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Si la economía fuera WhatsApp, sus mensajes serían los precios Opinión

Si la economía fuera WhatsApp, sus mensajes serían los precios

El sistema de precios planteado por F. A. Hayek es un aparato que sostiene una gran conversación social que genera y moviliza el conocimiento como una gran red de WhatsApp.


El título de esta columna, que a primera vista puede resultar una ridiculez y un intento para llamar la atención, es una analogía asertiva y concisa del rol que tienen los precios en todo sistema económico, sea este feudal, socialista, capitalista, etc. Si bien el valor monetario de un cierto bien o servicio puede resultar conveniente a la hora de cotizar y ahorrar dinero, este refleja mucho más que un mero ‘valor’ y muestra el estado del mercado en sus diversos ámbitos, tales como el número de productos disponibles, el avance tecnológico en las líneas de producción, los costes de producción, entre otros.

Es imposible que un ser humano capte toda la información que pueden ofrecer los precios; pero una mente instruida (que se espera formar en el lector al acabar esta columna) es capaz de formar una imagen amplia respecto al rol de los precios que va más allá de un simple número.

Uno de los pensadores más famosos en el área de los precios fue Friedrich Hayek, un economista austriaco, ganador del Premio Nobel de Economía en 1974, que en el año 1945 escribió su artículo titulado “El uso del conocimiento en la sociedad”, considerado por otros Premios Nobel como uno de los 20 ensayos más importantes en la historia de la American Economic Review. Si bien a primeras los términos precio y conocimiento aparentan no tener relación, el vienés logra describir su íntima relación a lo largo de su escrito.

En este ensayo de 1945, que ha llegado a ser un clásico de nuestro tiempo, Hayek plantea por primera vez su tesis de que el sistema de precios permite crear y luego transmitir la información económica relevante que se encuentra dispersa y fragmentada entre miles y miles de individuos. Emerge así una visión filosófica y económica que ve en el mercado y el sistema de precios un método de creación y utilización del conocimiento.

Hayek comienza su trabajo explicando que todo sistema económico, además de manejar la escasez de recursos, debe dirigir estos a sus usos más rentables y que generen mayor valor para la sociedad. Hayek sostiene que lo anterior no se lograría de forma satisfactoria mediante una planificación, ya que esta sería ineficiente si estuviera a cargo de una persona o un grupo de estas, principalmente por dos razones: I) por la incapacidad del intelecto humano de tener presentes todos los factores prácticamente infinitos que interactúan en el sistema económico y II) por la dispersión del conocimiento que hay entre los individuos, es decir, que en una sociedad no hay un grupo o un individuo que conozca la totalidad del proceso de generación de conocimiento económico, sino que cada uno conoce una parte pequeña de este. La solución que da Hayek frente a este problema de orden epistemológico (y no solo material) del uso racional de los recursos es el sistema de precios, que actuaría como una red neuronal.

Hayek argumenta que este aparataje permite “dirigir” el accionar de los individuos hacia un mejor aprovechamiento de los recursos, a pesar de su conocimiento segmentado con respecto al proceso productivo en su totalidad. La solución que plantea el economista puede entenderse con el siguiente ejemplo extraído del libro Economía Básica, de Thomas Sowell: la demanda de quesos aumenta, provocando una mayor necesidad de leche y, en consecuencia, un aumento de su precio.

Lo anterior provoca que otros productos que requieren leche, como el yogur y el helado (usos alternativos de la leche), suban sus costos de producción, lo cual incentiva a los productores de estos dos a comprar menos leche y a los consumidores de esto a replantearse en obtener dichos bienes. De esta manera, la economía es un gran proceso descentralizado de ajuste en donde los precios cumplen una función que orienta los recursos escasos hacia aquellos usos que los valorizan más, obligando a otros a economizar dichos recursos escasos o encontrar bienes alternativos.

La hipotética situación descrita es una muestra de cómo los precios pueden influir en el actuar de los individuos y cómo la alteración de un factor, que en este caso es el aumento de la demanda de queso, afecta a un amplio sector del sistema económico, como si fuera una gran conversación social acerca de cómo vamos a utilizar nuestros recursos. Cabe destacar que, en una situación real, el cambio de un factor genera un gran número de consecuencias y repercusiones que se propagan a través de todo el tejido productivo.

La función coordinadora del sistema de precios se ve a plena luz en los sistemas de las economías libres (con alto grado de libertad económica), pero está ausente o atrofiada en el aparato de economías socialistas. En esta última, la masiva fijación de precios y de controles es común y se hace pensando en el bien común de la sociedad, sin embargo, en la práctica, dicha actividad ha resultado desastrosa, ya que impide la movilización del conocimiento acerca del mejor uso alternativo de los recursos escasos.

A modo de ejemplo, en el Gobierno de la Unidad Popular se instauró un amplio sistema de fijación de más de 3 mil precios, que era comandado por un comité en la Dirinco. Debido a los problemas de la dispersión del conocimiento, como señalaba Hayek, el organismo no era capaz de ver en su totalidad los cambios y factores que intervenían en el sistema, por lo que en diversas partes del país había exceso de bienes y gran escasez de otros, generando un caos e ineficiencia en la coordinación económica. Esto se agravaba aún más por los nulos incentivos a la productividad que generaba el sistema hacia las fábricas estatales, produciendo situaciones donde había exceso de empleados y/o maquinaria.

Si bien el mecanismo que individuó Hayek ha permitido el uso eficiente de los recursos, este no evita las eventuales distorsiones del mercado, tales como el monopolio, la colusión o las asimetrías de la información. Si exceptuamos al Estado, basta que un privado o un grupo de estos, con suficiente poder económico (y eventualmente político), se apodere de una cierta cadena productiva y genere ganancias a expensas de la sociedad. El sistema de precios (por sí solo) no puede evitar el actuar de este ente, más bien es una víctima cuyo cuerpo se usa para engañar a todos los participantes del sistema.

Lo anterior hace que el uso de los recursos sea ineficiente, haciendo que la población, en el corto plazo, y los mismos monopolistas, en el largo plazo, sufran las consecuencias negativas de tal actuar. Con tal de evitar esto, es necesaria la existencia de instituciones anexas que garanticen un sistema de libre mercado sin distorsiones creadas por privados.

En síntesis, el sistema de precios planteado por F. A. Hayek es un aparato que sostiene una gran conversación social que genera y moviliza el conocimiento como una gran red de WhatsApp, que presenta una gran cantidad de beneficios que han permitido un eficiente uso de los recursos y cuyos efectos se han transmitido a lo largo de toda la sociedad. A pesar de que su trabajo fue publicado hace más de siete décadas, aún moldea las cabezas de los economistas actuales, afirmando su gran importancia en el ámbito de las ciencias económicas y en la filosofía política.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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