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Respuesta del Colegio de Ingenieros Forestales a columna del director de Conaf sobre el DL 701 Opinión

Respuesta del Colegio de Ingenieros Forestales a columna del director de Conaf sobre el DL 701

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Simón Berti Sanhueza
Por : Simón Berti Sanhueza Presidente del Colegio de Ingenieros Forestales A.G.
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Hay que señalar que el DL 701, como herramienta de fomento y subsidio, ya no funciona desde el término de su primer período de vigencia, o sea, desde 1994, ya que después de esa fecha (en 1998) se reformuló con la Ley 19.561, potenciando a pequeños y medianos propietarios y que además tuvieran suelos erosionados. Desde el 2012 ya no existen las bonificaciones y dicha ley mantuvo algo muy importante: asegurar que lo que se coseche se debe reforestar por ley y que los propietarios forestales, en vez de pagar impuestos mínimos por renta presunta, como era antes, continúen pagando impuesto de primera categoría, gracias a este decreto. ¿Para qué derogarlo entonces?


En una columna de opinión publicada el viernes pasado, el director ejecutivo de Conaf, Christian Little, realiza una serie de afirmaciones para fundamentar la derogación del DL 701, incluida en el programa de gobierno del Presidente Boric. Como Colegio de Ingenieros Forestales de Chile nos interesa destacar nuestra opinión frente al tema.

Nos alegramos de que el director de Conaf inicie su columna diciendo que “hoy se reconoce la relevancia del sector forestal para el desarrollo nacional y la mitigación de los efectos del cambio climático”.

En segundo término, hay que señalar que el DL 701, como herramienta de fomento y subsidio, ya no funciona desde el término de su primer período de vigencia, o sea, desde 1994, ya que después de esa fecha (en 1998) se reformuló con la Ley 19.561, potenciando a pequeños y medianos propietarios y que además tuvieran suelos erosionados. Desde el 2012 ya no existen las bonificaciones y dicha ley mantuvo algo muy importante: asegurar que lo que se coseche se debe reforestar por ley y que los propietarios forestales, en vez de pagar impuestos mínimos por renta presunta, como era antes, continúen pagando impuesto de primera categoría, gracias a este decreto. ¿Para qué derogarlo entonces?

El DL 701 bonificó aproximadamente la mitad de las 2,3 millones de hectáreas  plantadas hoy, aportando también al control de dunas de unas 9.000 hectáreas y promoviendo la implantación de cerca de 60 mil hectáreas de Atriplex (planta para alimentación caprina) en el norte chico. Siempre estuvo abierto a plantaciones de bosque nativo, pero no bonificó riego de verano, imprescindible para que las especies nativas sobrevivieran en suelos destruidos.

Muchos países han tratado de repetir la experiencia chilena, siendo Uruguay un ejemplo notable, ya que en 35 años el sector forestal pasó de exportar cero a hoy ser el primer rubro de exportación, superando a la agricultura y a la ganadería.

Respecto de la sostenibilidad, este Colegio de profesionales acoge totalmente dicho concepto y recuerda que este se sostiene en tres pilares: social, ambiental y económico. El sector forestal de Chile está certificado, en su gran mayoría, por sellos internacionales de la más alta exigencia mundial en sustentabilidad, como son FSC y PEFC, y sujeto a auditorías anuales realizadas por exigentes auditores extranjeros. Es decir, nuestro país forestal es, en su vasta mayoría, sustentable.

No compartimos la visión de dejar casi sin importancia el factor económico, excepto en aquellos lugares donde la protección sea un imperativo, ya sea por pendientes o en parques y reservas nacionales.

También nos alegramos de que se reconozca que “el objetivo original del 701 se centró en la conservación de los suelos y la prevención de la erosión en áreas degradadas”, distinguiendo, de paso, la labor de tantos profesionales y de una gran fuerza de trabajo, al servicio de una enorme tarea de reforestación en suelos donde nuestros compatriotas de inicios del siglo pasado quemaron el bosque nativo, hicieron agricultura en cerros de alta pendiente y los abandonaron a una profunda erosión (la peor tragedia ecológica).

En reforestar aquello, también, como bien señala el director de Conaf, se cortaron zonas con bosques o matorrales nativos, lo cual por supuesto rechazamos, pero (en la perspectiva general) se reforestaron más de dos millones de hectáreas y, si ponemos el doble de la cifra que el director indica como reemplazo, se habrían forestado en un 85% suelos erosionados y en un 15% se tocaron bosques o matorrales nativos, lo cual ya se subsanó, ya no ocurre desde hace mucho tiempo y los sellos de sostenibilidad no califican a plantaciones que hayan sustituido a vegetación nativa desde 1994 en adelante.

La lógica indicaría que dicho decreto cumplió su cometido, al menos en un 85% y, entonces, no se le puede hacer un juicio general por el 15% no logrado. Además, logró crear una industria forestal que exporta seis mil millones de dólares al año, cubre todas las necesidades del país en madera y celulosa. Protege, por lo tanto, la extracción de madera nativa, genera empleos de los cuales vive cerca de un millón de chilenos y ha dado impuestos al Estado por decenas de veces lo que este gastó en los subsidios forestales.

