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El caso de Sinovac: no se trata del mercado, sino de priorizar el conocimiento Opinión Karin Pozo/AgenciaUno

El caso de Sinovac: no se trata del mercado, sino de priorizar el conocimiento

Flavio Salazar Onfray
Por : Flavio Salazar Onfray Académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Ex Ministro de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.
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Proyectos de esta envergadura requieren coordinación y compromiso, principalmente del Estado. La vorágine de la coyuntura política nos vuelve a pasar factura, y la ciencia y el conocimiento como motores del desarrollo dejaron de ser una temática central en el debate nacional.


Indudablemente, la renuncia de Sinovac, la empresa china de producción de vacunas, a la construcción de un centro de investigación y desarrollo en Antofagasta es una noticia desalentadora y sintomática. Justo antes de que la pandemia llegara a su fin, existía un consenso general sobre la imperativa necesidad de que Chile recuperara su participación en las cadenas de producción de vacunas y biofármacos. Esto se fundamentaba en la vulnerabilidad latente que experimentamos desde 2005, año en el que se clausuraron los laboratorios de producción del Instituto de Salud Pública. Es relevante destacar que países avanzados como el Reino Unido y Australia trasladaron la producción de vacunas a sus territorios para asegurar suministros oportunos en casos extraordinarios, como los acontecidos durante la pandemia de COVID-19.

Durante más de un siglo, Chile fabricó diversas vacunas y fue pionero en políticas públicas de vacunación, contribuyendo significativamente a la reducción de la mortalidad infantil y al aumento de la esperanza de vida, lo que hoy nos posiciona con una de las más extensas del continente. Entre 2021 y 2022 se avanzó también de modo significativo en la formulación de una estrategia para la recuperación gradual de las capacidades de producción de vacunas y biofármacos en el país. Este plan se apoyó en la experiencia colaborativa y el entusiasmo de la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica, que, junto con varias instituciones regionales, llevaron a cabo y evaluaron estudios clínicos complejos y propusieron proyectos ambiciosos y complementarios, probando nuestras potenciales capacidades en un contexto real.

La colaboración internacional de los científicos del área con centros de vanguardia y el genuino interés de empresas chinas y europeas otorgaron viabilidad a estas ideas. Estos proyectos contaron con el apoyo decidido del emergente sector industrial farmacéutico del país, que contribuye con 1.200 millones de dólares anuales a la economía nacional y genera 68.819 empleos, de los cuales 14.884 son empleos directos. Las exportaciones del sector promediaron 169 millones de dólares entre 2016 y 2018, con destinos principales en países de Latinoamérica y una creciente inserción en mercados más desarrollados, principalmente en Europa y Medio Oriente.

Por otro lado, la actividad de I+D en biomedicina y ciencias de la salud muestra una alta productividad internacional, representando cerca del 20% del total de publicaciones del país, con 30 mil artículos indexados entre 2008 y 2019 y un promedio de 0.34 estudios clínicos por 100 mil habitantes, situándonos como líderes regionales en la materia. Sin duda, un buen punto de partida.

Sinovac vislumbró la posibilidad de establecer plantas de producción e infraestructura de I+D en nuestro país con inversiones cuantiosas. Empresas italianas y la Unión Europea, junto a inversionistas privados, mostraron interés en vincularse al proyectado centro público-privado de vacunas y biofármacos de Laguna Carén. En algún momento, parecía que Chile se colocaría a la vanguardia en Latinoamérica, promoviendo un polo de desarrollo de la atractiva industria biofarmacológica.

¿Qué sucedió? No fue un problema de tamaño de mercado, sino de prioridades: proyectos de esta envergadura requieren coordinación y compromiso, principalmente del Estado. La vorágine de la coyuntura política nos vuelve a pasar factura, y la ciencia y el conocimiento como motores del desarrollo dejaron de ser una temática central en el debate nacional. Las premisas persisten, pero las voluntades políticas disminuyen.

El interés internacional necesita una contraparte nacional proactiva y una decisión de los actores políticos de todos los sectores por dar espacio también a miradas de largo plazo. Se necesita un gobierno promotor y articulador y una oposición con visión de futuro. Lamentablemente, el estancamiento observado en el históricamente insuficiente presupuesto de ciencia y su ausencia en el debate público nos revelan más bien cierta miopía, algo que urge revertir.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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