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¿Un firme compromiso estratégico de la Unión Europea con América Latina? Opinión

¿Un firme compromiso estratégico de la Unión Europea con América Latina?

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Héctor Casanueva
Por : Héctor Casanueva Profesor e Investigador del IELAT, Universidad de Alcalá. Ex embajador de Chile en Ginebra ante la OMC y organismos económicos multilaterales y en Montevideo ante la ALADI y el MERCOSUR.
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Si se concibe y aplica como un plan prospectivo, mediante un consenso político entre las dos regiones, coherente y consistente, de largo plazo, orientado a enfrentar esta crisis y los desafíos comunes actuales y futuros, no cabe duda de que habrá beneficios mutuos. De otro modo, sin restarle importancia a la voluntad y al esfuerzo presupuestario de la UE, de dar un salto cualitativo mediante “solidaridades concretas” en su relación con América Latina, es probable que los principales líderes de la región reciban esta estrategia con un cierto escepticismo político de fondo. Podría ser vista como un intento de último minuto para tratar de resolver y revertir las principales diferencias que hay en la evaluación política de la guerra de Rusia y la nueva posición global de China, tratando de lograr un difícil, si no imposible, cambio de posición de países como Brasil, México o Argentina en la próxima Cumbre de la CELAC-UE.


Nunca es tarde si la dicha es buena. Después de más de una década perdiendo posiciones comerciales y políticas en América Latina, la Unión Europea, a través de la presidenta de la Comisión y del Servicio de Acción Exterior que lidera el exministro español Josep Borrell, perfila un plan especial e inicia una nueva ofensiva diplomática, financiera y de cooperación en América Latina y el Caribe. Por la envergadura de lo que se conoce hasta el momento, puede ser tan importante como una suerte de “Plan Marshall” europeo para apoyar la reconstrucción del tejido productivo, social e institucional, y apoyar la autonomía estratégica de una de las regiones que más ha sufrido el impacto de la pandemia, afectada además por las consecuencias globales de la guerra de Rusia.

Con ello, el Viejo Continente se propone recuperar para la Unión el terreno perdido con una región que fuera calificada hace casi un cuarto de siglo, en la primera cumbre de jefes de Estado y de presidentes de ambas regiones celebrada en 1999 en Río de Janeiro, como un socio estratégico para construir juntos el nuevo orden internacional.

Algunos componentes concretos del plan que se han conocido apuntan a grandes inversiones en infraestructura, con un aporte inicial de 9.500 millones de euros (10.200 millones de dólares) comprometidos por España, principal promotor de la iniciativa, al que seguirían unos equivalentes de otros países miembros, más una parte, aún no precisada, del programa “Global Gateway” dotado con 300.000 millones de euros (320.000 millones de dólares). Mucho dinero, sin duda. Y se supone que en el marco del plan se reunirían y potenciarían sinérgicamente también los múltiples programas de cooperación ya existentes, sumados a la reciente Alianza Digital UE-ALC y dos centros de datos del programa Copérnico, y poner en marcha el acuerdo de asociación firmado hace dos años con el Mercosur, más Chile y México.

A primera vista, sin dejar de valorar la enorme importancia que tendría esta propuesta, parece una reacción tardía en lo estratégico, se ve muy apresurada en su implementación táctica, y poco afinada en lo político. Nadie dejará de pensar en el por qué se anuncia en estos momentos, a menos de dos meses de la cita cumbre de los líderes de las dos regiones, programada para los días 17 y 18 de julio en Bruselas. Hay pronósticos que apuntan a que la III Cumbre CELAC-UE podría no tener los resultados esperados por Europa, pese al empeño puesto por la Comisión, por el incansable Alto Representante de la Política Exterior Josep Borrell, y especialmente por España, que la ha fijado como una de las primeras prioridades de su gestión en la presidencia del Consejo de la UE el segundo semestre de este año.

Las visitas realizadas últimamente por Borrell y los próximos viajes de la presidenta de la Comisión Europea Úrsula von der Leyen a Brasil, México, Argentina y Chile, son un gesto diplomático muy importante que debe ser valorado como una intención firme de relanzar la relación. Entendemos que todo lo que se anuncia de manera gruesa, deberíamos conocerlo con más detalle en los próximos días de parte de la propia presidenta de la Comisión, cuando se reúna con los líderes de los países que visitará, para llegar a la III Cumbre CELAC-UE con una propuesta a evaluar entre todos. Su implementación necesitará de una articulación multiactores de los Estados, la sociedad civil, la comunidad académica y científica, a través de la anunciada plataforma UE-ALC permanente.

Y debería tener bases sólidas, de largo plazo, no responder solo a una coyuntura, ni centrarse solo en lo comercial para disputarle a China su hegemonía, sino que apuntar a la clave de la desconexión política y hasta valórica que se ha ido observando entre ambas regiones. Se debe considerar que, ante esta crisis multidimensional, las instituciones públicas y la democracia en Latinoamérica se han resentido a tal punto que la inestabilidad política y social es un factor adicional de impotencia y una pérdida de claridad estratégica ante las disputas por la hegemonía global de diferentes modelos de sociedad, que la UE resiente y ve amenazada en las bases mismas de su modelo de sociedad.

Si se concibe y aplica como un plan prospectivo, mediante un consenso político entre las dos regiones, coherente y consistente, de largo plazo, orientado a enfrentar esta crisis y los desafíos comunes actuales y futuros, no cabe duda de que habrá beneficios mutuos. De otro modo, sin restarle importancia a la voluntad y al esfuerzo presupuestario de la UE, de dar un salto cualitativo mediante “solidaridades concretas” en su relación con América Latina, es probable que los principales líderes de la región reciban esta estrategia con un cierto escepticismo político de fondo. Podría ser vista como un intento de último minuto para tratar de resolver y revertir las principales diferencias que hay en la evaluación política de la guerra de Rusia y la nueva posición global de China, tratando de lograr un difícil, si no imposible, cambio de posición de países como Brasil, México o Argentina en la próxima Cumbre de la CELAC-UE.

Es claro que la UE también tiene mucho que ganar potenciando sus vínculos con una región de importancia geopolítica, clave para sostener su autonomía estratégica y para la transición ecológica, digital y energética. América Latina tiene la llave de muchos de los recursos necesarios para ello, y si bien su peso económico global no supera el 7% del PGB, su peso en el sistema multilateral, su importancia medioambiental y las reservas que tiene de productos estratégicos, la sitúan en el centro de la geopolítica y la economía del siglo XXI.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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