El director afirma que la pobreza es mayor en las zonas rurales con plantaciones forestales, sugiriendo que estas serían las responsables. Intenta, además, compararlas con zonas urbanas, donde hay servicios y empleos de todo orden. Eso no lo compartimos en absoluto.

Muchos de los asociados a este Colegio conocimos y convivimos con la pobreza rural durante los inicios de las plantaciones, especialmente en las décadas del 70 y 80. Varios de los que critican al sector eran muy jóvenes y seguramente no supieron de los pirquenes de Curanilahue y Lota, de la pobreza rural de Cauquenes y Chanco y de aquella de la cordillera de la Costa entre la Séptima y  Novena regiones, donde la agricultura de subsistencia era la norma y los escasos empleos municipales contribuían mínimamente.

¿Qué sería de estas zonas rurales sin el actual sector forestal?

Los empleos de calidad de operadores de máquinas sofisticadas, los miles de pequeños restaurantes y pensiones que viven del sector, los cientos de vehículos desde grandes camiones a camionetas de supervisores y guardabosques que alimentan centenas de garajes, vulcanizaciones y otros asociados; los miles de trabajadores de las pymes de contratistas forestales que plantan, podan, ralean, cosechan, transportan, hacen caminos y puentes; los innumerables trabajos de calidad que dan los puertos y transportes ferroviarios de la Octava Región, cuyo tonelaje es lejos el mayor de todos los otros productos, etc., ¿no aportan a superar la pobreza?

Como forestales aprendimos que, en idioma simple, hay tres clases de suelo: los agrícolas con riego (1), los ganaderos (2) y los forestales (3). Mientras más suelos tipo 1 más rica es la comuna; mientras más suelos tipo 3, donde no se puede hacer ni agricultura ni ganadería, obviamente más difícil es superar la pobreza. Las plantaciones forestales se han puesto precisamente en estas zonas, donde no hay otras alternativas productivas. ¡Qué injusta es la sugerencia de que las plantaciones generan pobreza! La correcta comparación es con ellas versus sin ellas.

De acuerdo con el PNUD 2005, el Incremento del Índice de Desarrollo Humano 1994-2003 en comunas forestales fue de un 16,92%, en comparación con 12,6% de las no forestales, entre las regiones de Maule a Los Lagos.

Respecto de la opción diferente de desarrollo forestal, todavía no entendemos bien el término agroforestería (el agro necesita riego, las especies forestales no). Tampoco del todo la diversificación de especies forestales cultivadas. Razones: los suelos son los suelos donde se puede desarrollar agricultura y ganadería, bien, vamos con ello. Donde no se puede, vamos con especies forestales.

En diversificación de especies, Chile, a través del Instituto Forestal, hizo un estudio en los años 60, desde la Quinta a la Décima regiones, probando 162 especies forestales distintas. El resultado, después de muchos años: el pino y el eucalyptus eran los ganadores por lejos en todas las regiones, excepto en Temuco cordillera, ganando el pino Oregón. Por eso se planta lo que se planta en este país. Evidencia científica.

Tampoco queremos más incendios negligentes ni menos intencionales. Para el éxito de la inversión de un bosque se necesitan 25 veranos seguidos sin incendios para el pino manejado para madera sólida y 80 o 100 años sin incendios para los que planten o manejen bosques nativos, si se quiere recuperar la inversión. Los forestales somos los que más sufrimos con los incendios. Basta de impunidad para los provocadores de estos desastres.

También asociado a la columna del director de Conaf, queremos recalcar que un estudio serio, dirigido por universidades chilenas, por la Unesco y la Dirección de Aguas, con datos de muchísimas cuencas, indica que los suelos cubiertos por bosques (nativos o plantados) aportan más agua a las napas subterráneas que lo que consumen, precisamente porque captan las precipitaciones invernales (80% de la lluvia anual) en período de poca actividad vegetacional de los árboles y su efecto paraguas genera una alta absorción del agua en el suelo, a diferencia del suelo desnudo, donde la lluvia escurre y se va a los ríos y al mar en pocas horas.

Como Ingenieros Forestales tenemos la mejor disposición para el diálogo y a conversar alternativas para aumentar el desarrollo forestal del país, generando nuevas leyes que fomenten las plantaciones, la biodiversidad, los parques nacionales y el manejo sustentable del bosque nativo. Deseamos se nos invite con entusiasmo a participar, tal como hemos estado presentes en los acuerdos del Consejo de Política Forestal, los cuales no se pueden pasar por alto para construir el futuro.

Lo anterior no es contrario a reconocer el beneficio ambiental, social y económico que las plantaciones han traído al país, ni criticar la ineficaz política de fomento al manejo del bosque nativo que las legislaciones presentes y pasadas han provocado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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