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Ataque al hospital de Gaza: quien domina el relato tiene buena parte de la victoria en sus manos Opinión DW

Ataque al hospital de Gaza: quien domina el relato tiene buena parte de la victoria en sus manos

Richard Kouyoumdjian Inglis
Por : Richard Kouyoumdjian Inglis Experto en Defensa y Seguridad Nacional
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En los tiempos digitales que vivimos, las mentiras que circulan por las redes sociales son rápidamente identificables y, por ende, la verdad tiene posibilidades de sobrevivir a pesar de los mensajes incorrectos y mentiras que quieran alimentar al sistema.


Un profesor mío en la Escuela Naval decía que la guerra era cochina y que lo primero que se pierde en la cochinada es la verdad, algo que quedó clarísimo en la tarde del martes 17, el día de la explosión en el hospital de Al-Ahli en Gaza.

A poco tiempo de ocurrida la explosión, que significó la muerte de centenares de personas, distintos medios salieron a indicar que se trataba de un ataque de origen israelí, algo que con las primeras luces del día siguiente ya era evidente que no era correcto. Con el paso de los días quedó absolutamente claro que la explosión ocurrida no tenía su origen en un misil o cohete de las fuerzas de defensa de Israel (IDF). Las cadenas noticiosas, a su modo, buscaron salir de su error, pero el daño ya estaba causado, pues las protestas y violencia antijudías tenían su origen en la mentira de Hamás y la falta de rigurosidad y profesionalismo de quienes amplificaron equívocamente algo que no era verdad.

Quienes no querían conceder el punto a Israel argumentaron que el comportamiento de ese país en algunas situaciones anteriores no había sido el esperado, y que, por ende, asumieron que habían sido ellos. Para los expertos, solo con las abrumadoras evidencias visuales (sin tener que esperar otras del tipo muestras de explosivos y combustibles) la verdad era evidente: no era culpa de Israel, cuyos misiles y bombas guiadas cuando impactan dejan daños distintos a los observados.

En los tiempos digitales que vivimos las mentiras que circulan por las redes sociales son rápidamente identificables y, por ende, la verdad tiene posibilidades de sobrevivir a pesar de los mensajes incorrectos y mentiras que quieran alimentar al sistema. Eso es algo que organizaciones terroristas como Hamás aún no aprenden.

En todas las épocas, en especial cuando se estaba en guerra, la información se administraba. Se buscaba que el enemigo no supiera qué pasaba o, derechamente, se perseguía engañarlo y, a la vez, se buscaba que los propios creyeran las verdades oficiales, a fin de mantener su motivación para seguir peleando o sosteniendo el esfuerzo bélico. Lo que hizo Hamás fue eso: engañó a los medios, los que se dejaron engañar, publicando una noticia incorrecta que buscaba aleonar a los palestinos y árabes en general, quitar apoyo a Israel, colocar dudas en los israelíes acerca de la ética y moral de su esfuerzo bélico, pero no se dieron cuenta de lo burdo de su esfuerzo y la mentira después de unos días fue más que evidente. Quien domina el relato tiene buena parte de la victoria en sus manos, pero ese relato o narrativa no puede estar basado en mentiras.

En su esfuerzo por eliminar a Hamás, la IDF va a buscar asegurarse de minimizar las bajas civiles, ya que sabe que la superioridad moral y ética se puede esfumar en un segundo si cometen errores que causen grandes cantidades de bajas civiles; lo mismo que si no permiten la existencia de esfuerzos humanitarios en Gaza. En el proceso de eliminar a Hamás, el fin no justica los medios e importa tanto el cómo se hace como el propósito o estado final que se busca. Ello no puede ser a cualquier costo, y eso es independiente de la barbarie y crueldad demostradas por Hamás en los ataques del 7 de octubre.

Es su esfuerzo defensivo, Israel necesita contar con el apoyo de EE.UU. y del mundo occidental, más aún si se abren otros frentes en las fronteras con el Líbano y Siria. Ese apoyo no es incondicional y exige un comportamiento impecable. No se le quita su derecho a la defensa o a eliminar los enemigos que los quieren hacer desaparecer. Solo se les pide seguir las reglas de la guerra y no colocarse al mismo nivel de quienes mataron, violaron y secuestraron a sus ciudadanos. Se les pide no actuar con la cabeza caliente y seguir el ejemplo de sus grandes héroes y lideres militares de antaño, como el caso de Jonathan Netanyahu, quien siempre actuó con fortaleza y templanza, pero, a la vez, en forma justa y prudente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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