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Eliminar el CAE Opinión

Eliminar el CAE

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Juan Pablo Mira
Por : Juan Pablo Mira Doctor en Filosofía, Universidad de Edimburgo Profesor Universitario
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Necesitamos mejorar ahí donde mayores mejoras son posibles. Este 2024 el puntaje mínimo de ingreso a Educación Parvularia en la Universidad de Chile fue de 670 puntos en la PAES. Para estudiar Medicina, 900; para Derecho e Ingeniería, sobre 800 puntos.


El país amanece con noticias que llenan la crónica roja: portonazos, una cabeza aparece en un sitio eriazo, transeúntes acribillados a quemarropa, un niño muere por una bala loca. En el sur, atentados terroristas disfrazados de causa mapuche; en el norte, desorden migratorio.

En otras esferas, con cuello y corbata, se destapa la cloaca de la corrupción política y empresarial. La honorable élite, de todos los colores, sale a la luz con las manos manchadas. Pero, si hay plata, a lo más recibirán unas cómodas clases de ética en una universidad del barrio alto o, si hay que privarlos de libertad, serán encerrados en sus casas y no en la cárcel como el común de los mortales.

Podredumbre y decadencia, vulgaridad y desecho. Entre todo el lodazal de mierda hay un punto en común: la falta de ética. En Chile se nos ha dicho que debemos ser pillos, “vivaldis y no pavarotis”.  Ser “vío” y no “perkin”, es decir, ser servido y nunca servidor. Es la ética que Platón plasmó con Calicles en el “Gorgias” o Trasímaco en la “República”: buscar el poder de hacer lo que se quiera, sin otra ley que el propio deseo egoísta.

Por fortuna, más allá de un realista pesimismo, gracias a esfuerzos conjuntos, y aunque no se quiera reconocer, tras el estallido social se ha logrado retornar a cierto nivel de tranquilidad. Nadie está pidiendo hoy destituir al Presidente y la efervescencia no es, felizmente, la misma de esos días. Pero hay algo bajo la alfombra, hay un malestar latente y que se acumula lentamente como una infección interna que aún no brota. 

Estamos construyendo una sociedad ignorante. Prácticamente somos analfabetos, pues casi el 85% de la población adulta no comprende adecuadamente lo que lee. La falta de respeto a lo ajeno o a lo público queda en evidencia no solo cuando observamos calles sucias y fachadas pintarrajeadas por algún vándalo de poca monta, sino también cuando un tipo con educación y recursos decide poner una coma de más o de menos en alguna declaración a Impuestos Internos. 

La solución a un problema complejo es evidentemente de la misma naturaleza. Sin embargo, no logro disuadirme de la idea de que hay algo meridianamente claro: es necesaria una reforma educacional profunda, sobre todo en la más tierna infancia. Es ahí, lo evidencia toda la bibliografía, la etapa crucial del desarrollo humano. La etapa más temprana tiene a su vez el más alto potencial de definir el futuro de ese ser humano en formación, tanto para bien como para mal. He aquí un axioma: solo formando buenos ciudadanos tendremos un buen país.

En estos días, en que los recursos son escasos, el presidente ha anunciado un nuevo impulso legislativo que incluiría la eliminación de las deudas de los créditos universitarios. Deudas que solo son exigidas a quienes tienen ingresos y, además, dichos pagos nunca podrán ser más del 10% de lo que se gana. La condonación del CAE equivale a cerca de 12 mil millones de dólares, es decir, el 4% del PIB. Siendo ignorante respecto a números y administración pública, no logro entender dónde están las prioridades. 

Necesitamos mejorar ahí donde mayores mejoras son posibles. Este 2024 el puntaje mínimo de ingreso a Educación Parvularia en la Universidad de Chile fue de 670 puntos en la PAES. Para estudiar Medicina, 900; para Derecho e Ingeniería, sobre 800 puntos. Sea este solo un indicador de la exigencia y con ello del valor con que ponderamos distintos quehaceres. 

Cuán distinto es el enfoque en países desarrollados que comprendieron que es la educación el primer motor de la prosperidad y, dentro de la educación, la más importante: la de los más pequeños. Pero, claro, ellos no salen a protestar ni tienen derecho a voto. Mientras, sobre todo a los más pobres, los dejamos a merced del imperio de las pantallas o de las canciones que hablan de droga, zapatillas y cadenas de oro. Señor Presidente, con todo respeto, eliminar el CAE es no entender nada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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