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Contra la entropía política (un compromiso democrático) Opinión

Contra la entropía política (un compromiso democrático)

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La participación política no debe ser entendida solo como una opción posible para quienes tengan interés, sino como una responsabilidad cívica que cada miembro de la sociedad debe asumir para asegurar la estabilidad y el funcionamiento apropiado de un sistema democrático.


La segunda ley de la termodinámica establece que, con el transcurso del tiempo, los sistemas tienden a desplazarse hacia estados de mayor desorden, manifestándose la entropía. Pero, aunque estemos hablando de física, resulta que esta medida de desorden molecular en un sistema encuentra un claro paralelismo en la esfera política y social.

Según lo anterior, la entropía política podría interpretarse como la medida de multiplicidad, diversificación y eventual colisión de pensamientos políticos dentro de una sociedad. En este sentido, los sistemas democráticos buscarían constantemente el equilibrio entre diversas fuerzas y grupos de interés. Dicho equilibrio, entre la pluralidad y la cohesión, solo se alcanza a través de la participación ciudadana y la negociación constante entre actores políticos diversos.

Pero al igual que en la física pura, vencer la entropía política demanda una gran inversión de energía. De manera análoga a los sistemas biológicos u organismos vivos que deben consumir nutrientes para contrarrestar la tendencia natural hacia el deterioro y la entropía, los sistemas democráticos deben ser periódicamente alimentados con la energía adicional de la participación activa de los miembros de la sociedad.

La lucha contra la entropía política, entendida como el vicio de las democracias, también implica la necesidad de lograr un equilibrio entre fuerzas y perspectivas muy dispares. El funcionamiento de los sistemas democráticos requiere necesariamente de negociaciones y acuerdos entre diversos grupos y actores políticos para evitar el caos y el conflicto.

Así las cosas, tal como se requiere de energía adicional agregada para mantener el orden en un sistema físico, la sana democracia exige la participación activa y diligente de cada ciudadano, manifestada en el ejercicio del voto en elecciones, la inmersión en debates políticos y la contribución constante de variados análisis críticos, opiniones y perspectivas.

El actual sistema político facilita la entropía política, al permitir un sinnúmero de partidos, de tamaño mínimo, pero que a la hora de hacer políticas públicas que beneficien a todos los chilenos, hacen casi imposibles los acuerdos. Por lo tanto, es imperativa una reforma al actual sistema, que disminuya la cantidad de partidos, que asegure una representatividad mínima de las ideas que nos beneficien a todos y transforme esa energía política en un trabajo eficiente y efectivo.

Paralelamente, los casos de corrupción engendran un sentimiento de desencanto y desconexión entre la ciudadanía y el mundo político. Siguiendo la analogía con la física, para prevenir la recaída en el desorden, es esencial para la sana democracia el mantener la supervisión constante de las actividades del Estado. En este sentido, el control, la rendición de cuentas y la responsabilidad emergen como pilares fundamentales para contener la expansión de esto que llamamos entropía política.

Asimismo, la participación ciudadana se vuelve vital para evitar la inercia y la complacencia, garantizando así la funcionalidad y el orden del país. De manera análoga a cómo la limpieza y el mantenimiento continuos son necesarios para preservar un espacio en óptimas condiciones, la vitalidad de una democracia descansa en la activa y persistente participación y la atenta supervisión de los ciudadanos.

Consecuentemente, hacemos un llamado a fortalecer y comprometerse con el orden y la democracia de nuestra nación. La participación política no debe ser entendida solo como una opción posible para quienes tengan interés, sino como una responsabilidad cívica que cada miembro de la sociedad debe asumir para asegurar la estabilidad y el funcionamiento apropiado de un sistema democrático.

Finalmente, la acción política constituye, al mismo tiempo, un deber y un derecho y cada ciudadano debe sentir como una obligación el ejercicio de las facultades que ostenta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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