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A 10 años de la Nueva Mayoría Opinión

A 10 años de la Nueva Mayoría

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Cristián Zuñiga
Por : Cristián Zuñiga Profesor de Estado
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Cuando se cumplen 10 años de la asunción del Gobierno de la Nueva Mayoría y con la suficiente agua que ya ha corrido bajo el puente, viene bien hacer un balance político, técnico y cultural sobre los resultados de aquellas rimbombantes reformas.


Hace justo 10 años, Michelle Bachelet comenzaba su segundo periodo después que Piñera le devolviera la banda presidencial (algún día habrá que hacer un balance histórico de lo que significaron esos 16 años de la denominada “era Caburgua” de Bachelet y Piñera). En medio de un caluroso marzo de 2014, comenzaban a escucharse rimbombantes palabras que hacían referencia a “cambios estructurales”, “retroexcavadoras” y “patines”. Eran los anuncios de un grupo de políticos que llegaba al Gobierno con mayoría en el Parlamento y que se presentaba como una “nueva mayoría” para Chile (el Chile con voto voluntario). 

En aquel mes de marzo, se escuchaba a miembros de esa coalición, a través de conferencias de prensa y entrevistas en televisión, pedir perdón, una y otra vez, por el legado de la vieja Concertación, al mismo tiempo que prometían una retroexcavadora que arrasaría con la obra gruesa del país de la transición, algo que, de cierta manera (y mirado en retrospectiva), no dejó de ser cierto, pues pocas veces en la historia un Gobierno logró generar tantas reformas importantes en tan poco tiempo. Por lo mismo, por tratarse de un Gobierno que generó leyes que significaron cambios en la hoja de ruta de todos los chilenos, es que viene bien hacer un breve chequeo de las principales reformas realizadas por aquel régimen que comenzaba hace justo diez años. 

Partamos por educación, la reina de todas las batallas que se daban por entonces (hoy las principales demandas de la ciudadanía son la lucha contra la delincuencia, la inmigración y la economía). En ese tiempo, el compungido rostro del entonces ministro de Educación,  Nicolás Eyzaguirre, anunciaba la eliminación de la selección para entrar a la educación pública y subvencionada, y hasta se emocionaba (guitarra en mano) cada vez que sus funcionarios del Mineduc (en especial los de Revolución Democrática) le exigían hacer realidad la metáfora de bajar de los patines a los más mateos del curso para que pudieran ser alcanzados por el resto de los alumnos que iban descalzos (una metáfora que costó demasiado caro a la socialdemocracia).

En la actualidad, los resultados de la PAES develan que ya no quedan muchos patines de alto rendimiento, por el contrario, hoy la mayoría parece correr a pie descalzo la maratón de la educación pública. A diez años de la reforma educacional de la Nueva Mayoría: no terminó el lucro en la educación, continúa el financiamiento compartido (puede que hasta los chilenos de clase media gasten más en educación que entonces) y los sistemas de tómbolas han generado mayor segregación en el sistema escolar público y subvencionado.   

En este racconto sobre el legado de la Nueva Mayoría, resulta difícil no recordar al exministro de Hacienda Alberto Arenas, con su risa bonachona cada vez que hablaba sobre la reforma tributaria, misma que financiaría la educación pública y de calidad que prometía aquel Gobierno. A diez años del inicio de esa reforma, podemos decir que esta no solo no logró su meta de recaudar tres puntos del PIB (recaudó la mitad), sino que hizo todo lo contrario: le costó al país 8 puntos del PIB (unos US$ 25.000 millones). En la actualidad, connotados economistas, de ambos bandos políticos, afirman que aquella reforma tuvo consecuencias negativas para el crecimiento económico del país y hasta algunos senadores que la votaron a favor dicen estar arrepentidos de haberla respaldado (qué fácil les resulta a los políticos el arte del arrepentimiento). 

En este breve check list, dejaremos como punto estelar la reforma al sistema electoral del otrora ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, que por esos días, junto con sus amigos del PC, proyectaban el fin del sistema binominal como un hito que pondría la lápida definitiva a la transición y abriría las grandes alamedas electorales por donde militarían los ciudadanos empoderados (palabra de moda por esos días).

Es indudable que el actual sistema de representación proporcional inclusivo ha sido un incentivo para la creación de partidos pequeños, favoreciendo el multipartidismo y la fragmentación parlamentaria. En la actualidad, son 21 partidos políticos los que tienen representación en el Congreso, lo que da cuenta de un fuerte fraccionamiento en la asignación de escaños y una atomización (electoral e ideológica) del sistema.

No hay que ser experto en sistemas electorales para constatar que el actual sistema proporcional legado por la Nueva Mayoría ha fomentado la polarización y el fraccionamiento político al interior del principal órgano de representación popular de nuestro régimen democrático. Es cosa de ver en este año 2024 a algunos alcaldes de izquierda vestidos con atuendos militares para buscar reelegirse con los votos de las grandes mayorías (sin sistema proporcional), versus las campañas de nicho de los parlamentarios que siguen apostando a sus diminutos nichos identitarios (con sistema proporcional).  

En este balance sobre el legado de la Nueva Mayoría, se podría seguir con las políticas migratorias abiertas (vuelos desde Haití aterrizando de madrugada en el aeropuerto de Santiago a vista y paciencia de todos), la promulgación de la ley del 20% de música chilena en radios (una de las leyes más inoficiosas de la historia) o la solicitud a última hora (literalmente a última hora) de cerrar el penal de Punta Peuco, hecho que resume de manera inmejorable lo que fue aquel Gobierno: una Presidenta haciendo como que no le hicieron caso. 

Cuando se cumplen 10 años de la asunción del Gobierno de la Nueva Mayoría y con la suficiente agua que ya ha corrido bajo el puente, viene bien hacer un balance político, técnico y cultural sobre los resultados de aquellas rimbombantes reformas presentadas entre “retroexcavadoras”, “patines” y “marcadas de voto” (marca tu voto, decían por entonces). Si bien se trató de un Gobierno vertiginoso en términos de cambios de ministros (Bachelet pidiendo la renuncia a todo su gabinete en un programa en vivo de Don Francisco), de militancias políticas (Jorge Burgos reemplazando a Peñailillo) y altamente impredecible desde la lógica de la política tradicional (Sebastián Dávalos pidiendo créditos en la oficina de Luksic), fueron las reformas políticas, educacionales y económicas hechas por esta breve coalición política las que terminaron marcando la ruta del país en el último tiempo. Es un dato de la causa y no deja de ser menor. Ni el estallido social pudo tanto.  

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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