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Los beneficios del libre comercio… sólo para algunos Opinión

Los beneficios del libre comercio… sólo para algunos

Eduardo A. Santos Fuenzalida
Por : Eduardo A. Santos Fuenzalida Experto internacional en asuntos de comercio
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Por décadas, nos hemos creído los campeones de los TLC(s) y una “potencia alimentaria” por los volúmenes de frutas exportadas al mundo, en particular a EE.UU., nuestro primer gran y principal mercado. Pero esto está cambiando y rápidamente. Me pregunto si nuestros gobernantes -actuales y pasados- han notado los cambios que experimenta el mercado mundial. Tengo la firme impresión de que no, por la ausencia de políticas de Estado y la falta de reacción frente a esos cambios. No estoy particularmente preocupado por mantener el “liderazgo” y seguir pretendiendo ser una “potencia mundial alimentaria”. Si me preocupa y mucho, la ausencia de una política comercial que de respuestas reales a los desafíos que ya enfrentamos y los que vendrán en un futuro cercano. 


En las últimas décadas, hemos practicado el libre comercio a full y en todas direcciones ¿Cómo llegamos a esto? Son varias las posibles explicaciones. Pero después de varias décadas en que decidimos abrir nuestro comercio unilateralmente y que continuó con el frenesí de TLC(s), el comercio no es tan libre como se dice y, además, ha dejado una secuela de pequeños y medianos empresarios en la pobreza. Es cierto, la apertura económica y la liberalización comercial han permitido que la economía crezca y haya creado empleo, pero también han aumentado las desigualdades entre los que tienen mucho y los que tienen poco o nada. Y, sobre todo, se ha perpetuado nuestra economía extractiva —poco más que monoproductora— que nos ata al Asia – Pacífico, en especial a China. ¿Qué nos pasó? Idealizamos los potenciales beneficios del libre comercio, sin calibrar sus efectos negativos y sin prepararnos adecuadamente para competir con éxito. Tampoco anticipamos —o no quisimos verlo— que sería necesario tener redes o sistemas que nos protegieran de los daños que causaría la rápida y amplia apertura comercial.

Creo que no estábamos preparados para competir con el mundo en un proceso de apertura económica acelerada y sin objetivos claros. Definitivamente, me parece que “pusimos la carreta delante de los bueyes“. Para empezar, no teníamos el desarrollo tecnológico para competir con manufacturas, ni siquiera en Latinoamérica -salvo contadas excepciones- menos aún con los países avanzados. Tampoco en Asia y menos aún con el costo de la mano de obra en China. Los resultados están a la vista. Se acentúa la dependencia de nuestra economía de las exportaciones de materias primas, de productos agrícolas y de alimentos de escaso valor agregado, y se perpetúa el modelo extractivista de recursos naturales. En los primeros diez años del “boom” de los TLC(s), las exportaciones de productos agrícola y alimentos (HS01 – 24), de productos de origen forestal, más los minerales y metales, ya llegaba a 81% del total de nuestras ventas internacionales (promedio, 2002 – 2004) y 10 años más tarde, su participación se incrementó a más de 85%, debido principalmente al aumento de las exportaciones de minerales y metales. En los años siguientes se ha mantenido esa cifra, con ligeras variaciones en la contribución de productos agrícolas y alimentos. ¿Cómo no lo “vimos venir”? La teoría y práctica de la economía lo anticipan, pero “fallamos”.

Y creo que seguimos “fallando” en varios otros frentes. Por décadas, nos hemos creído los campeones de los TLC(s) y una “potencia alimentaria” por los volúmenes de frutas exportadas al mundo, en particular a EE.UU., nuestro primer gran y principal mercado. Pero esto está cambiando y rápidamente. Me pregunto si nuestros gobernantes —actuales y pasados— han notado los cambios que experimenta el mercado mundial. Tengo la firme impresión de que no, por la ausencia de políticas de Estado y la falta de reacción frente a esos cambios. No estoy particularmente preocupado por mantener el “liderazgo” y seguir pretendiendo ser una “potencia mundial alimentaria”. Si me preocupa, y mucho, la ausencia de una política comercial que de respuestas reales a los desafíos que ya enfrentamos y los que vendrán en un futuro cercano.

A comienzos del Siglo XXI (2002 a 2004) los diez principales exportadores de frutas del mundo (HS08) eran —de mayor a menor— los EE.UU., España, Italia, Bélgica, Chile, los Países Bajos (Holanda), Francia, Turquía, México y Sudáfrica. Pero tenemos la tendencia de “mirar a huevo” a la competencia y hoy (2019 a 2021) el mapa luce muy diferente. Sí, corremos el riesgo de salir del “campeonato”. Estados Unidos y España siguen a la cabeza, pero han surgido importantes nuevos competidores: los Países Bajos y México (escalando posiciones) y Chile, todavía en quinto lugar. Y le siguen importantes cambios encabezados por China, Tailandia, Vietnam, Turquía y Perú.

