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Los colosos de Valparaíso Opinión Archivo

Los colosos de Valparaíso

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Cristián Zuñiga
Por : Cristián Zuñiga Profesor de Estado
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El presente de Valparaíso es el de una ciudad en despoblamiento, cuyo casco histórico requiere con urgencia modificar su plano regulador y conectarse de manera eficiente con Santiago y el resto de la región. De lo contrario, pasaremos a ser una ciudad de colosos vacíos.


Cada cierto tiempo la ciudad de Valparaíso aparece en el debate público a propósito de algún proyecto fallido: la expansión del puerto, la recuperación del casco patrimonial, la construcción del Instituto de Neurociencia, el tren a Santiago, la obra del parque Barón, la construcción de un nuevo terminal de buses, la reparación de los ascensores.

A los anteriores, podríamos sumar los anuncios, con aroma a promesa, de recuperación de edificios antiguos para el repoblamiento del plan de la ciudad –un sector que carece de seres humanos en circulación– y el de modernización del transporte público –uno de los principales problemas regionales–.

Cuando aparece en la discusión pública alguno de estos proyectos fallidos, emergen las autoridades locales con rostros compungidos apuntando al Gobierno Central de turno y sus políticas centralistas, aun cuando la mayoría de estas autoridades regionales (y sus gabinetes) son santiaguinos que recalan en Valparaíso para optar a un cupo en el poder político. Así es como ha transcurrido el tiempo y los proyectos fallidos en la capital legislativa del país: entre llamados de atención, lamentos y olvido. Toda una cadena de valor.

En la década del 80, Augusto Pinochet (porteño de cuna) proyectó la instalación del Congreso como motor del renacer del barrio El Almendral; en la década del 90, Frei imaginó la expansión de recintos portuarios como punta de lanza del “jaguar” del Pacífico; a principios del siglo XXI, Ricardo Lagos instalaba la institucionalidad cultural como primera piedra de lo que sería la “reconstrucción Unesco” del barrio puerto; el año 2006, Michelle Bachelet (vía decreto supremo) presentó una maqueta que incluía mall y edificios en el borde costero como señal de modernización de la ciudad; el año 2011, Sebastián Piñera inauguraba el Parque Cultural “Ex Cárcel” y lo presentaba como sinónimo de la reactivación de los cerros. El actual Gobierno armó un compilado con los anuncios de años recientes y los hizo suyos.

No podemos decir que los gobernantes han sido tacaños en anuncios e intentos de reactivación para Valparaíso. El problema es que ninguno de los intentos, ni de los anuncios, ha logrado revertir la sensación de abandono que embarga desde hace décadas a la ciudad y que es ratificada por sus visitantes (es cosa de ver la reciente cobertura del famoso youtuber italiano “Zazza” en su visita a Valparaíso).

No podemos decir que han faltado golpes de timón a favor de Valparaíso: Pinochet trajo el Congreso, Lagos la institucionalidad cultural, Bachelet intentó construir un pequeño Miami en el borde costero y Piñera cortó la cinta de uno de los centros culturales más grandes de Chile. Cada gobernante ha hecho esfuerzos, pero la ciudad no funca, se resiste o, lo que es peor, vive añorando un pasado glorioso que, quizás, nunca existió.

¿Cómo recuperar Valparaíso? ¿Cuánto saldría hacerlo? Mejor no hablar de ciertas cosas, menos en años de vacas flacas, pues la recuperación de algunos sectores del casco histórico de la ciudad costaría lo que sale construir una línea del Metro en la capital: según un estudio desarrollado por el arquitecto porteño Daniel Morales, solo para recuperar el barrio puerto se necesitaría de unos mil 220 millones de dólares.

Es poco probable que este Gobierno, o el que venga, desembolse esa cantidad de recursos para recuperar unas cuadras patrimoniales. Es menos probable que algún privado, de esos de las economías globales en expansión, haga ese desembolso de billetes para algún negocio de corte turístico o patrimonial (los chinos ya se hicieron del puerto de Chancay en el Perú).

Han sido decenas de obras emblemáticas que se han levantado en la ciudad de Valparaíso en los últimos 35 años: unas de tamaño desproporcionado y otras de profusas dimensiones simbólicas. Sin embargo, la instalación de colosos de cemento no ha logrado frenar el despoblamiento de la ciudad. Sabido es que sin seres humanos caminando por las calles no habrá ciudad patrimonial, capital cultural, ni comercio capaz de ir más allá de la sobrevivencia.

El presente de Valparaíso es el de una ciudad en despoblamiento, cuyo casco histórico requiere con urgencia modificar su plano regulador y conectarse de manera eficiente con Santiago y el resto de la región. De lo contrario, pasaremos a ser una ciudad de colosos vacíos, donde los ecos retumban y los fantasmas pagan las cuentas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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