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La derecha y el peligro de una regresión democrática en Chile Opinión

La derecha y el peligro de una regresión democrática en Chile

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Mladen Yopo
Por : Mladen Yopo Investigador de Política Global en Universidad SEK
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Chile no está ajeno a esta involución democrática mundial. En una entrevista reciente, Evelyn Matthei defendió la dictadura cívico-militar del general Pinochet, justificando que “era necesario” para evitar que Chile se alineara con el modelo cubano. “Si no, nos íbamos derechito a Cuba.


El mundo de la post Guerra Fría, ese que Álvaro García Linera cataloga en la incertidumbre de “estupor colectivo, de cierta parálisis, en el que el tiempo pareciera estar suspendido”,  ha entrado en un período de proliferación de regímenes políticos híbridos de carácter autoritario/populista, generalmente de extrema derecha, lo que ha fortalecido una tendencia hacia una regresión democrática que muchos creyeron superada tras la “tercera ola de democratización” señalada por Samuel Huntington a principio de los años 90’s. 

El último, y quizás el más importante viraje hacia un régimen híbrido (autoritario competitivo como diría Steve Levtisky), se produjo el 20/01/2025 al asumir por segunda vez Donald Trump como el 47 presidente de EE.UU. y con un supuesto “control” mayoritario del Estado (de los tres poderes) y su deseo de transformación profunda: como dijo Timothy Naftali, historiador presidencial de la Universidad de Columbia, “Donald Trump takes all”. Es decir, este país no tuvo problema en elegir a una persona condenada, negacionista, con nula preocupación por la democracia, de los avances civilizatorios, la justicia o la “verdad” y menos por la estabilidad del escenario internacional. Uno que aspiró desde el primer día a ser “dictador” (autócrata) y que juró imponer “represalias” en contra de sus “enemigos” (administración pública/estado profundo, prensa, jueces, bufetes de abogados, universidades, etc.) en una suerte de macartismo o la caza de brujas descrita en la obra “Las brujas de Salem” de Arthur Miller. Al final, uno que, en su cruzada ideológica/cultural conservadora en función del realismo del poder y la desregulación del país, no sólo esta erosionando la democracia y sus instituciones, si no que profundiza los clivajes que causaron la Guerra Civil de 1861-1865 (“peligrosas grietas en los pilares de la democracia estadounidense” como lo manifestó el Instituto Brookings de Washington). 

Abrazados de la incertidumbre del mundo actual, de las frustraciones con la propia democracia representativa, de los medios digitales y las redes sociales que a nivel simbólico dan la sensación de recreación del ágora, de la fragmentación informativa y las “fake news”, particularmente de aquellas que hacen uso del miedo y crean una sicosis de la seguridad (léase conjunto de síntomas que afectan la mente y que hacen que se pierda relación con la realidad misma), la relevancia que han adquirido estos regímenes ha llevado a la academia a producir una variedad de términos para catalogarlos. Así, por ejemplo, encontramos terminologías como semi-democracia”, “democracia virtual”, “democracia electoral”, “pseudo-democracia”, “democracia iliberal”, “semi-autoritarismo”, “autoritarismo blando”, “autoritarismo electoral” o “parcialmente libre”. Incluso algunos hablan del auge una suerte de neofascismo a partir de la reactivación del discurso anticomunista, incluida la reactivación de redes internacionales en torno a la unificación de un discurso ideológico de movilización social y justificación política (ej. ahí están la “Coordinación Internacional Anti-Radicales de Izquierda” o el “Political Network for Values” de José Antonio Kast). 

Lo común en todos esto regímenes híbridos, que se diferencian de la democracia plena pero también de los regímenes autoritarios puros, es que las instituciones democráticas formales son ampliamente vistas como medios fundamentales para obtener el poder y ejercer la autoridad política a través de la sustitución de la oferta partidaria (programas y plataformas) por una personificación reiterada, en una suerte de anti-política y/o no-política, que sólo produce titulares y reivindicaciones populistas (generalmente vacías y/o insustentables), calzando perfectamente en lo que Ilvo Diamanti y Marc Lazar denominan “pueblocracia”. Sin embargo y logrado el poder, la autoridad y los funcionarios violan frecuentemente las reglas y leyes, hasta el punto de que el régimen no logra tener los estándares mínimos convencionales para ser definidos como democracia. Hablamos, entre otros, de principios democráticos como participación política universal y justa; respeto de derechos fundamentales; igualdad ante la ley; pluralismo político; separación de poderes en función de los “check and balances” (control y equilibrios); principio mayoritario; etc.

