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Por qué la propuesta de reforma tributaria del Presidente Boric debilitaba el mercado de capitales Opinión

Por qué la propuesta de reforma tributaria del Presidente Boric debilitaba el mercado de capitales

Elisa Cabezón
Por : Elisa Cabezón Directora de Evidencia de Pivotes.
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Un mercado de capitales bien desarrollado, que administra grandes montos de capital para invertir y los distribuye de manera eficiente, es un motor de crecimiento y bienestar económico: permite a las empresas y emprendimientos financiar la expansión de sus proyectos de forma barata y así generar más empleo y bienes de consumo para los hogares, y también financia la infraestructura pública (carreteras, puentes), políticas sociales y créditos de los hogares.


Tiempo atrás estaba en una reunión de trabajo y se nombró el concepto de “mercado de capitales”, ante lo cual uno de los partícipes dijo: “Suelo escuchar a los economistas hablar del mercado de capitales y nunca he sabido lo que es”. Para ser justos, es cierto que es un concepto abstracto, muy usado en el debate público, de gran relevancia para nuestra economía, pero a la vez pocas veces explicado. Haré un intento de explicarlo en fácil.

El mercado de capitales está formado por tres actores. El primero son los inversionistas: todos aquellos agentes (familias, empresas, gobierno) que logran ahorrar; es decir, tener un ingreso mayor a sus gastos, y entregan sus ahorros, llamado capital, al segundo actor: las instituciones financieras. Las instituciones financieras están compuestas de bancos comerciales, administradoras de fondos (como las AFP), corredores de bolsas, etc. Son las entidades encargadas de recibir el capital (o ahorro) de los inversionistas y entregárselo al tercer actor: los usuarios del capital. Los usuarios del capital son los hogares, que lo usan como crédito de consumo o hipotecario, las empresas y emprendimientos, que emplean el capital para financiar sus proyectos y crece, y también el gobierno, que lo utiliza para financiar infraestructura o políticas públicas.

Luego de que el capital se mueve desde los inversionistas hacia los usuarios y que estos lo usen para financiar sus gastos y proyectos, el capital debe ir de vuelta hacia los inversionistas, junto a un retorno. Este retorno puede ser alto, bajo o incluso negativo. Es trabajo de las instituciones financieras colocar el capital de los inversionistas en los proyectos y lugares que entreguen un buen retorno. Esto es el famoso “mercado de capitales”, un lugar en que los agentes pueden invertir sus ahorros para financiar distintos proyectos, esperando recibir de vuelta lo prestado junto a un retorno positivo.

Un mercado de capitales bien desarrollado, que administra grandes montos de capital para invertir y los distribuye de manera eficiente, es un motor de crecimiento y bienestar económico: permite a las empresas y emprendimientos financiar la expansión de sus proyectos de forma barata y así generar más empleo y bienes de consumo para los hogares, y también financia la infraestructura pública (carreteras, puentes), políticas sociales y créditos de los hogares.

Pero, a la vez que el capital es fuente de crecimiento de los países, también es muy movedizo. En un mundo globalizado, Chile y el resto de las economías compiten por ser el destinatario del ahorro de las personas, empresas y gobiernos. Y este ahorro o capital se irá a los proyectos que le entreguen los mejores retornos.

La propuesta de la reforma tributaria del Gobierno del Presidente Boric tenía varias medidas que debilitaban el mercado de capitales de Chile, es decir, debilitaba la fuente de crecimiento, inversión, empleo y consumo del país. Nombraré algunas de estas medidas:

Primero, creaba un nuevo impuesto a los altos patrimonios. El patrimonio es la acumulación de capital de los residentes chilenos, por lo cual colocarle un impuesto provocará que este capital se mueva hacia otros países que no tengan dicho gravamen. Segundo, creaba un nuevo impuesto a las utilidades retenidas de las empresas. ¿En qué consiste este impuesto? Hoy, una empresa puede decidir que sus utilidades del periodo no se entreguen a sus inversionistas en forma de dividendo, sino reinvertirlas en la misma empresa para financiar su crecimiento, lo que se conoce como “utilidades retenidas”. Un impuesto sobre estas utilidades desincentiva la reinversión de las empresas. Tercero, aumentaba la tasa de impuesto de las ganancias de capital desde un 10% a un 22%. Es decir, un mayor porcentaje del retorno que reciben los agentes al invertir en el mercado de capitales se iría al Estado, con lo que el retorno neto de la inversión cae.

Y cuarto, la propuesta desintegraba completamente los impuestos pagados por las empresas, de los impuestos que pagan las personas por las rentas de capital que obtienen al invertir en proyectos económicos. En otras palabras: si decides invertir en una empresa chilena, las ganancias de esa inversión pagarían doble impuesto: el impuesto corporativo y después el impuesto a la renta personal de los inversores de las empresas.

Todas estas medidas nombradas provocan que Chile pierda competitividad como destinatario de los ahorros de los agentes económicos.

En esta columna no entraré en el debate sobre si hay que aumentar o disminuir la carga tributaria del país. Sin embargo, si el acuerdo político es aumentarla, es crucial que la reforma tributaria no debilite nuestra fuente del desarrollo económico: nuestro mercado de capitales. Y la reforma propuesta por el Gobierno de Gabriel Boric debilitaba este motor de crecimiento.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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