Estos cambios a nivel mundial para toda la fruta de exportación, deberían ser suficientes para despertar el interés de nuestros políticos y autoridades, pero no parece ser el caso. Examinando productos o mercados específicos, se puede ver cambios aún más importantes. Uvas de mesa, por ejemplo. Por décadas, Chile y los EE.UU. disputaron el campeonato (valor de las exportaciones) y Perú, que durante 2002 – 2004 exportó en promedio solo $20 millones de dólares anuales, en el año 2021 alcanzó el primer lugar con ventas de $1.197 millones y un promedio de poco más de $1.000 millones en el período de 2019 – 2021, comparado con $1.056 y $1.040 millones de dólares de los EE.UU. y Chile, respectivamente.

Otro ejemplo que mencionar es el de las paltas, porque también eran parte de nuestro pomposo eslogan. A comienzos del Siglo XXI, disputábamos con México (en primer lugar) y España (tercero) este mercado. Pero —nuevamente— hoy éste luce muy diferente con México aún a la cabeza, los Países Bajos en segundo lugar y Perú tercero pisándole los talones. Por su parte, Chile está muy abajo en quinto lugar, y Colombia sexto y “picando por los palos”. Cabe recordar que 25 años atrás, Perú exportaba cifras muy menores y Colombia no figuraba en las estadísticas de exportación de este producto. La historia con los kiwis no es muy diferente, luego de que encabezáramos las exportaciones junto a Nueva Zelanda e Italia. Lo mismo ocurre con las bayas y otros productos

Desde la perspectiva de los mercados nacionales, por décadas, los Estados Unidos fue nuestro principal mercado y en los primeros años de este siglo (2002 – 2004), EE.UU. aún representaba más del 47% de nuestras ventas internacionales y —a la vez— éramos el principal proveedor de frutas frescas a ese mercado, con un porcentaje cercano al 20% y por encima de México. Cuando me desempeñaba en la Agregaduría Agrícola de Chile en EE.UU., advertí de los cambios que se veía venir y/o que ya estaban ocurriendo en productos individuales (algunos de ellos ya destacados arriba) y a nivel de otros países competidores. Era fácil preverlo por los cambios que se gestaban, por los nuevos TLC(s) de los EE. UU. y las solicitudes de ingreso de nuevos productos realizadas antes el USDA. No me sorprendió la respuesta que recibí … “los negocios van dónde están los negocios”. Y la Administración y el Estado chileno ¿Dónde estábamos? Y, como se solía decir, “no estábamos ni ahí”. Hoy, México exporta cuatros veces más que nosotros, Perú ya es el tercer exportador a EE.UU., con ventas cercanas a las nuestras, y “nuevos” competidores directos de Chile (Colombia, por ejemplo) picoteando por acá y por allá, muy activos.

Lo reitero, no estoy abogando por perpetuar el modelo agroexportador. Muy por el contrario. Solo intento mostrar que, a pesar de lo pomposos que hemos sido en materia de slogans, lo ausentes que han estado las sucesivas administraciones ante la inestabilidad de los mercados agrícolas, los vaivenes y distorsiones de su comercio y lo poco efectivos y preparados que aún estamos para proteger nuestros legítimos intereses comerciales. La agricultura y el comercio agrícola continúan muy protegidos (en particular, en los países avanzados) a través de diversos mecanismos de apoyo. La OECD —que tanto nos gusta citar— en su último informe sobre la agricultura (“Agricultural Policy Monitoring and Evaluation 2022) destaca que el apoyo total que recibió el sector durante 2019 – 2021, aumentó en 13% por sobre el período de 2018 – 2020 y alcanzó —en promedio— a $817.000 millones de dólares para los 54 países que incluye el informe. El apoyo que entrega Chile es insignificante y, por décadas, nuestros productores y exportadores, han debido rascarse con sus propias uñas. (OECD, 2022, Chile). Claro, pues somos más papistas que el Papa. Sí, en gran medida, los productores y exportadores chilenos —en especial, pequeños y medianos— han debido rascarse con sus propias uñas porque nuestra institucionalidad pública no ha sabido responder frente al embate de las importaciones de productos más competitivos, ni está ni preparada para ofrecer medidas de apoyo efectivas que nos permitan ingresar y operar competitivamente en redes comerciales internacionales altamente distorsionadas y muchas veces inentendibles.

Tampoco hemos sabido proteger nuestras fronteras físicas. La evidencia está a la vista, y los Servicios de Inspección —en particular los de Aduanas, el SAG, y SERNAPESCA— trabajan al límite de sus recursos, y la “quimera de la Isla Sanitaria” —uno de los pilares en que se sustenta el slogan “Chile potencia alimentaria“— ha terminado esfumándose ante el ingreso de plagas y enfermedades, y la falta de recursos adecuados y voluntad para combatirlos.

En mi opinión, lo más lamentable de esta “doctrina comercial” que se instaló en Chile hace décadas atrás, y que ha sido santificada por las últimas administraciones, es el uso abusivo de los escasos recursos naturales y la marginación de numerosos pequeños productores y potenciales exportadores rurales de los posibles beneficios de la apertura comercial. Apertura que se dio sin habernos preparado adecuadamente. Como ya lo dije, pusimos la carreta delante de los bueyes … o, a lo mejor, ni los bueyes estaban bien preparados.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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