
Parto al Cónclave
Ver al Papa en el ataúd, ver a líderes de todo el mundo despidiendo al Papa y a los cientos de miles de personas que hicieron filas de hasta 5 horas para despedirse de él me desgarró el corazón. ¡Francisco se ganó el corazón del mundo!
Hoy, martes 6 de mayo del 2025, son las 18 horas en Roma. En una hora más dejo el computador y el celular en la casa de los padres agustinos donde me alojo y parto a la Casa Santa Marta, al interior del Vaticano hasta que salga humo blanco por la chimenea que da a la Plaza de San Pedro. Habrá mucha gente. Se comenta que apenas sale humo blanco se agolpa mucha gente en la Plaza. Uno de los 133 electores que hemos participado en el funeral del Papa Francisco (nunca en mi vida había visto tanta gente y tanto dolor al mismo tiempo), que hemos compartido 12 reuniones para conversar sobre el mundo y el futuro de la Iglesia, será el nuevo Papa. Impresionante.
Impresionante es también que las votaciones se realizan en la capilla Sixtina. ¡Qué belleza, qué cultura, qué historia! Qué experiencia, única en la vida. Y todo tan rápido, recién empezando a comprender la arquidiócesis de Santiago, el Papa me crea cardenal y a los 3 meses fallece. Y ahora en un cónclave. ¿No será mucho en tan poco tiempo, me pregunto?
Ver al Papa en el ataúd, ver a líderes de todo el mundo despidiendo al Papa y a los cientos de miles de personas que hicieron filas de hasta 5 horas para despedirse de él me desgarró el corazón. ¡Francisco se ganó el corazón del mundo! Todo en ambiente de recogimiento, de solemnidad, de respeto. Estremecedor en medio de tanta vulgaridad, superficialidad y violencia que se ve día a día por doquier. Un verdadero respiro para el alma.
Me emociona, además, pensar que represento a la Iglesia de Chile, a los chilenos y migrantes, a creyentes y no creyentes. Sí, en Chile somos así, nos identificamos con la Iglesia, aunque no creamos, sabemos del bien que hace día a día en las esferas de la pastoral, de la educación y sirviendo a los pobres. El Papa es un referente espiritual y moral importante para nuestras vidas a veces marcadas por la tragedia de una sociedad desesperanzada que corre mucho pero que no sabe hacia dónde va, hiperconectada, pero donde la soledad abunda. Veo, hoy más que nunca y con mucha claridad que sólo Jesucristo sacia la sed de trascendencia del ser humano, le da sentido a la vida y es capaz de dar respuesta frente al enigma de la muerte, del sufrimiento y del dolor.
Qué otra institución podría haber subsistido más de 2000 años si no fuese por su fundador, Jesucristo y su mensaje de amor, de fraternidad, de reconciliación, de perdón, de servicio, de perspectiva de eternidad frente al gran enigma de la muerte. Aquí he pensado y reflexionado una y otra vez, ¿qué sería de mi vida si no creyera, si no conociera a Jesucristo, si no existiera la Iglesia? Sería otra vida, y, creo, más triste, más gris, y sobre todo, sin esperanza.
Antes de partir al encierro de algunos días, y digo algunos días porque nadie sabe cuánto va a dudar el cónclave, pienso en Chile, en su gente, en su amor a la Patria, en su hastío de tanta corrupción y violencia. Pienso en esa persona que se saca el pan de la boca para que su hijo estudie y que paga los impuestos. Pienso en ese hombre y en esa mujer que duerme cansado por el trabajo, pero con la conciencia limpia de no haber hecho daño a nadie.
¡Ese es el Chile profundo que amo y admiro!
A todos ellos les dedico mi oración y mis desvelos porque ustedes son la reserva moral de Chile en un momento donde da la impresión que todo da lo mismo, que lo único que importa es tener dinero independiente de cómo se logre y likes. No sé porque me vienen a la mente ustedes, esa clase media esforzada que con el sudor de su frente se gana el pan porque no tienen riqueza para valerse por ustedes mismos en salud, vivienda y educación ni al Estado para que los subsidie. Los veo solos, casi a la deriva. También me vienen a la mente los millones de chilenos y migrantes que se vuelcan a los santuarios. Da gusto ver los templos llenos, alabando a Dios, dando testimonio público de la fe en medio de la negación de esa dimensión tan importante en la vida que es creer, poner la confianza en Dios y en María, la madre de Jesús.
Se me agolpan tantos sentimientos, emociones, las mismas que tendrán seguramente los electores que provienen de 71 países tan diversos como Mongolia, Estados Unidos, India, Ecuador, Chile, Italia, y el Congo. Pero todos animados en evangelizar y dejar un mundo mejor que el que recibieron; que agradecen la vida y pontificado de Francisco y que se preparan para votar solos con su conciencia por el nuevo sucesor de Pedro, el vicario de Cristo. Disculpen lo disperso, estas frases desordenadas salen del corazón de quien está convencido que la Providencia de Dios ha querido este tiempo tan solemne en Roma donde el dolor y la esperanza se besan. Estoy con todos ustedes porque los llevo en mi corazón y en la oración. Y como dijo Francisco, con todos, todos, todos.
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