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India y Pakistán: ¿al borde de una nueva guerra? Opinión BBC

India y Pakistán: ¿al borde de una nueva guerra?

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Alberto Rojas
Por : Alberto Rojas Director del Observatorio de Asuntos Internacionales, Facultad de Humanidades y Comunicaciones, Universidad Finis Terrae. @arojas_inter
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Un conflicto abierto pondría en jaque las cadenas de suministro globales, dispararía los precios del petróleo, provocaría flujos de refugiados y golpearía con fuerza los mercados emergentes.


Mientras el mundo continúa atento al desarrollo de la invasión rusa en Ucrania, la guerra en Gaza y el creciente poderío de Corea del Norte, una antigua amenaza vuelve a latir con fuerza: la posibilidad de un nuevo conflicto armado entre India y Pakistán. No sería la primera vez, ya que, en los últimos 76 años, estos vecinos separados por religión, historia y geopolítica han librado cuatro guerras. Tres de ellas, por el mismo territorio que sigue alimentando su rivalidad: Cachemira.

La actual crisis se originó el pasado 22 de abril, tras un atentado en la ciudad de Pahalgam, ubicada en la región de Cachemira administrada por India, donde un grupo armado asesinó a 26 turistas hindúes e hirió a más de 20. El ataque fue reivindicado por el Frente de Resistencia, una organización insurgente vinculada al grupo extremista Lashkar-e-Taiba.

El gobierno de India acusó directamente a Pakistán de permitir que estos grupos operen desde su territorio y de mantener vínculos con ellos a través de sus agencias de inteligencia. Islamabad rechazó las acusaciones, condenó el ataque y negó cualquier participación estatal.

La respuesta de India fue inmediata: expulsó diplomáticos paquistaníes, detuvo el otorgamiento de visas, cerró el espacio aéreo a vuelos provenientes de este país y anunció la suspensión del Tratado de las Aguas del Indo (1960), que regula el uso de los principales ríos compartidos. Pakistán, por su parte, respondió con medidas semejantes y afirmó que India se prepara para una acción militar en su contra.

Lo más preocupante es que tanto India como Pakistán son potencias nucleares, con arsenales activos, misiles balísticos operativos y doctrinas de defensa ambiguas.

Cachemira es el epicentro del conflicto. Desde 1947, cuando el Imperio Británico se retiró del subcontinente, India y Pakistán se disputan este territorio de mayoría musulmana. Tras la adhesión del entonces maharajá a India, Pakistán lo consideró una anexión ilegítima. ¿El resultado? Tres guerras (1947-48, 1965 y 1999) y un conflicto que sigue sin resolverse. Hoy, la región está dividida: India controla el 55%; Pakistán, el 35%; y China, un fragmento clave en Aksai Chin (10%), que ocupó tras la guerra sino-india de 1962.

El gobierno del primer ministro Narendra Modi decidió en 2019 revocar la autonomía constitucional de Cachemira. Aquello no fue un tecnicismo legal, sino una declaración política. Modi -al mando desde 2014 y favorito para seguir siéndolo- ha construido su poder sobre una narrativa nacionalista hindú que refuerza la identidad india frente a lo que presenta como amenazas externas e internas. En esa lógica, Cachemira no es solo una región: es un símbolo.

Por su parte, aunque con escaso eco global, Pakistán sigue considerando a Cachemira como el corazón de su identidad nacional. Para un país fundado como refugio musulmán tras la partición, renunciar a Cachemira sería un suicidio ideológico.

El problema es que ambos países poseen el poder para destruirse mutuamente. India probó su primera arma nuclear en 1974; Pakistán lo hizo en 1998, apenas semanas después de las pruebas indias en Pokhran. Según datos del SIPRI (2024), India cuenta hoy con unas 164 ojivas nucleares, mientras que Pakistán posee cerca de 170. Sus misiles balísticos -los Agni indios y los Shaheen pakistaníes- cubren el territorio entero del rival. Y mientras India mantiene oficialmente una política de “No primer uso”, Pakistán no se ha comprometido a lo mismo.

En este juego de equilibrios peligrosos, China juega un rol clave. Beijing no solo respalda económica y militarmente a Pakistán; también tiene cuentas pendientes con India. El Corredor Económico China-Pakistán, valuado en más de US$60.000 millones, atraviesa territorios que India reclama como propios. Y el choque entre soldados indios y chinos en el valle de Galwan en 2020, donde murieron al menos 20 militares indios, demostró que las tensiones están lejos de apagarse.

Por eso India giró hacia Estados Unidos y en junio de 2023, Modi fue recibido en la Casa Blanca por Joe Biden con todos los honores. Es que Washington ve en India un contrapeso natural a China en el Indo-Pacífico, y ha sellado acuerdos en defensa, tecnología, inteligencia artificial y semiconductores. A su vez, la alianza del QUAD (India, EE.UU., Japón y Australia) también responde a ese nuevo mapa geoestratégico. Y Pakistán, cada vez más endeudado con China, observa desde la periferia cómo se rearma el tablero.

La pregunta es inevitable: ¿qué pasaría si estallara una nueva guerra? India y Pakistán albergan -en conjunto- a más de 1.700 millones de personas. India es hoy la quinta economía mundial, con una pujante industria tecnológica, farmacéutica y de servicios. Pakistán, aunque más rezagado, tiene un rol geoestratégico clave como puerta de entrada al Golfo Pérsico y como eje del comercio chino hacia el mar Arábigo. Un conflicto abierto pondría en jaque las cadenas de suministro globales, dispararía los precios del petróleo, provocaría flujos de refugiados y golpearía con fuerza los mercados emergentes. La comunidad internacional, tan ocupada en otras crisis, haría bien en mirar hacia el Himalaya antes de que la mecha vuelva a encenderse.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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