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A un año de la guerra Rusia-Ucrania: ¿Qué lecciones podemos obtener para Chile? Opinión

A un año de la guerra Rusia-Ucrania: ¿Qué lecciones podemos obtener para Chile?

Jorge Gatica Bórquez
Por : Jorge Gatica Bórquez Investigador y Docente de ANEPE
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Teniendo aún a la vista el horror de la guerra que se desarrolla en Ucrania, se debe dar valor de uso a esta dramática situación y aprender de ella, de forma de prevenir y evitar que fenómenos como este asolen nuestro país. Los casi 150 años que Chile ha gozado de paz con sus vecinos, en muchas ocasiones conlleva a una falsa sensación de seguridad. Pero esta paz no está garantizada ni tampoco está dada por defecto; por el contrario, la paz se construye día a día y con diversos instrumentos, dentro de los cuales está la capacidad disuasiva que se ejerce no solo con las Fuerzas Armadas, sino también con todos los instrumentos de poder nacional disponibles, entre otros, la robustez institucional, el desarrollo integral, la cohesión nacional y el prestigio internacional.


Hace ya un año que se inició la ofensiva rusa hacia territorio ucraniano y, aunque para muchos expertos hubo señales tan contundentes como suficientes para lo que vendría, en lo general el mundo se sintió sorprendido. Claro, se había asumido que la guerra interestatal, de naturaleza convencional, era un hecho prácticamente imposible de ver en estos tiempos. Los mecanismos internacionales de solución de controversias, para dirimir contenciosos surgidos entre entidades estatales, parecían funcionar; y si no, el riesgo de aparecer como agresor ante los ojos del mundo, lograba disuadir a aquellos que se sentían tentados a usar el poder militar al antiguo estilo.

“Sólo los muertos han visto el final de la guerra” es una sentencia que se le atribuye comúnmente a Platón y que, lamentablemente, los hechos confirman. En efecto, este drama que aún se vive en Europa no es más que la constatación de la realidad: por muchos esfuerzos que se hagan desde el derecho internacional, la diplomacia y la racionalidad, la amenaza o simplemente el manejo de la violencia sigue siendo una forma que utilizan los países para obtener sus fines políticos, como lo ha sido desde que el hombre está sobre la Tierra.

En este caso se evidencia un líder fuerte, con gran voluntad y carisma, que usando una supuesta incontrarrestable superioridad militar, desafió al sistema internacional y lanzó una ofensiva. Se pensaba que duraría unos pocos días y lograría aplastar una (también supuesta) débil resistencia ucraniana para obtener el objetivo político de guerra: la entronización de un gobierno afín a Moscú en Kiev y la ocupación de la región Este de Ucrania, en particular lo conocido como la región del Donbas.     

Ha pasado ya un año y la guerra continúa. La gran y constante cobertura de prensa durante las primeras semanas, se ha reducido a un par de minutos para informar sobre eventos relevantes, como lo ocurrido recientemente con la visita de Biden a Ucrania.

Sin embargo, es necesario hacer un breve y no exhaustivo ejercicio de reflexión, para obtener algunas lecciones de esta tragedia que, aunque ocurrida a más de 14.000 kms. de distancia, ha hecho sentir sus efectos incluso en nuestro país. A continuación, tres aspectos (de una lista sin duda mucho más larga), usando lo que permite este breve espacio.

El uso de tecnologías: Al igual como ha ocurrido a lo largo de la historia del hombre, esta guerra ha admitido la incorporación de nuevos ingenios y tecnologías. La diferencia con experiencias anteriores, probablemente, es el empleo de medios disruptivos y de gran alcance, como se ha visto en cuanto a drones, inteligencia artificial, desinformación en línea y la utilización del ciberespacio y del espacio ultraterrestre. ¿Cuán actualizado está Chile en estas materias? Es cierto, se podría pensar que nuestro país está muy lejos de esa realidad y que no tiene la capacidad para hacerse cargo de esos temas. Pero la esperanza y la conformidad nunca han sido buenos métodos para resolver los problemas; hay que, al menos, generar amplios espacios de reflexión profunda al respecto.     

Los instrumentos de poder de los Estados: Todos los instrumentos de poder que poseen los Estados, que exceden largamente a lo militar, deben ser utilizados armónicamente con el propósito de lograr la debida sinergia, para la consecución de los objetivos nacionales. En Ucrania se ha podido observar como la fuerza militar convencional ha operado en conjunto con la población civil, ante la evidente asimetría de fuerzas regulares con respecto al agresor. Eso da cuenta de cohesión y sentimientos de identidad nacional, lo que sumado a un liderazgo político carismático y cercano –todos ellos instrumentos de poder– le ha permitido enfrentar a una potencia muy superior en material y número.

Un sistema de inteligencia de Estado, capaz de generar la necesaria Anticipación Estratégica y cooperar eficientemente a la oportuna toma de decisiones en los diversos niveles, es una necesidad imperiosa a insoslayable. Este debe estar conformado por profesionales, con trayectorias y perfiles que excedan lo coyuntural, de forma tal que garanticen la prescindencia de los intereses inmediatos de un gobierno de turno.

Junto con ello, es relevante la posición que un país alcanza en el sistema internacional. Más allá que en este caso Ucrania logró la casi total e inmediata solidaridad, será esperable que la comunidad mundial apoye, o al menos simpatice, con los países que dan permanentes muestras de compromiso con la paz mundial y con otros valores universales tales como la institucionalidad, el respeto a los derechos humanos, la probidad y el cumplimiento de los compromisos, todos los cuales configuran el prestigio y el porte de país.

La imprescindible función Defensa: El poder militar en conflictos de lógica interestatal sigue vigente aunque dadas, las condiciones de seguridad de la sociedad actual, sus instrumentos poseen varias dimensiones de empleo. En tanto atributo de un Estado-nación, el país requiere contar con la capacidad para hacer efectiva su soberanía, defender a su población y sus intereses, garantizar su integridad territorial y mantener la independencia política que le permite tomar sus propias decisiones, sin presiones externas que pudieran estar sustentadas en una amenaza explícita o velada del uso de la fuerza, procedente de otros actores del sistema internacional.

Es obvio que una capacidad militar no se improvisa. Se requiere personal altamente entrenado y con cualidades éticas, técnicas, físicas y sicológicas, que les permitan desempeñarse eficientemente en una condición extrema. Además de ello, es indispensable contar con el material adecuado, la doctrina, los sistemas de mando y control, el soporte logístico, entre otras muchas variables que permiten garantizar una disuasión efectiva y, de ser necesario, un exitoso y eficiente empleo del poder armado.

Teniendo aún a la vista el horror de la guerra que se desarrolla en Ucrania, se debe dar valor de uso a esta dramática situación y aprender de ella, de forma de prevenir y evitar que fenómenos como este asolen nuestro país. Los casi 150 años que Chile ha gozado de paz con sus vecinos, en muchas ocasiones conlleva a una falsa sensación de seguridad. Pero esta paz no está garantizada ni tampoco está dada por defecto; por el contrario, la paz se construye día a día y con diversos instrumentos, dentro de los cuales está la capacidad disuasiva que se ejerce no solo con las Fuerzas Armadas, sino también con todos los instrumentos de poder nacional disponibles, entre otros, la robustez institucional, el desarrollo integral, la cohesión nacional y el prestigio internacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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