Steve Levitsky y Lucan A. Way (2004) dicen respeto a los gobiernos autoritario competitivos, por ejemplo, que “aunque se den con regularidad elecciones sin fraude, los funcionarios abusan constantemente de los recursos del Estado, no ofrecen a la oposición un cubrimiento adecuado de los medios, persiguen a los candidatos de la oposición y a sus seguidores y, en algunos casos, manipulan los resultados de las elecciones. De igual modo, periodistas, políticos de la oposición y otros críticos del gobierno pueden ser espiados, amenazados, perseguidos o arrestados. También miembros de la oposición pueden ser enviados a prisión, exilados o (con menor frecuencia) incluso asaltados, acosados o asesinados. Regímenes caracterizados por estos abusos no pueden ser llamados democráticos”.

Chile no está ajeno a esta involución democrática mundial. En una entrevista reciente, Evelyn Matthei defendió la dictadura cívico-militar del general Pinochet, justificando que “era necesario” para evitar que Chile se alineara con el modelo cubano. “Si no, nos íbamos derechito a Cuba. No había otra alternativa”. Agregando que en los primeros años de la dictadura las muertes fueron inevitables… Esta afirmación “falsa en esencia” y que fue una reiteración de una hecha en 1999, al ser compartida por un número importante de personas no sólo devela que en la derecha política chilena (salvo excepciones) sigue presente un autoritarismo incongruente con las instituciones y valores democráticos y, por lo mismo, se deslava ese blanqueo transicional del cual gozaron  estos actores y partidos de derecha (por cierto, ayudados por parte de las elites democráticas que condujeron la transición), sino que sus actuales tres candidatos presidenciales (incluidos J.A. Kast y Johannes Kaiser que también han defendido a la dictadura), con pequeñas variaciones, son de esencia autoritarias y, de alguna manera, propugnan fórmulas híbridas para Chile.

Aprovechando las incertidumbres del presente (conflictos y diversas amenazas mundiales), pero particularmente la guerra contra las drogas y el crimen organizado que monopolizan la parrilla televisiva y el discurso no sólo opositor, unido a la falta de información alternativa y contraargumentaciones en la narrativa, les ha dado un campo fértil a los tres candidatos de la derecha para promover gobiernos armados y securitizados en esencia (petición de uso y abuso de las FF.AA. en seguridad, explosión de leyes punitiva, transformación policiaca de guardias municipales, zanjas, cárceles en el desierto, etc.), arrastrando y convirtiendo a la mayoría de los partidos progresistas en rehenes de estos mensajes electorales, esos que tiene una posición autoritaria, represiva y de encarcelamiento masivo en materia de seguridad ciudadana (cárceles al estilo Bukele en el desierto o islas), olvidando propuestas complejas, sentidos legales o las reformas democráticas necesarias de los institutos armados, simplemente porque es cada vez más popular en un electorado que ha sido adoctrinado en el miedo y quieren soluciones rápidas frente a problemas reales complejos y cotidianos. 

Este es un discurso formateado en un tinte clasista al anclarse más bien en la pobreza (se ejemplifica en el joven narcotraficante de la población, él es el enemigo a combatir) y no en instituciones como el secreto bancario u otros. Es un discurso alejado de la prevención y la cooperación como parte sustancial de la solución de fondo del dilema de la seguridad. Es uno que al final se vuelve contradictorio y/o con efectos negativos en términos de la limitación de la libertad, la universalidad, los derechos y la justicia en un sentido integral. Es ese que esconde mecanismos ideológicos y culturales de un modelo económico cuya “teología del bienestar, de paz y prosperidad” descansa en el fruto de la fe individual y el emprendimiento (el éxito personal), es decir, en una individualización que sustituye la justicia social, los derechos, la organización y la movilización o el Estado y las políticas públicas. Hablamos de la falsa creencia en la sola meritocracia para el éxito, la cual es criticada por Michael J. Sandel en varias entrevistas y en su libro “La tiranía del mérito”, entre otros.  

Esta estrategia, además de contemplar la desregulación de los mercados (hablan de la “permisología” como si las normas escondieran solo una burocracia sin sentido y no la protección de algo), la reducción al mínimo del Estado, la privatización de las pocas empresas o instituciones que le quedan al Estado como la gran minera Codelco y/o la bajada drástica de los impuestos, están acompañadas de un conservadurismo valórico extremo que, entre otros, plantea eliminar el Ministerio de la Mujer, desconocer la diversidad, criminalizar la inmigración (Kaiser habla de expulsar a 200 mil migrantes y construir campamentos de confinamiento), consagrar el concepto de familia tradicional desconociendo la multiplicidad de estructuras parentales, luchar contra el aborto e incluso practicar la censura en distintas dimensiones como lo hizo Kast frente al libro “Nicolás tiene 2 papás” (todavía tenemos presente la cesura y represión practicada durante la dictadura)  

No es baladí, entonces, empezar a develar que hay detrás de las propuestas populistas y securitizantes de la derecha, a la vez de rescatar propuestas más integrales del progresismo como la justicia y el método democrático participativo en la solución de los grandes dilemas sin desmerecer los temas de seguridad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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