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Detección de fragilidad en personas mayores: un desafío urgente para la salud pública Opinión

Detección de fragilidad en personas mayores: un desafío urgente para la salud pública

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Miriam Rubio Acuña
Por : Miriam Rubio Acuña Escuela de Enfermería UC
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La experiencia internacional nos ofrece ejemplos de éxito en la implementación de programas de detección y tratamiento de la fragilidad.


Para nadie es una sorpresa que Chile viene desde hace un tiempo enfrentando un acelerado proceso de envejecimiento. Según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la esperanza de vida alcanza los 81 años, posicionándonos entre los países con mayor longevidad en América Latina.

Para el año 2025, se espera que el 20% de la población sea mayor de 60 años. Este cambio demográfico trae consigo implicaciones importantes, en áreas como salud, pensiones y el cuidado de largo plazo.

Patrocinados por el Centro de Políticas Públicas UC, realizamos un estudio en el que nos centramos en un desafío del envejecimiento poblacional que, a pesar de ser crucial, no ha sido completamente abordado por la salud pública. Se trata de la detección de la fragilidad en las personas mayores, síndrome que puede ser reversible si se identifica y se interviene de manera oportuna.

El sistema de salud chileno, a través del Examen de Medicina Preventiva del Adulto Mayor (Empam), no incluye una evaluación específica y sistemática de la fragilidad, lo que deja sin pesquisar a muchas personas que podrían beneficiarse de intervenciones tempranas​.

La fragilidad es un síndrome clínico caracterizado por la pérdida progresiva de la capacidad para resistir al estrés físico, lo que aumenta la vulnerabilidad de la persona ante eventos adversos como caídas, infecciones, o la incapacidad de realizar tareas diarias básicas.

Esto afecta varios sistemas del cuerpo, incluyendo el muscular, el cardiovascular y el neurológico, lo que lleva a una disminución general de la funcionalidad y, en muchos casos, al deterioro de la salud mental.

Además, esto no solo impacta a los individuos, sino también a sus familias y a los sistemas de salud en su conjunto. Las personas frágiles requieren un cuidado más intensivo, lo que genera un aumento en los costos de atención médica y una mayor presión sobre los servicios de salud.

Por ello, consideramos que es imperativo implementar estrategias efectivas para la detección precoz y el tratamiento de este síndrome. Concretamente, que se incorporen métodos de evaluación de la fragilidad dentro del Empam.

La experiencia internacional nos ofrece ejemplos de éxito en la implementación de programas de detección y tratamiento de la fragilidad. En países como Canadá y Australia, se han desarrollado herramientas sencillas para detectar este síndrome en la atención primaria, permitiendo una intervención temprana y, en muchos casos, previniendo la progresión hacia la dependencia total.

Chile podría beneficiarse enormemente de seguir estos ejemplos, adaptando las herramientas y estrategias a su contexto local. Esto no solo mejoraría la calidad de vida de las personas mayores, sino que también reduciría la carga financiera sobre el sistema de salud.

En definitiva, la detección precoz de la fragilidad debe ser una prioridad en el diseño de políticas de salud pública en Chile.

Como sociedad, debemos reconocer que el envejecimiento es un proceso natural que, con las intervenciones adecuadas, puede transitarse de manera activa y saludable. La fragilidad no tiene por qué ser el destino inevitable de nuestras personas mayores.

Detectarla a tiempo, tratarla y prevenirla es, sin duda, una de las grandes oportunidades que tenemos para potenciar el bienestar de nuestras generaciones mayores y sus familias; al mismo tiempo, fortalecer nuestro sistema de salud. No podemos darnos el lujo de esperar más para actuar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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