sólidas y enraizadas.

 

Finalmente la interpretación y la armonía. El intérprete es el Presidente Electo ha dado señales claras y contundentes de ser el jefe de Estado que Chile necesita hoy y, por cierto, de tener las capacidades para recuperar la legitimidad de la figura del Presidente de la República que ha sido mermada por Sebastián Piñera. Ha mantenido la cercanía sin perder la conducción, demostrando que se puede hablar con poesía cuando se interactúa con los capitales. Nos ha mostrado la emergencia de nuevos contenidos a la autoridad, que empieza a dejar de ser patriarcal para ser republicana, reconociendo que es importante dialogar con todos quienes la componen tanto los/as niños y niñas como los/as empresarios/as. Será relevante que esta forma de autoridad siga fortaleciéndose y cuidando que Chile es nuestra casa y no una empresa que se transa especulativamente como cualquier propiedad privada. La armonía es el equilibrio, proporción y correspondencia adecuada entre los diferentes elementos de un conjunto, la cual se logra con un proyecto político que sea capaz de poner al país por delante de los intereses particulares, sin renunciar a las banderas que tiene en su ADN. La evaluación de su logro es tarea del pueblo quien, a cargo de la dirección, posibilitó que esta composición fuera posible y, por tanto, será con quien deberemos ir sondeando los ajustes para lograr que la esperanza sea experimentada por todas las personas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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